Una crónica de: @Datemus
Por fin la Champions, una bocanada de oxígeno entre tanto partido jugado en el basurero más grande del mundo, la liga española, donde Tebas y Rubiales compiten por hacer la digestión anaeróbica más potente al servicio y gusto del ruin Roures, es decir, del poder político que tiene asfixiada a la sociedad española desde hace años y que ha dado sus vueltas de tuerca más extremas en los últimos tiempos. De ese curioso progresismo que proclama como la región más rica es robada por las más pobres y alienta esa insolidaridad poniéndole fronteras a su mismísima internacional, en el colmo de un contrasentido aplaudido por la legión de fanáticos que también ovacionan ciegamente al club más fraudulento de Europa, la Farsa rouriana, el bureau supremacista que impone a los demás su superioridad sin más argumentos que la autoproclamación, las trampas, la mentira, la insidia sistemática, hipócrita y constante hacia sus rivales y la renuncia a cualquier valor deportivo. No es que nuestro club esté siendo muy beligerante frente a este abuso y ahora que hay elecciones, el que se perfila como posible candidato no dice ni mu quién sabe si por el acojone de que la agenda 2030 termine para él en pleno abril del 21, por más que aquí sí que haya materia para competir en atractivo con la gigantesca figura de Florentino.
Habrá que ver el Clásico Atraco porque me toca hacer crónica de nuevo que si no, lo iba a ver su tía la del pueblo. Pero antes toca la competición más bonita del mundo. Por un día, nos sacan de la celda para, siquiera por unas horas, llevarnos de excursión a un vergel exuberante y de inigualable belleza. Cuartos de final. Casi nada. Diecinueva Copas de Europa sobre el césped en una de las eliminatorias más clásicas del viejo continente. Enfrente, el equipo nacido de la patria del fútbol con mejor palmarés europeo. El Liverpool campeón del 2019, que reunió en torno a Jürgen Klopp una de las mejores plantillas de su historia, por más que sea desmerecida ahora que se enfrenta a los nuestros por el sector de mayor miseria moral de la prensa española, cuando era ensalzada sin parangón hace apenas un año al caer ante el Atleti. Muchas bajas, sí, ¿y las nuestras? A las que os contaba @luismanper en su Previa tenemos que sumar la de un Rafa Varane, positivo por coronavirus, que nos deja para hoy sin nuestra pareja habitual por delate de San Thibau: la compuesta por el campeón del mundo francés y por Sergio Ramos.
Convencido estaba de que, con este panorama, Zidane apostaría por jugar por tres centrales. Lo ilustraba mejor que nadie @MeidoEscenico2 en su Videoanálisis: esas diagonales trepidantes de Mane y Salah catapultadas por Firmino o Jota son letales, no perdonan. Y comentaba, no sin acierto, que la salida de balón habría de ser limpia y sin riesgos, lo que parecía que se nos estaba dando especialmente bien con tres en el centro de nuestra defensa. Pero el francés no está por la labor de que nadie le adivine ni una. 4-3-3. Courtois bajo palos, Nacho y Militao como pareja de centrales, Lucas y Mendy de laterales, Modric, Kroos y Case en la medular y arriba, Vini JR., Asensio y Benzema. Aparentemente, un punto menos de pulmón contra el rival de la velocidad supersónica. ¿Arriesgado? ¿temerario? Qué quieren que les diga. Estamos a 5 minutos del comienzo, a 150 pulsaciones y no atino a las teclas, con lo que la escasa capacidad de juicio no puede estar más mermada.
Comenzó el partido con un aspecto aparentemente intrascendente y soso pero, en realidad, se estaba dando un intensísimo pulso soterrado por tomar el control del centro del campo. Poco a poco, el brazo armado de Casemiro, Kroos y Modric fue venciendo de su lado la mano de sus pares. El Madrid tenía más la pelota y forzaba a correr al Liverpool persiguiéndola. Poco después se pasó a jugar en terreno red mientras que en defensa no se pasaban especiales apuros, y eso que teníamos que descifrar por qué Vinicius no seguía a Alexander- Arnold cuando se incorporaba. El calvo tenía la culpa: convertía en ciertos momentos sin balón el 4-3-3- en 4-2-2 y dejaba a Vinicius listo para atacar la espalda de la defensa rival, como en los últimos encuentros de liga y Copa de Europa.
Imagen: realmadrid.com
En el 12’, llegaba la primera ocasión de gol del partido: un gran Benzema combinaba con Mendy. La incorporación del lateral galo terminaba con un centro al área que Vini remataba de cabeza un pelín cruzado. De ahí al 25’, poca historia, ya que los locales no lograban convertir en ocasiones su dominio. El púgil del centro del ring tiraba golpes a los guantes de su esquivo adversario. Es más, el Liverpool optaba no pocas veces por montar las dos típicas líneas de cuatro cerca de su portero que tanto se nos atascan.
