CRÓNICA | Diario de una estafa (II). A Varane parado: SD Huesca 1 – 2 Real Madrid

Una crónica de: @Datemus

Un nuevo episodio de la basura política que es la Liga, sólo digerible por los gigantescos y serviles estómagos de Tebas y su legión de satélites esbirros, llegaba hoy sábado bien cerquita de los Pirineos y del Árbol de Sobrarbe, cuna del nobilísimo Reino de Aragón.

La sombra de los Mayos de Riglo se asomaba, amenazante e imponente, sobre un equipo maltratado por la justicia y moralmente hundido, que llegaba a la capital oscense mermado por las bajas y por la a priori incomprensible decisión de su entrenador de no echar mano de varios de los mejores jugadores del Castilla, condenando al equipo a la alternativa alcoyana. Arribas y Blanco parecían dos verdaderos must en la convocatoria, que dirían los modernos.

Así, la leyenda gala, felizmente recuperado del maldito coronavirus, partía con Courtois bajo palos. En defensa, Odriozola y Mendy como laterales, y Varane y Nacho como pareja de centrales. En la medular, una vez más, Casemiro, Modric y Kroos y, como trío ofensivo, Vinicius Jr, Asensio y Benzema. Sorteo con cambio de  campos.

El partido comenzó con un par de sustos para el Madrid. En el 3’, un robo de balón del Huesca dio lugar a un pase en profundidad al más puro estilo del de la jugada de la expulsión de Militao. Unos segundos más tardes, una imprecisión entre Modric y Odriozola ante la adelantadísima presión local, dio lugar a otro robo que Rafa Mir envió al lateral de la red por poco. Así arrancaba el encuentro, con los aragoneses esperaban atrás excepto cuando Courtois iniciaba la jugada, en que adelantaban las líneas muchísimo para provocar la pérdida del Madrid muy cerca de su área.

Hubo que esperar nueve minutos para ver la primera acción en profundidad de los nuestros. Kroos, el mejor de los blancos, puso un balón a Asensio en el borde del área que fue seguido de un gran control y descarga a Benzema. El galo, con su portentosa visión de juego, dio un gran pase al desmarque en profundidad de Vinicius que, en el uno contra uno contra Jorge Pulido, el último defensor local, se la echó un poco larga y terminó por no llegar a la pelota antes que el portero.

Imagen: realmadrid.com

Hablando de Vinicius, servidor pensaba que el partido de hoy sería otra tortura para el brasileño por la absoluta falta de confianza y atrevimiento mostrada en sus últimas intervenciones, lo que le había convertido en la peor versión de sí mismo. No me gustó su entrada en el once siquiera por necesidad, pero me equivoqué por completo y tanto el entrenador como el chaval se fueron armando de pruebas para ello con el transcurso de los minutos.

En el 12’, llega una gran jugada individual de Vinicius desde la banda, con espacios y sin la inoportuna presencia que le supone le supone Mendy durante buena parte del partido. Tras un gran cambio de ritmo, deja clavado primero a su par fuera del área y después al central que acudió en la ayuda. Su descarga con el exterior hacia Benzema volvió a ser desgraciadamente marca de la casa, para desesperación de ese sector del madridismo que desprecia todos los méritos anteriores en cualquier jugada. La pelota quedó demasiado corta y el ariete blanco no pudo llegar a ella.

En el 14’, Asensio realiza su única jugada en profundidad durante la primera mitad, esta vez por la derecha. Su centro a Benzema adoleció de los mismos defectos que el de Vinicius en la jugada anterior, si bien es justo reconocer que apenas había línea de pase por el espeso un bosque de piernas rivales.

El primer cuarto de hora pasaba con el Madrid a más. Karim no aparecía pero Modric, que falló hasta tres pases durante los primeros minutos, se fue entonando cada vez más, colaborando con un Toni Kroos que para entonces ya había sometido a vasallaje a toda la medular aragonesa.

