Una crónica de: @MiedoEscenico2
Un día inestable, a veces nublado, a veces soleado, era lo que antecedía en Madrid a la noche en que el Real Madrid Club de Fútbol se enfrentaba al partido más importante de la temporada, al menos hasta hoy. EL 4-3 en contra de la ida era un resultado, como mínimo, accesible para poder pasar la eliminatoria, a poco que el equipo blanco mostrara las virtudes que había enseñado en varios de los duelos anteriores de esta edición de la UEFA Champions League: paciencia, capacidad de sufrimiento, fortaleza mental, decisión, suerte, tenacidad, inspiración, arrojo y, finalmente, actitud de campeón. Para tratar de poner estas cualidades de nuevo en juego, Ancelotti, ese hombre agradecido al club por haberle devuelto a la vida, decidía poner sobre el césped un once compuesto por Courtois, con los guantes de portero; Carvajal, Militao, Nacho, Mendy, como retaguardia; en el centro del campo, Casemiro, Kroos, Modrić, Valverde; y, con el deber de hacer daño en las líneas enemigas, la pareja formada por Vinicius Junior y Karim Benzema.
Hablaba durante la tarde antes del partido con el boss de esta casa, Toni, que me daba la sensación de que Ancelotti tenía #ThePlan. No se cumplió con la exactitud que nos hubiera gustado, pero en líneas generales, podemos decir que las cosas se desarrollaron de una manera más o menos parecida a lo que pergeñábamos. Voy a ir deprisa para no perder tiempo en detalles. La primera parte fue de ida y vuelta, ahora aquí, ahora allí, el campo largo, interminable, y los dos equipos buscando su propio camino para encontrar el gol, que no llegó. El Madrid tuvo ocasiones, aunque ninguna de ellas llegó a ser transformada en un remate peligroso, Ederson no acabó herniado precisamente, porque ninguna fue a puerta. El City también tuvo las suyas, pero tampoco pasaron de las manos de Courtois, que no tuvo que emplearse a fondo, y estuvo sólido y tranquilo. El partido fluctuaba con agilidad, con mucho recorrido, pero castigaba más físicamente a los citizen que a los blancos. Todo previsto según #ThePlan.
Imagen: realmadrid.com
El inicio de la segunda parte vio al Madrid más intenso hasta ese momento, que se abrió con una oportunidad muy clara de Vinicius, tras un saque de centro ensayado y perfectamente ejecutado por el equipo, Kroos, Carvajal y Vini tocando al mismo compás pero sin acierto al final. El Madrid interrumpía la salida del City, robaba un balón tras otro, buscaba hacer daño, pero no alcanzaba a marcar. Benzema andaba esquivando estocadas de Laporte y Días, Vinicius se embolicaba en regates contra rivales que no salían, y hasta Modrić, siempre preclaro, se aturullaba y no conseguía rematar cuando más sencillo parecía (desde el sillón). Salvo en el acierto goleador, todo seguía transcurriendo según #ThePlan. Ancelotti decidió meter a Rodrygo por Toni Kroos en el minuto 68. Ya decíamos que al joven brasileño parecían haberle salido cuernos y una especie de rabo triangular por debajo del pantalón, y esta noche, a medida que iban pasando los minutos, íbamos descubriendo que lo suyo no era aroma a pólvora, era azufre, y se iba encendiendo más y más a cada minuto.
El problema –o, quizá no- fue que, cinco minutos después de la entrada del diablillo carioca, Foden, al que le salieron los dos centrales, abrió el balón a la izquierda hacia Mahrez. El extremo argelino remató al palo más cercano, sorprendiéndonos que Mendy intentara desviarlo con el culo en vez de con su pierna biónica. Courtois no estuvo tampoco muy avispado para desviar el remate, y se puso la cosa 0-1 a falta de 15 minutos, y números rojos para el cuadro madridista en la eliminatoria, por partida doble además. El caso es que el gol en contra obligó a Ancelotti a desencadenar la parte final de #ThePlan, y metió a Camavinga y Asensio en el lugar de Casemiro y Modrić. El tipo más criticado por poner a la CMK en el tramo en que había que amasar fortuna en la Liga y sobrevivir en el resto de competiciones, decidía jugarse el tramo más importante del partido más importante prescindiendo de ellos. Sin remordimiento alguno.