Pero en una salida de balón de atrás, Kroos vino a recibir entre los centrales y volvió a hacer uso de las leyes de su compatriota Kepler. En el 26’, el germano hizo gala una vez más de la sorprendente habilidad que posee para hacer arte de la fuerza de la gravedad. Levantó la cabeza, oteó el horizonte y aún tuvo tiempo, ante la presión de un contrario, de asentir a Vinicius ante su amago de desmarque. Confirmó la recepción del mensaje por el brasileiro, armó en un abrir y cerrar de ojos la mezcla de catapulta y zapato de seda oriental que tiene en su diestra y envió un balón que describió la más hermosa de las parábolas. Con la precisión del orden cósmico que impide, milenio tras milenio, que planetas y galaxias choquen entre sí, la puso en los terrenos donde ni los centrales ni Alisson podían llegar, pero sí su compañero Vinicius. Como en las grandes catedrales construidas a lo largo de décadas en la que al arquitecto original le sucede su discípulo, le tocaba ahora al carioca completar la obra de arte. No había término medio: hacer una maravilla o arruinar la creación original. Pero era la noche de los secundarios. El bueno de Vini, experto en pifiarla hasta ahora ante el portero, añadió a la creación teutona un prodigioso ornamento brasileño. Su control con el pecho para bajar la pelota de Kroos fue una excelencia plástica a la altura de las grandes estrellas del balompié: el cuero le quedó franco para que el meta rival ni pudiera intentar la salida. Por fin las musas se aparecieron, y ordenaron a los cojones de Vini marchar a despejar de su subconsciente los recuerdos de cada error en los uno contra uno que le estaban minando, como el del golazo que pudo ser contra el Atalanta en octavos y que quedó en una última capa de lamentos y reproches que sumar a su lastre moral. El chaval la tocó de empeine con toda la clase de una figura y la envió a la red delante de uno de los mejores porteros del mundo. Bienaventurados los que tengan paciencia con los jóvenes con talento, porque lo disfrutarán el doble. Golazo, 1-0 y un poquito de justicia en todos los sentidos.
El partido siguió por la misma tónica. Los mariscales de campo Kroos y Modric dominando el teatro de operaciones sin apenas oposición y aunque no se generaban ocasiones continuas, si un equipo amenazaba el área rival era el Madrid. Tan sólo en el 35’, un pase de Alexander – Arnold a la espalda de Kroos vino a poner un poco de congoja hasta que Mendy sacó a pasear sus impresionantes habilidades defensivas ante Mané. Y no estuvo sólo el francés. Quién nos lo iba a decir. El partidazo que estaban cuajando sus compañeros de la línea de atrás, Lucas, Nacho y en especial, Eder Militao, estaba causando admiración continental. Y es que las musas se paseaban de brasileño en brasileño, mandando la timidez de sus protegidos a paseo y haciendo aparecer el carácter imprescindible para triunfar en estos dos futbolistas, de innegables cualidades físicas y técnicas.
No sabemos si lesionado o por cuestiones tácticas, pero el primero en mover el banquillo fue Klopp en el 41’, dando entrada a Thiago por Keita, muy superado por los centrocampistas locales.
Imagen: realmadrid.com
Un minuto después, una cesión de Alexander – Arnold a su portero es interceptada por Asensio con esa calidad que nos hace rogar que el mallorquín se transforme pronto de crisálida en una superestrella mundial de este deporte. De un toque sutil, exquisito, se libró de Alisson por encima de la salida del brasileño, para empujarla finalmente a la red y establecer un 2-0 de ensueño. Es justo reconocer que el error del lateral derecho estuvo causado por otro sensacional servicio de Kroos a la espalda de la defensa, que en esta ocasión buscaba la carrera de Mendy.
Unos segundos antes, en el origen del gol, el Liverpool había generado su mejor ocasión del primer tiempo. Un pase en profundidad a un desmarque fulminante de Mané termina con el senegalés sólo ante Courtois. Lucas le carga por la espalda y el africano cae y reclama una falta que, de haberse sancionado, podría haber acabado con el gallego expulsado. Afortunadamente, el árbitro estaba por usar poco el pito hoy, y ya se había tragado un clarísimo penalti de Kabak a Benzema en el 35’ (leed la Crónica Arbitral de @cubelas13, que os encantará). Es incomprensible que el VAR considere esta acción como observada por el árbitro. No se trata de un error de interpretación sino de apreciación, ya que no vio como el turco trababa entre sus piernas al delantero local.