En el 24’, un pase genial del teutón, lleno de visión de juego, imaginación y magia a un gran desmarque de Vinicius desde la banda, nuevamente con espacio y sin Mendy de por medio, puso en uno contra uno al brasileño contra el meta local, Álvaro. Vinicius resolvió la nada sencilla acción con una vaselina que se fue por poco, si bien el línea levantó la bandera por un más que discutible fuera de juego.

Imagen: realmadrid.com

El Madrid dominaba con sus habituales problemas ante equipos cerrados atrás y bien colocados aunque con un poquito más de mordiente que en otras ocasiones. Además, Benzema seguía participando poco y la mayor parte de acciones ofensivas se concentraban por la derecha, con un nuevo episodio de una aportación más que discreta de los laterales en ataque. Mendy estaba siempre demasiado pronto arriba, como un exterior, ayudando a la defensa a concentrar efectivos por la zona en la que teníamos al jugador de más desborde, mientras Odriozola quedaba prácticamente inédito una jornada más.

En el 33’, Benzema aprovechó un gran pase de un cada vez mejor Modric para disparar con el interior de su diestra desde la frontal y obligar a Álvaro, el héroe local en el día de hoy, a realizar una gran parada ante una pelota que le había botado justo por delante. Gran disparo del francés que pareció despertar con la acción y comenzó a meterse en el encuentro.

Llegó el descanso con un dominio cada vez más abrumador del Madrid. Muy pocas ocasiones, cierto es admitirlo, pero suficientes a poco que aumentaran en la segunda mitas, más cuando el Huesca estaba completamente inoperativo en ataque. Perdía el balón en cuanto caía en sus pies y, lejos de poder armar alguna contra amenazante, pareció llegar al final del primer periodo agradeciendo que el Madrid hubiera sido incapaz de aprovechar para marcar.

Eso pareció pensar todo el vestuario del Madrid, que la cosa estaba hecha y, aprovechando el horario del partido, saltó al césped de El Alcoraz en medio de una profunda e ignominiosa siesta. Cuando el equipo está mal, lo menos que se le puede exigir es que esté concentrado para competir y dispuesto a luchar durante cada segundo del partido, respetando siempre tanto al rival como a los caprichos de un juego más que azaroso, sin perder de vista lo que las intervenciones de los árbitros han significado en las últimas jornadas. Lejos de ello, los nuestros se dieron al “cloroformo y Valium 10” y ofrecieron cinco minutos de un espectáculo esperpéntico, impropio de hombres que visten la elástica del Madrid.

El primer timbre del despertador sonó a los pocos segundos de la reanudación: Maffeo se incorpora por la derecha aragonesa y, completamente solo, con Mendy haciendo del peor Marcelo, pone un gran centro a Miquel Rico que, prácticamente de espuela, la envía al larguero de un quizás confiado Courtois.

Imagen: realmadrid.com

El Madrid estaba demasiado cómodo para despertar de ésta, así que golpeó el botón de snooze, dio media vuelta, se acurrucó y esperó un segundo toque de campana que, por desgracia, llegó dos minutos más tarde de forma mucho más dramática. Nacho pierde en la medular una porfía innecesaria. Para entonces, Mendy ya estaba por delante de Vinicius, fiel a esa incomprensible costumbre tan criticada en Marcelo por sus más grandes haters y tan excusada con el francés. Okazaqui aprovechó la autopista de seis carriles y centró muy pasado a la otra banda, por la que apareció (aparecer, no estar, pura clave del fútbol) Javi Galán sin ninguna vigilancia. El extremeño controló fuera del área y con el balón ya dentro de la zona de castigo, soltó un formidable zurdazo de empeine con el que envió la pelota a limpiar las telarañas de la portería de Courtois. Un formidable golazo, de esos que uno recuerda que siempre salen cuando los jugadores huelen la sangre de un Madrid herido, de un gigante tambaleante contra el que el jugador sabe que cualquier intento de mordisco va a ser certero. Muy malos presagios para lo que quedaba de encuentro que, por si fuera poco, parecieron confirmarse con un tercer disparo al palo, esta vez de Rafa Mir a un gran centro pasado desde la izquierda de nuestro canterano Seoane. ¿Pueden ver dónde estaba Mendy en la jugada?. Nada menos que marcando la espalda del delantero centro rival. Menos mal que no era Marcelo. Horrorosa la tarde del francés en el día de hoy. En las crónicas toca contar y juzgar lo que los jugadores hacen más allá de su dorsal, su apellido o el amor de papá tuitero con el hijo adoptivo favorito.