Imagen: realmadrid.com
Aun así, el partido era un vaivén importante, el Madrid había perdido el control casi completamente, y ahí surgieron dos figuras que brillaron con luz propia: por un lado, Courtois se volvió a convertir en ese coloso imbatible, que sacaba una mano aquí, un brazo allá, unos puños acullá, y frustraba con persistencia a cada delantero del City que se atrevía a ponerle a prueba. Y, en la única ocasión que no pudo ser decisivo, apareció Ferland Mendy, que no había estado demasiado afortunado jugando el balón, ni inspirado apareciendo en ataque, para sacar el balón en la línea y evitar el 0-2. Corría el minuto 87 y ahí llegó el momento. El City estaba sacando los billetes para París, los antimadridistas estaban echando paladas encima del ataúd, los vinagres se cargaban los bolsillos de yoyalodijes, la BBC anunciaba una final entre equipos ingleses, y todo parecía destinado a pensar que, esta vez, el muerto no resucitaría. Por los cojones.
Ahí apareció -y de pronto sus ricitos se hicieron de oro- don Eduardo I Camavinga, poniendo un balón frontal, pero pasado, con su pierna izquierda. Benzema vio venir el pichón y decidió colocar el cuerpo para poder mandarlo hacia el corazón el área pequeña. Y allí apareció de pronto ¡BAMF! un pequeño diablo brasileño para meter su pierna derecha y mandar, al mismo tiempo, el pichón a las mallas de Ederson, y la confianza del Manchester City a tomar por saco. Pero es que, apenas minuto y medio después, Carvajal, ese lateral derecho que día a día va recuperando ese perfil que le hizo grande en el tricampeón de Europa, puso un centro al punto de penalti, Asensio la peinó levemente, y volvió a aparecer ¡BAMF! el pequeño diablillo Rodrygo, para ejecutar un cabezazo acojonante, no sabemos si con sus cuernos recién estrenados, y mandar la pelota a la escuadra, establecer el 2-1 y proporcionar a cada uno de los jugadores vestidos de blanco una bombona de oxígeno, un alfanje de abordaje y una recarga en la fe para gastar en la prórroga. Y, efectivamente, se llegó al tiempo suplementario. Absortos en el intercambio de ocasiones y pelea, no nos dimos cuenta hasta ese momento de que, a esas alturas, el City llevaba recorridos 10 kilómetros más que el Madrid, y los blancos le habían robado la cartera, la novia, las llaves y el coche, sin enterarse. La ejecución de #ThePlan seguía viento en popa.
Imagen: realmadrid.com
Empezó la prórroga con el Madrid inflado de valor, de confianza, de alegría y de decisión, y una jugada en la zona derecha del ataque madridista, entre Carvajal, el recuperado para la causa, y Rodrygo, el pequeño diablo carioca, que puso un balón en el corazón del área azul. Benzema, en su penúltimo esfuerzo, se adelantó a Ruben Dias para tocar el balón, y anticiparse, de manera que el central portugués le tocó a él y le derribó. Orsato decretó penalti, Benzema se plantó delante de Ederson, le miró a los ojos y le dijo con la mirada “te lo voy a clavar”. Y envió, con un remate a su derecha, raso y ajustado al poste, pero al fondo de la red, el balón que ponía, por primera vez en 185 minutos, al Madrid por delante en la eliminatoria, marcando el 3-1. La penúltima fase de #ThePlan se había ejecutado, también.
Podríamos contarles que, en la prórroga, el City siguió atacando y atacando. Que Courtois siguió agigantándose hasta darse con la cabeza casi en el larguero. Que el Halcón Valverde no dejó de llevar oxígeno a todas las esquinas del campo y a dos señoras del público, también, generoso en el esfuerzo, e incansable. Que Eduardo I Camavinga presentó la solicitud para el Máster en Dirección de Equipos, en algo más de media hora portentosa en el corte y confección, descosiendo al City y tejiendo mantos de púrpura para su equipo. O que entraron Lucas Vázquez y Vallejo por Militao, lesionado, y Benzema, reventado, y pusieron también su granito de arena, defendiendo como jabatos, con tres o cuatro despejes de cabeza portentosos del zaragozano. Y así, agonizante pero entero, vivo, llegó el Real Madrid al final, y celebró por todo lo alto, con la comunión con un Bernabéu absolutamente inflamado durante casi todo el partido, la clasificación para la final de París.
Qué quieren que les digamos… ¿Les recordamos lo que decíamos al principio? Paciencia, capacidad de sufrimiento, fortaleza mental, decisión, suerte, tenacidad, inspiración, arrojo y, finalmente, actitud de campeón. El plan de Ancelotti y su puro, que estará en París el 28 de mayo. Un equipo compuesto de historia, leyenda, escudo, experiencia, calma, juventud y energía. Y, por supuesto, leyenda. Porque la leyenda sigue viva. Y queremos verles volver a agrandarla en París.