Antes del 45’, Asensio estuvo a punto, mucho más escorado y con la diestra, de aprovechar otra cesión de la desconcertada zaga local a su portero, pero Alisson hizo gala de su clase y la envió a córner.
Se llegó así al descanso, con los madridistas frotándonos los ojos tras haber visto a los nuestros anular al Liverpool. Mané, Salah y Jota pasaron completamente desapercibidos, mientras que el cuero, las propuestas ofensivas y ocasiones claras fueron merengues. Demasiado bonito para ser verdad, pensaba uno.
Imagen: realmadrid.com
Y así fue. El Madrid salió demasiado confiado y muy atrás, tratando de explotar la velocidad de Vinicius y la clarividencia de Benzema tras unas recuperaciones que no llegaban nunca, a la par que los ingleses saltaban decididos a recortar la distancia. Modric y Kroos se largaron un rato a disparar a las trincheras en lugar de continuar ordenando el frente, la posesión pasó a ser red y nuestra portería se vio acosada aunque sin grandes ocasiones.
En el 50’, el Madrid realizó una desafortunadísima presión adelantada que partió al equipo y dejó a los tres puntas visitantes en un latifundio de espacios y en uno contra uno con sus pares. Jota recibió en la frontal, amagó el disparo y se fue de Militao con brillantez. Con la fortuna de los equipos de prestigio, el portugués disparó en posición franca pero Modric, hecho todo un titán y un ejemplo de pundonor, llegó para interceptar con la punta de su bota con tan mala leche que el rechace le salió una asistencia a Salah. El egipcio, anulado por Mendy durante los noventa minutos, no se había visto en otra así en el partido y aprovechó para enviarla a la red tras pegarla relativamente mal y rebotar en el travesaño. 2-1 muy injusto. Excesivo castigo para los cinco minutos que el Madrid erró en su planeamiento, ejemplo en sí de cómo este equipo penaliza los errores y lo delicadísima que será la vuelta.
El gol espoleó a los nuestros. Aunque el partido estaba un poco más abierto para los británicos, el Madrid iba recuperando poco a poco el control del juego y el acecho al área rival. En el 60’, llegaba un disparo de Kroos como resultado de una buena jugada por la izquierda que se marchó alto, ante el envío defectuoso de Asensio que la puso alta y a la zurda del teutón.
En el 62’, llegó la acción defensiva más espectacular del encuentro. Con un Jota renovado y ganándole acciones a Lucas Vázquez, el portugués sirvió tras penetrar por la izquierda para que Mané la enviara a la red en el primer palo. Como si de una aparición se tratara, a la espalda del senegalés se dibujó la rocosa figura de Mendy que, con un escorzo lleno de concentración defensiva, fuerza y elasticidad, tocó la pelota para conjurar la ocasión de peligro manifiesto en boca del gol. La actuación del lateral galo hoy ha sido, simplemente, brillante, supliendo con creces sus carencias en ataque.
Imagen: realmadrid.com
Instantes después, un rapidísimo saque de Courtois es aprovechado por el Madrid para salir a la contra. Asensio duda entre resolver ante Alisson o dársela a un Vinicius (que a esas alturas de encuentro ya sacaba de quicio a todo un Alexander-Arnold), malogrando la clara ocasión que se fue a saque de banda. La pelota se pone en juego y le llega a un Karim en línea de fondo que se ha hecho el gran experto en recibir desde el lateral y que, como el que no quiere la cosa y de espaldas a portería, se la da a Modric. Impresiona ver que el croata ya tenía en mente la posición de Vini en el punto de penalti y como, sorprendiendo a propios y a extraños, se la puso al primer toque para que el brasileño, asombrando aún más, la clavara con el interior de su diestra, sin despeinarse lo más mínimo y al más puro estilo de Cristiano, desde la mismísima posición de ariete. Esta noche, el secundario Vinicius dejaba atrás sus papeles de reparto y rompía con fuerza en la cartelera de Broadway. Ojalá que aproveche sus próximos roles como protagonista, que no será fácil a sus veinte añitos y ante la parroquia menos paciente del mundo. Confianza, desde luego, no le debe faltar tras su grandísima actuación de esta noche.
Dos minutos después, el carioca genera otra contra y sirve a Asensio en uno contra uno con Alisson, pero el mallorquín, cansadísimo ya por el esfuerzo realizado, se la deja atrás y desperdicia otra clara ocasión.
