Una crónica de: @MiedoEscenico2
Decía en la #Previa del partido nuestro estimado #BierMeister @pepo2204 que era todo un poco raro, por aquello de las Fallas en septiembre, y no le faltaba razón. Llegaba el Madrid a Valencia con la solicitud de indulto en la mano –para que no le quemaran a patadas ni con el arbitraje- y la moral alta, tras la victoria en Milán frente al Inter con el gol final de Rodrygo, ese chico que huele a pólvora cada vez que juega un partido de Champions. Carlo Ancelotti, que nos mira desde debajo de su ceja arqueada, calmado, mientras mastica chicle, es un entrenador que tiende a normalizar lo extraordinario, y decidió ir a Mestalla con una alineación prácticamente igual que la del partido europeo, con Courtois guardando los palos, y Carvajal, Militao, Alaba y Nacho por delante, formando la línea defensiva. Casemiro, Modrić y Valverde, en la sala de máquinas, estaban encargados de generar fútbol para que lo culminaran arriba Benzema, Vinicius Junior y Hazard, siendo el belga el único cambio respecto al miércoles. Las rotaciones, contra el Mallorca. O no.
A lo largo del primer cuarto de hora, pudimos ver que el Valencia ha adoptado el sello de Bordalás, y le metía un ritmo infernal a cada jugada, tratando de castigar las bandas del Madrid. También pudimos comprobar que el hijo de Vicente y Loli, vestido de amarillo citronio, era tan permisivo como nos había avisado @cubelas13 en su #PreviaArbitral, todo estaba atado y bien atado. ¿Equipo agresivo enfrente? Árbitro tolerante con los excesos de intensidad, como González Fuertes. Y también pudimos comprobar que la nueva equipación del Real Madrid, de ese verde indefinido, funcionaba a plena potencia, moviendo el balón rápido (a veces, demasiado, quizá atolondrado), y el equipo salía con dinamismo y movimientos veloces hacia arriba, buscando por la derecha la llegada del lateral y la ayuda del interior, mientras que por la izquierda era Vini el que centralizaba las acciones de ataque, acompañado por apariciones de Hazard aquí y allá.
Después de un tramo inicial bastante intenso, que acabó con Carlos Soler siendo sustituido por molestias lumbares, se fueron colocando las cosas progresivamente, y empezó a verse que el Madrid está preparado para echar pulsos a cualquier equipo, por muy intenso que sea. Pero también que, en bastantes ocasiones, la necesidad de jugar a toda velocidad aparece asociada a la imprecisión, y los madridistas perdían balones con cierta facilidad. En una disputa con Hazard, dedicado a tareas defensivas con espíritu estajanovista, Correia acabó también lesionado y tuvo que ser sustituido, en torno al minuto 21. Antes de eso, una fantástica combinación entre Benzema y Modric había acabado con Vini cayendo al suelo en el área, sin que el hijo calvo de Vicente y Loli pitara nada.
Imagen: realmadrid.com
Lucas Vázquez entraba por Dani Carvajal, lesionado también, y fue entonces cuando entendimos que lo que se iba a quemar era la plantilla de las enfermerías de los dos equipos, con tres lesionados en 25 minutos. Maxi Gómez, que es una especie de Luis Suárez de Hacendado, intentó sacar un penalti ante un cruce de Alaba, en que el jugador austríaco apenas le rozó, pero eso ya calentó al público valencianista, que necesita poco para mostrar su bilis antimadridista. A la media hora de partido, pareció que el Valencia dominaba posesión y territorio, pero el Madrid salía al contraataque con el turbo puesto y Casemiro finalizaba una buena transición con un remate colocado, que Mamardashvili detenía con seguridad.
Paulista y Alderete, en apenas dos minutos, hicieron un par de entradas bastante malintencionadas, y ya el árbitro no pudo hacer otra cosa que amonestar al central brasileño por el tantatarantán que le metió a Vini. Lucas Vázquez entró y mantuvo su dinámica de Milán, en modo destructor de juego, tanto del rival como de su equipo, con todo lo bueno y lo malo que hay en eso. El juego se iba enturbiando progresivamente, y ahí el Valencia estaba más a gusto que con la ida y vuelta incesante del arranque del partido. Casemiro cometía una falta peligrosa no muy lejos de la frontal, mientras flotaba una cierta sensación de que el equipo hoy de verde se iba desajustando. De hecho, el saque de la falta, por parte de Wass, fue rematado con mucha intención por Paulista, pero Courtois despejó el balón con eficiencia.
