Una crónica de: @MiedoEscenico2
Decíamos, antes de la semana trágica en que el Madrid dejó ir sus opciones de Copa, Liga y Champions, que el karma es una cosa muy peculiar. En la noche de hoy, el Valladolid hizo todo lo que había que hacer en la primera media hora de partido para ganar. Y no se sabe si fueron el karma, la bisoñez del propio equipo pucelano, o un equipo arbitral acertado (ya era hora) lo que hizo que, al final, el cuadro madridista hiciera valer una superioridad que no le valió en partidos anteriores para ganar.
Salió el Real Madrid al campo con Courtois; Odriozola, Varane, Nacho, Reguilón; Casemiro, Kroos, Modric; Ceballos, Asensio y Benzema, en la que algunos dicen que será la última alineación que Solari disponga como entrenador del equipo blanco. A fuerza de ser sinceros, hay que decir que el único de ellos que pareció jugador válido para la temporada que viene, durante la primera parte, fue Ceballos. Arriba no hubo presencia, en el medio no hubo ni orden ni mando, y atrás… Lo de atrás merece capítulo aparte, especialmente durante los primeros treinta minutos.
El inicio del partido consistió básicamente en esto: el Madrid avanzaba andando; el Valladolid presionaba y robaba el balón; el Valladolid lanzaba un contraataque y corría hacia adelante; el Madrid corría hacia atrás, muy lento; era fuera de juego o era gol anulado, y vuelta a empezar: el Madrid avanzaba andando… Tras un inicio así, a los 9 minutos Álvaro Odriozola, en una de esas carreras hacia atrás, se colgó del brazo de Óscar Plano, que parecía su hermano mayor, y no le soltó hasta que ambos cayeron dentro del área madridista. De manera absolutamente lógica, Gil Manzano señaló el penalti. Y Alcaraz lo mandó a las nubes, fallando el quinto penalti de que ha dispuesto el cuadro blanquivioleta en lo que va de Liga.
El susto le daba al Madrid una oportunidad de recomponerse y tomarse más en serio el partido pero, dos minutos después del penalti fallado, tanto la defensa como Thibaut Courtois volvían a quedar retratados y recibían un gol, marcado por Guardiola a centro de Keko. Sin embargo, la revisión del VAR devolvió el marcador a su tanteo inicial, decretándose fuera de juego. El partido volvía a darle al Madrid una oportunidad de recomponerse, etc, etc… Pues no. Tres minutos después, tras un saque de esquina, un cabezazo de Sergi Guardiola volvía a acabar en las redes de un Courtois que parecía estar pensando en otras cosas. Y, de nuevo, el VAR revisaba la jugada y establecía que había fuera de juego, con lo que volvía a anularse el gol. El partido volvía a darle al Madrid una oportunidad ya de dejar de hacer el ridículo en defensa, pero el equipo blanco estaba todavía dándole vueltas a lo ocurrido la semana anterior, y no salía del bucle. Un par de disparos de Benzema y Reguilón, siempre con la colaboración de Ceballos, salieron fuera, como para demostrar que algunos de los que vestían ayer de gris oscuro estaban allí.
Y en el minuto 28, ni siquiera el VAR tuvo que actuar. Un centro de Keko desde la derecha llegó al corazón del área, Sergi Guardiola devolvió forzado un pase de la muerte al otro lado, y Anuar marcó el 1-0 al fin. Mientras tanto, la defensa madridista seguía cazando fantasmas y Courtois se quedaba clavado por tercera vez consecutiva. Sin embargo, poco después, un córner sacado por Kroos fue providencial para el Madrid. Intentó rematar Casemiro, Masip falló en la salida por el rechace, el madridista Nacho tocó el balón levemente y Varane empujó el balón a la red, estableciendo el 1-1, en el minuto 33. Era difícil comprender lo ocurrido, pero probablemente el karma le devolvió al Madrid aquello que decía el axioma de que el que perdona, lo paga, como experimentó en sus carnes en el partido de Copa frente al Barcelona. Una especie de karma en diferido.