En el 69’, Zidane decide dar refresco al equipo sustituyendo a un Asensio agotado, así como cerrar la banda derecha local, izquierda visitante, por la que había llegado todo el peligro británico. La entrada de Valverde dio renovados bríos a los nuestros y el equipo se hizo aún más dominador. Vinieron diez minutos de largas posesiones con triangulaciones brillantes, de tiralíneas, ante las que los rivales sólo podían aplaudir mientras corrían tras la pelota. El centro del campo madridista hacía las delicias de unos espectadores que asistían asombrados a la capacidad de generar fútbol de una medular para la historia de este deporte, la conformada por Modric, Kroos y Casemiro.
Los nuestros nos estaban haciendo olvidar que enfrente había una grandísima escuadra con un buen entrenador cuando en el 80’, Klopp dio entrada a Firmino y Shaquiri. La posición del suizo fue especialmente beneficiosa para los suyos, posicionándose de interior diestro y generando superioridad en un medio del campo al que también se descolgaba el recién incorporado brasileño. Los nuestros no daban abasto a cubrir rivales y el Liverpool cercó al Madrid contra su área. Zidane introdujo algo de suero en vena al suplir a un brillantísimo pero desfondado Vinicius por Rodrygo. El escenario no cambió apenas. La personalidad y decisión del rival y el acierto en los cambios de Klopp, permitió al Liverpool doblegar al Madrid por primera vez en el encuentro, excepción hecha de los cinco primeros minutos de la segunda mitad. Los de Zidane, que hasta entonces le había dado un baño táctico a su colega, fueron muy superiores durante el resto de fases.
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Con el recuerdo vivo del gol de Salah y de las ocasiones perdonadas por los nuestros en la segunda mitad, uno se temía lo peor. Encomendados al rezo, dejando las uñas en muñones y con el móvil desbloqueado y el 112 marcado, los minutos se hacían siglos y la tortura de presentir una nueva injusticia en forma de recorte de la ventaja, se hacía más palpable con cada patadón y tentetieso de nuestros zagueros. Fueron unos minutos en que ni la olimos a los que el anti-casero colegiado añadió cuatro minutos, que ojalá alguien se los haga vivir en el otro barrio para que experimente la angustia que nos propinó de manera excesiva. Cierto es que en el tiempo extra, incluso sentimos la posibilidad de que llegara el cuarto ante el descuido de su área con que el Liverpool se volcó sobre la nuestra, pero uno ya no quería más sobresaltos y celebró el pitido final con entusiasmo, paz y sosiego.
Brillantísima actuación del Madrid. Planteamiento acertadísimo de Zidane que, para no tener ni puta idea, superó en no menos de 75 minutos a nada menos que el anhelado Klopp. No hablemos de bajas: las del galo eran más y mayores, y si no hubiera reconvertido a Lucas de lateral, resucitado a Nacho, Militao y Modric (sí, sí, no eran pocos los que decían que ya estaba para jugar 45 minutos como mucho) no sé qué habría sido de nosotros en la noche de hoy. Démosle al calvo lo que es del calvo que, encima, ha llevado al equipo a un gran estado físico en este tramo de la competición. Enorme partidazo de Modric, Casemiro y Kroos, agrandando la leyenda de uno de los mejores mediocampos de la historia de los que hemos tenido la fortuna de ser testigos, como de ver jugar a D. Karim Benzema. El genio galo ha dado hoy un espectáculo de creación entrelíneas y sólo le ha faltado el premio del gol que sí ha conseguido Marco Asensio, que suma y sigue en los últimos choques. Ojalá que despegue definitivamente.
Pero si de algo hay que hablar esta noche es de los secundarios. Partidazo de los ya consagrados candidatos al óscar al mejor actor de reparto: Mendy, Lucas y Nacho. Pero, sobre todo, la noche de Militao y Vinicius, que parecieron dejar esos fantasmas que les helaban la voz y le dejaban la mente en blanco cada vez que les tocaba intervenir sobre las tablas, desesperando a los espectadores a pesar del talento que se les entrevía. Ojalá se sumen definitivamente a la nómina de jóvenes promesas por las que pasa, en medio de una profunda crisis económica que impide los fichajes de relumbrón, el futuro de nuestra primera plantilla.
Ahora, a Liverpool con las mismas ganas, personalidad, decisión y ansia competitiva que han hecho de esta noche una velada digna de la historia de nuestro club, y con la que los grandes aficionados hemos gozado una vez más como niños. No será fácil, y de eso hay que estar más que mentalizados. Saldrán a arrollarnos y nosotros sólo podremos salvarnos siendo, una vez más, ese Madrid digno de su prestigio que esta plantilla está sabiendo representar. Eso ya os lo contará, con su genial estilo, @MiedoEscenico2. Hasta entonces, ¡Hala Madrid!
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