El primer cuarto de hora del segundo tiempo estaba a punto de concluir en medio de un incomprensible naufragio cuando, en el 54’, el Madrid consigue salir por vez primera tras la reanudación. Los visitantes aprovechan un gran robo de Vinicius para salir a la contra. El carioca cede a Asensio y el Mallorquín se va en una rápida conducción, con la pelota completamente pegada al pie, a buscar la frontal del área contra la descolocada defensa rival. Gastón Silva, oliéndose el peligro, zancadillea a Asensio ganándose la amarilla y cortando de cuajo el contragolpe pero, eso sí, permitiendo al rival disponer de un libre directo en una posición peligrosa.

Allí surgió la figura de una estrella mayúscula de la historia del madridismo. Denostada durante años por los madridistas más adictos al vinagre, por una opinión que se autoproclama sazonada de la especia de la exigencia pero que no disimula un gusto amargo tan próximo al piperío que ni les deja darse cuenta, la enorme estampa de Benzema surgió cuando más lo necesitábamos afición y compañeros. En medio de una crisis sin paliativos, el galo cogió la pelota y la miró con ojos inyectados en veneno. Su mirada llevaba un halo de liderazgo, de confianza, de concentración, de competitividad asesina, de fe en sí mismo y de un orgullo tan palpable que me convenció de primeras de que el balón entraba mientras agradecía felizmente que jugara en el Madrid. Su disparo, sin embargo, se estrelló en el larguero pero salió repelido en vertical, como si hubiera pretendido, fruto de su más esencial naturaleza, asistir a un compañero en lugar de marcar él.

Toda la afición se dio al rezo durante la eternidad que, contra todas las leyes de Newton, le llevó a la pelota volver a bajar a los lugares en los que los jugadores pueden participar. Mientras orábamos, locales y visitantes se apiñaron en torno al posible punto de caída en el área pequeña con la intención unos de despejar y los otros de marcar, y con el meta Álvaro fuera de juego por su intento de parada. Allí entró Varane con decisión y, aprovechando sus muchos centímetros de altura y saltando como la ocasión requería, tocó lo suficiente para enviar la pelota a la red y establecer las tablas en el marcador.

El gol cambió el encuentro por completo. El Madrid se tornó agresivo y decidido. Pareció rebelarse contra su autocomplacencia siestera de los primeros minutos del segundo tiempo y a no estar dispuesto a arruinar más, de manera tan tonta, todo el esfuerzo realizado. Buena muestra de ello fue el robo de Asensio a Seonae en el 59’. En un esfuerzo de los que nos gustaría ver más a nuestro zurdo, cuerpeó contra nuestro canterano, le ganó la acción y se fue a la frontal haciendo un prodigioso slalom en el que se libró de todo el que salió a su paso. Su disparo ya dentro del área, lo desvió a córner pulido con la puntita de su bota en última instancia.

Imagen: realmadrid.com

No obstante, en el 62’, el Huesca tuvo la mejor ocasión hasta entonces del encuentro. Javi Galán pone un gran centro desde la izquierda oscense y Rafa Mir aparece completamente solo en el segundo palo, para rematar a placer de un cabezazo que, de no ser por San Tibou, habría roto las redes de la portería madridista. La mano del santo belga no sólo es prodigiosa por los reflejos, sino por la firmeza con la que permanece erguida, capaz de desviar un balón que habría doblado las muñecas de cualquier otro mortal convencional. ¿Dónde estaba Mendy?. Pues eso, a la espalda de Mir…. Qué tardecita nos has dado, majo.