En los minutos previos al descanso, una llegada de Valverde al área valencianista fue lo más destacable, mientras se veía que a la mayor parte de los jugadores sobre el campo les empezaban a pesar hasta los cordones de las botas. Casemiro veía una amarilla por golpear en la inercia del despeje a Maxi Gómez, que cayó cantando un aria de ópera, pleno de dramatismo. Sin goles y con muy pocas ocasiones, el 0-0 hacía cierta justicia a lo que se había visto en el campo, sin un equipo claramente dominador.
Imagen: realmadrid.com
El comienzo de la segunda parte fue bien diferente. El Valencia salió con bríos renovados, y se llevó por delante al Madrid, que apenas podía salir de su campo y jugaba en el filo de la navaja, dejando unos boquetes tremendos y perdiendo más balones que otra cosa. Fueron diez minutos de tormenta imperfecta, porque todas las ocasiones que generaron los de Bordalás acabaron sin obtener gol. El equipo madridista se rehízo, y pasó a dominar los siguientes diez minutos, aunque no transformó ese dominio tampoco en nada tangible en el marcador. Y, en el minuto 66, en un momento relativamente dulce del Madrid, llegó la maldición del exjugador, una vez más.
Un centro bombeado al área, que no presumía peligro, con la defensa colocada, fue buscado por Lucas, abandonando su posición con más entusiasmo que sentido, para intentar ganarlo por alto. El rechace llegó botando a Hugo Duro, que enganchó una volea rasa con su pie izquierdo, cruzando el balón junto al poste contrario de Courtois y estableciendo el 0-1. Ay, Hugo, con lo que nos hiciste gozar el año pasado en el Castilla, y ahora vas y nos crujes… Ancelotti, que ya estaba viendo que faltaba oxígeno en el equipo, introdujo al momento dos cambios algo inesperados: retiró a un Casemiro enormemente desafortunado durante la mayor parte del partido, y a Modrić, al que le hacía falta una bombona de oxígeno para no caerse redondo, siendo sustituidos por Camavinga y Rodrygo, los dos jóvenes héroes de Milán, y poniendo al equipo en un 4-2-4 o algo así.
Quizá el gol de Hugo Duro fue la espita que abrió el gas, y que empezó a propulsar al Madrid hacia la portería contraria, pero el caso es que el campo se puso cuesta abajo, y el equipo de verde empezó a visitar a Mamardashvili con frecuencia pero sin acierto. Dominaba el Real Madrid el balón y el terreno, pero no conseguía romper la barrera que los jugadores del equipo ché habían montado en torno a su portería. Diez minutos de asalto sin premio, a pesar de los remates de Benzema y Rodrygo, que buscaban sin desmayo el gol. Faltando once minutos, Ancelotti decidió acabar de jugársela. Retiró del campo a un Hazard intrascendente, salvo en alguna combinación con Benzema, y a un Valverde ya fundido, para meter a Isco y a Jovic. Y, sin que fueran ellos los responsables de lo que ocurrió, dieron un dibujo más razonable al equipo y encendieron, sin querer, la chispa que hacía falta, estando ya el gas liberado.
Imagen: realmadrid.com
Acabó Bordalás de hacernos el favor, metiendo un triple cambio en el que sacó del campo a Hugo Duro entre otros, eliminando la maldición de golpe. Y la explosión llegó en el minuto 86, cuando Benzema habilitó a Vinicius dentro del área, y el brasileño le pegó a puerta. El balón tropezó en Foulquier y descolocó al portero, al que a partir de hoy podemos llamar, sin miedo a equivocarnos, Mamardevini. El 1-1 hizo que las tracas se extendieran por el campo y, apenas un par de minutos después, fue el propio Vini el que le devolvió el favor a su mentor francés, poniendo un centro con efecto y cerrado a un agujero espaciotemporal donde el capitán madridista, apareciendo ahí como un ariete de toda la vida, remató, mitad con la testa y mitad con el hombro, para mandar el balón al fondo de la red y consumar la remontada exprés de la pareja de moda, Benz & Vini, Vini & Benz.
El 1-2 pilló al Valencia con un equipo más defensivo que otra cosa, reventado de cansancio, y con poca energía ya para intentar dar la vuelta al marcador de nuevo. Y se hundió en su propia cicatería, tratando sin conseguirlo de llegar con peligro a la portería de un Courtois de nuevo inconmensurable. Aún hubo tiempo en el descuento para que le hicieran un penalti flagrante a Vinicius, que el hijo de Vicente y Loli decidió obviar, en parte por su talante permisivo, y en parte porque no quería que Mestalla se lo comiera vivo. Y así, llegó el final el partido en el minuto 96, con un Real Madrid aupado al liderato en solitario, y una pareja plena de amor intergeneracional formada por un treintañero francés dedicado al arte futbolístico y un brasileño imberbe y eléctrico, cuya simbiosis está dando alas al conjunto de Ancelotti en este inicio de Liga. Brindemos porque ese amor dure eternamente, amigos.