Un articulo de: @Laiguanablog
El Real Madrid siempre vuelve. No es un mantra absurdo ni una ocurrencia. Se les deja destrozados, a punto del fallecimiento, y regresan. Siempre. No puedes creerte que está vencido, porque se levanta y te empata o vence. No se le puede dar por muerto. Cuando se les tenga a tiro hay que ganar. Es un equipo al que no se le puede vencer fácilmente. Nunca. Esa es la esencia del Real Madrid. Siempre luchar. Nunca dejar de pelear hasta que el árbitro pite el final. Ese es el secreto del minuto noventa y Ramos. Ese es el motivo por el que a nuestros rivales se les ha quedado cara de berza al ver cómo nos revolvíamos y nos rebelábamos contra la inminente derrota acabando por vencer el partido. Todo nervio y corazón, dice nuestro himno, el de verdad, el de las mocitas madrileñas, y así es.
No son pocos los títulos que hemos logrado llevarnos así, con nervio y con corazón. Pese a quien le pese. Es que es una afición pipera y que silba a los suyos, dirán despectivamente. Efectivamente así es. Es una afición que identifica la desidia y la lucha. Que aplaude la entrega, incluso la ajena, pero espera siempre un poco más de su equipo. Somos una afición rara, por supuesto. Somos la afición del más grande. Del más laureado. Del campeón de campeones. Del rey de la selva. ¿Quién se atreverá a enseñar a papá cómo se hacen hijos? Pues hay mucho advenedizo y mucho boca-chancla que se atreve a decirnos lo que debemos aplaudir, silbar, cantar, animar, celebrar y sentir. Del sentimiento escribí el otro día. No me voy a repetir. La afición del Madrid es fría. La afición del Madrid es áspera con los suyos. La afición del Madrid es irónica. Los aplausos a rivales e, incluso ovaciones y hasta cánticos festivos, son sarcasmo arrojado a la cara de los nuestros. Sí, es eso y mucho más. Como cuando se aplaudió a Ronaldinho. Era para hacer más escarnio de los jugadores propios que alabanza al ajeno.
La afición del Madrid, esa denostada -por propios y extraños- afición madridista, siempre ha sido así. Es una afición, o, por mejor decir, somos, a la que tiene que trasmitir el jugador las ganas de animar. El ánimo va del césped a la grada y no al revés. Parte del jugador. Del nuestro, claro. Todo nervio y corazón, ¿recuerdan? Pues eso es lo que tienen que demostrar los jugadores en el terreno de juego. En otros estadios ven hacer tres tacones seguidos y se ponen a hacer la ola, aunque se pierda el balón. En el Bernabéu, en cambio, puede haber una jugada de tres tacones que, como pierdan el balón, dependiendo de cómo vaya el partido, hay pitos o murmullos en el graderío. Recuerdo una jugada en la que el mítico Rafael Martín Vázquez hizo una rabona (entonces aún no se le llamaba rabona) y la gente ni caso, incluso le pitaron porque el balón salió por la banda. Ahora bien, echó una carrera para llegar a un balón que se perdía por la línea lateral, al que se veía que no iba a llegar ni cogiendo el AVE, y la gente se levantó de su asiento ovacionándolo.
Imagen: abc.es
En el Bernabéu el pase horizontal chirría. No gusta. Dar tres, es motivo de pito. Dar seis se puede considerar retar al público a que eche una bronca monumental al equipo. Un pase al portero antes era pitada segura. Ahora con el gili-fútbol este que impera en todos lados de pasecito horizontal en corto y de posesión infinita, puede que se sea más laxo con él, pero antes no se permitía. En absoluto. Era una blasfemia. En el Santuario no se puede hacer semejante sacrilegio. El gili-fútbol es para otros. No para nosotros. Lo nuestro es llegar a la portería rival cuántas más veces mejor. Luchar todos los balones y hacer una presión asfixiante. Todo lo que no sea eso, no termina de gustar en el Santiago Bernabéu. Eso es nervio y corazón.
Hay periodistas que, ciegos por el juego practicado por otros equipos, creen que esa es la única, sacrosanta y verdadera manera de jugar a este maravilloso deporte. Ningunean estúpidamente la tradición futbolística de la afición que más laureles ha visto colocar a su escudo a lo largo del tiempo. El buen fútbol, paradójicamente, lo hacen otros. Que lo hagan. Así nos llenan el estadio cuando vengan. En el Real Madrid el buen fútbol es lucha y éxito. Sin lucha no hay éxito y el éxito comienza por la lucha. Ese es el a-b-c de primero de madridismo que debería saber todo junta-letras que se ponga a escribir sobre nuestro Real Madrid. Eso es lo primero que debe aprender el entrenador de turno que venga a entrenar a nuestro equipo. Eso es lo primero que debe aprender un jugador que quiera triunfar aquí.
Las chorradas no valen. Hay que ser funcional. Te adornas solo como recurso. El tacón, la rabona, la “espaldinha” y todas las chorradas que se les ocurran, son recursos, nada más. Y luchas. Si tienes dudas de lo que hacer en el terreno de juego, corre y lucha. Lucha, lucha y, después, lucha. Hasta que, extenuado, pidas el cambio. Eso es corazón. El nervio, por su parte, es meter el pie fuerte. Entrar duro, pero con nobleza, al balón. No arrugarse. Que el partido es en el barro y hay que fajarse. Te fajas. Nada de: “ay, que me mancho” La humedad relativa del aire y el largo de la brizna de césped, a nosotros nos dan igual. Si el equipo rival se ha encerrado y no hay forma de entrar. Tiras el muro abajo. Chutas de fuera. Haces lo que sea por ganar el partido. Las excusas no sirven. Aquí sirve la lucha. Es decir, ser todo nervio y corazón.