En el 66’, Zidane movió ficha dando entrada a Odriozola por Marcelo. Mendy se fue a la derecha y el Madrid se volcó aún más sobre la meta de su rival.

En el 67’, llegó una preciosa combinación al primer toque entre Modric, Asensio y Vinicius, que dejó un balón franco y lleno de precisión (han leído ustedes bien) para el magnífico desmarque de un desatado Benzema a esas alturas de encuentro. No era el día hoy del francés frente a puerta y su chut con el interior de la zurda salió algo mordido, lo que permitió a Álvaro realizar otra buena intervención.

En el 76’, Vinicius, con espacios y sin Mendy, se va como quiere por la banda izquierda de su par Jorge Pulido. Su envío pasado es recogido de cabeza por Asensio, que la pone con picardía al interior del área pequeña. Tras rozar levemente en un defensa, la pelota le queda muerta y a placer a Karim para enviarla a la red. El francés la pega a romper de empeine pero cuando todos cantábamos el gol, la estrella en el pecho del meta Álvaro que ni la vio venir esta vez, pero que volvió a salvar una vez más a los suyos.

Fue la última acción de Vinicius en el partido. Menos participativo que en el primer tiempo y con síntomas de cansancio, fue sustituido por Marvin. Mientras tanto, Mariano entraba por Mendy. El Madrid se colocaba con tres centrales, con Casemiro completando la dupla inicial, y con Marvin y Marcelo como laterales largos.

Imagen: realmadrid.com

En el 80’, otra gran jugada entre Kroos, Casemiro, Modric y Karim, termina en un nuevo disparo del francés y otro paradón de Álvaro. El equipo, volcado con carácter y decisión sobre el área local, era víctima de sus más que notorias dificultades para marcar.

Cuando todo hacía presagiar que se escapaba un poquito más la Liga, en el 83’, el grandísimo Kroos sacaba una falta lateral que el mismo había recibido. Su envío describió un segmento elíptico para el que ni su paisano Kepler habría encontrado ecuación que la describiera, por mucho que las hallara para el movimiento planetario. Llegó al segundo palo sin posibilidad alguna de que el portero pudiera siquiera aspirar a despejarla y allí apareció otro de los grandes de esta plantilla, Case, para rematar un gran cabezazo que sólo Álvaro, en el típico día del portero que se convierte en internacional contra el Madrid, impidió que entrara. Sin embargo, el portero local hizo lo que pudo demostrando que es humano, y su despeje quedó manso cerca del área pequeña donde Varane, que llevaba sin marcar casi dos años, apareció para enviar no sin cierta dificultad, la pelota a la red.

El 1-2 sentenció el encuentro y el partido llegó al final con más opciones de uno a tres que de igualada.

Victoria importantísima del Real Madrid esta tarde por varias razones: por lo tocado que está el equipo, por lo difícil que es invertir dinámicas negativas, porque se vio carácter, liderazgo y orgullo torero para revertir la incuria en la que los propios jugadores cayeron al inicio del segundo tiempo, porque Zidane acertó tanto con los cambios como con el hecho de que no se echaran de menos los jugadores de los que el Castilla disfrutará mañana, interrumpiendo su funesta racha de direcciones de partido, por la legión de bajas del equipo, porque por fin sacamos fruto del balón parado, por ver a un Vinicius más parecido a Vinicius, y por la ciclogénesis vinagrera que habríamos soportado de haber perdido puntos con el colista, librándonos, siquiera por unos días, de los periodistas y aficionados más plomizamente pesados del universo. Hay que ser justos con los nuestros cuando lo merecen, lo que no oculta las costuras que se le ven a este equipo, incapaz de solventar los encuentros con autoridad ni cuando el rival es inferior. El martes, nueva reválida. Partido aplazado que nos permitirá ponernos al día en el calendario,  encima sin un grandísimo Toni Kroos en el día de hoy, que vio su quinta amarilla en cuanto Estrada Fernández tuvo ocasión para ello. Esperemos que siquiera, a base de orgullo, salvemos otra bola de partido.