Un articulo de: @AngeluisAlba
El estadio Santiago Bernabéu siempre ha sido un campo de referencia mundial desde su inauguración en la década de los cuarenta. Un estadio que tras su primera remodelación en los años cincuenta acogía a más de cien mil almas, en concreto ciento veinticinco mil, convirtiéndose en el segundo estadio con más capacidad de Europa tras el estadio de Wembley.
Denominado por nuestro jugador más insigne (me quito el cráneo) Don Alfredo Di Stefano como “la fábrica”, nunca ha sido una balsa de aceite, los campos de futbol y más en el siglo xx sirvieron de vía de escape para expulsar frustraciones, casi siempre focalizadas en ese hombre de negro que pululaba sobre el césped, en eso en este siglo no hemos cambiado.
El equipo de futbol de la ciudad de Viena, el Rapid de Viena, es lógico que tenga una afición que se comporte en su estadio como si estuviera en la Ópera Estatal de Viena, es su tradición, y conforme al carácter austriaco es lógico que así sea, pero en Madrid, capital de España, no somos tan dados a ir a la ópera, sino que somos más de “zarzuela”, género chico, que proviene de nuestro siglo de oro, con precursores tan destacados como Lope de Vega, entre otros.
Últimamente, nuestro estadio, y por ende nuestra afición está poniéndose en duda (en esta categoría incluyo a socios y aficionados), por ser indolente, injusta con algún jugador, por estar acotada prácticamente a personas pudientes, por estar compuesta por personas muy mayores o una afición llena de turistas, muchos de ellos japoneses, despistados y que no saben distinguir un toro de lidia de un balón de futbol…
Hay personas a las que les gustaría que el estadio fuera una mezcla de el “Pionir Arena” de Belgrado y la “Bombonera” del Boca Juniors, pero este estadio no es como otros, es el estadio del mejor equipo de futbol mundial del siglo XX, y por aquí han pasado la mayoría de los mejores jugadores de la historia.
Muchos hablan que la afición es así por su exigencia, otros que se debe a que solo aplauden comportamientos de esfuerzo físico pero no gestos técnicos, todos sabemos de futbol, todos llevamos un entrenador, y por supuesto si nosotros lo fuéramos nuestro Madrid batiría todos los records.
Nuestra afición y las personas que día a día van al campo, aplauden cuando deben hacerlo, silban cuando lo creen necesario y apoyan al equipo cuando así lo demanda, siempre fue así, desde siempre, en este estadio no aplauden al equipo cuando peor va en la clasificación y puede descender de categoría como ha ocurrido en otros, en este estadio a diferencia de otros es el equipo el que debe hacer de espoleta para que la gente apoye, este campo está impregnado en sus raíces del “espíritu de Juanito” y las remontadas no son fenómenos extraños, se dan con cierta regularidad, es el estadio donde más se producen y no por casualidad, nuestro estadio es heredero de la estirpe ganadora que desde la época de la “saeta rubia” hasta nuestros días representa nuestro equipo.
Es cierto que no es el estadio más ruidoso, donde más ultras cantan al unísono, no es donde más personas visten del mismo color, ni donde más decibelios se alcanza, no, pero si es el estadio donde se acuñó “el miedo escénico”, donde nuestro gran Juanito explicó muy gráficamente lo difícil que es jugar “ noventa minuti en el Bernabéu son molto longos”, el grado de intimidación de nuestro estadio no es por el griterío es por ser “leyenda”, de tener en nuestras vitrinas lo que tenemos y por significar lo que significamos en el mundo, el mejor club del mundo.
Por eso, si la gente que va al estadio, en la condición que sea y entiende que debe pitar a este u otro jugador, o apoya una u otra jugada, para mí al menos siempre será “el respetable”, si por el contrario queremos que nuestro estadio se convierta en el Estadio del Velodrom de Marsella donde los ultras son los dueños y campan a sus anchas, entonces, habremos perdido la esencia de nuestra historia.