Un articulo de: @rlopezg80
Basta que Messi y Suárez copien una jugada ya realizada por Cruyff para tener que volver a soportar el baboseo y el empalago hasta la náusea de toda la prensa y periodistas por unanimidad. “Antológico”, “histórico”, “genialidad”, “maravilla” son algunos de los calificativos que podemos encontrar en los diarios, y no de Barcelona sino de aquí, de los de la capital, de los que algunos siguen llamando “madridistas”. En columnas de articulistas incluso he llegado a leer “No vean burla en ello”. Me he tenido que releer la frase para cerciorarme de que ponía eso.
La benevolencia con la es obsequiada esta gente es poco menos que insoportable. Genialidad, maravilla, histórico o antológico puede decirse de los goles pioneros, como por ejemplo el no-gol de Pelé con Brasil desde el centro del campo en el mundial de Méjico 70 o el penalti de Panenka. Primero porque ambos fueron los primeros en intentarlo, y segundo porque uno fue en un Mundial y otro en una tanda de penaltis en la que estaba en juego nada menos que una Eurocopa (citas ambas, Mundial y Copa América en el caso de Messi, en las que siempre pasa desapercibido), y no en un partido sentenciado de un torneo cuasi sentenciado. La “obra de arte”, esa “maravilla” de pase a un compañero, esa “genialidad” al alcance de los elegidos, ya la habían hecho el belga Coppens en el Mundial del ’58 y Cruyff en el Ajax en el ’82.
Nada de eso importa. Todos y cada uno de los diarios y periogolfos siguen arrodillados y aún con restos en las comisuras de los labios desde ayer. Eso sí, del adelanto de al menos 8 metros de la falta que supuso el 1-0 nada que decir (una radio de esas “madridistas” dijo que era una actuación de pillo, imagino que el mismo tipo de pillería que la de su declaración de renta), de la mano de Piqué en la frontal del área con 1-1 en el marcador tampoco, y de la celebración del bailecito de Neymar en el 6-1 por supuesto tampoco. De su “lambretta” con 5-1 no sé si también hay que “no ver burla en ello”.
No es la razón ni mucho menos por la que odio al Barcelona. Los jugadores hacen su trabajo, que es actuar con el compromiso que su camiseta les exige, y el club el suyo, que es granjearse apoyo e influencia tanto en estamentos del fútbol como en los medios de comunicación. Y el que no está conmigo está contra mí. Así es como se debería actuar si se quiere ser respetado a todos los niveles.
Lo que no soporto es la estulticia del Madrid, que aguanta impertérrito cómo el virus culé carcome, corrompe e idiotiza todo cuanto toca, soporta impasible los ataques de prensa y televisión, deja que se ataque impunemente a sus jugadores, y sigue permitiendo como si nada pasase que cualquier estamento del fútbol tanto a nivel nacional como europeo nos ningunee de la manera más humillante. Aquí nadie protesta si nos quitan dos penaltis en un partido, nadie por supuesto levanta aunque sea un poco la voz si nos los pitan en contra (hasta ahí podríamos llegar), nadie pone límites a unos medios de comunicación que crean debates sobre si es ético que metamos diez goles a alguien, nadie es capaz de agarrar un micrófono para decirle a Piqué que como vuelva a nombrar al Madrid para algo que no sea pedirle perdón le va a poner una querella, nadie tiene huevos a decir alto y claro “No queremos que se juegue la final de Copa en nuestra casa cuando haya uno de los equipos que apoye y aliente a su afición para que pite al himno y al máximo representante del estado cada vez que tiene ocasión”, o simplemente “Este es el estadio del Real Madrid y aquí se celebran finales cuando quiere única y exclusivamente el Real Madrid”. Nadie declara de una puñetera vez al marqués persona non grata en el Bernabéu y que semejante alimaña resentida no vuelva a pisar jamás nuestro estadio incluso cuando ya no esté Florentino Pérez, y nadie por supuesto vetará la vuelta al club de personajes que se alegran de los éxitos de los equipos que nos odian que incluso convocan ruedas de prensa para dejarlo bien claro.
Hemos perdido por completo el carácter dentro y fuera del campo que tiempo atrás nos hacía ser respetados por temidos y odiados por envidiados. Mientras no tengamos claro que el club es lo primero y que cuando se trata de proteger su prestigio y potenciar su cada vez más mermado liderazgo deportivo hay que llevarse por delante a medios de comunicación, periodistas, jugadores y ex-jugadores (propios y ajenos), relaciones con otros clubes y comités de diversa índole, mientras no perdamos el miedo a lo que pueda pasar antes de tomar decisiones, seguiremos representados por una panda de jetas en el césped y por una panda de acomplejados en el palco, sólo preocupados de que los ridículos del equipo no les salpiquen, devorando un entrenador tras otro con la voracidad de las pirañas.
Con lo que hay actualmente y lo que asoma en el horizonte, nos esperan años muy duros, en los que la nostalgia será nuestro principal consuelo. Años en los que por ejemplo lo que importaba era fichar a Mijatovic y no la relación con el Valencia, por entonces un club amigo. Decisión que a la larga supuso la mayor alegría futbolística de mi vida, la séptima Copa de Europa. La referencia que nunca debimos perder para volver a lo que nunca debimos dejar de ser.