El caso es que se llegó al descanso con 1-1 y un Madrid mediocre, absolutamente flojo en ataque, ausente en el medio y extremadamente frágil en defensa. Asensio estaba desaparecido, Casemiro no se encontraba, Kroos seguía en su línea de baja forma, y se evidenciaban todas las carencias del equipo de una manera palmaria. Como decíamos antes, el único que parecía tomarse el partido en serio era Dani Ceballos, en otro despliegue loable de trabajo defensivo, y el único con un cierto dinamismo ofensivo. La vuelta al campo para la segunda parte pareció un remake de la primera: ya en el minuto 48, Anuar volvía a tener una oportunidad en el área madridista, pero su remate, a pase de Míchel, salió desviado. Prácticamente en la siguiente jugada, Odriozola buscaba a toda velocidad un balón dividido en el área vallisoletana y la salida a pararle de dos defensas blanquivioletas daba con él en el suelo, siendo especialmente Óscar Plano el que cometió falta. Gil Manzano decretó penalti, y Benzema lo transformó en el minuto 50, poniendo por delante al Real Madrid.
El 1-2 abrió otro tipo de partido, con dominio alterno, en que el Valladolid ya trataba de sorprender menos en velocidad y buscaba centros al área, dadas las facilidades encontradas hasta ese momento. Por su parte, el Madrid trataba de seguir controlando el juego, aunque cada despeje iba siempre a los pies de los futbolistas del equipo vallisoletano. Un par de remates de Ceballos daban idea de que el Madrid se iba estirando y el segundo de ellos acabó en córner. Lo sacó una vez más Kroos y Benzema, sorprendentemente solo en mitad del área rival, lo cabeceó, como un ariete cualquiera, al fondo de la portería de Masip. A pesar de recibir el 1-3 en el minuto 58, el Valladolid siguió intentándolo, con más motivación que talento, y tuvo alguna ocasión en las botas de Keko y Daniele Verde. Pero, para esos momentos, el Madrid había recuperado la fe en sí mismo, y comenzaba a dominar el partido sin necesidad de tener el balón. Diversas salidas al contraataque, especialmente a través de las conexiones entre Ceballos, Modric y Benzema, eran interrumpidas por el equipo pucelano con cada vez más dificultad. Probablemente en ello influyó también la entrada de Valverde en lugar de Kroos, en el minuto 73.
Unos minutos después, Casemiro, en una acción en la que trató de obstaculizar el saque de una falta por parte del Valladolid, vio la segunda tarjeta amarilla, siendo expulsado. Y, sorprendentemente, el Madrid pasó a jugar mejor con diez que con once. Ya sea por la ausencia de Kroos y Casemiro, o porque el marcador a favor soplaba aire sobre sus velas, el caso es que el equipo blanco se soltó. Comenzó a triangular en la zona de tres cuartos rival, Valverde se desplegó por todo el centro del campo, Benzema comenzó a hacer de las suyas, y en una caída a banda izquierda, pasó el balón a Modric que, en una jugada poco habitual en él, regateó a un defensa y lanzó a puerta un balón raso entre otros dos, marcando el 1-4. Era el minuto 84 y, de ahí al final, pocas cosas reseñables, a excepción del doble cambio que supuso la entrada de Vallejo y Marcelo sustituyendo a Varane y Reguilón, dos defensas que estaban jugando su quinto partido consecutivo en apenas dos semanas.
Sin ser un encuentro que sirva para sacar grandes conclusiones, lo cierto es que el Madrid consiguió mucho con poco, y que eso no va a ser frecuente en los once partidos que quedan de Liga. Para asegurar su presencia en Champions la próxima temporada tendrá que seguir en la buena línea de resultados –no tanto de fútbol- que está mostrando cuando juega fuera (era su quinta victoria consecutiva en Liga lejos de su campo) y, especialmente, transformar el Bernabéu en el fortín que debe ser. Porque lo cierto es que, en lo que se refiere a esta temporada, su propio campo ha sido su tumba en las tres competiciones. La primera oportunidad para volver a hacer del Santiago Bernabéu un lugar inexpugnable será la próxima semana, frente al Celta de Vigo. Esperemos que la aproveche, sea con el entrenador actual, o con el que llegue en su lugar. Y que el karma le ayude…
Imagenes: realmadrid.com