Una crónica de: @MiedoEscenico2
Llegaba la cuarta jornada de UEFA Champions League a un Estadio Santiago Bernabéu preparado para cualquier cosa. El Galatasaray se presentaba al partido en la condición de colista del grupo, con mucho que perder y poco que ganar. Zinedine Zidane, nuevamente discutido tras el empate ante el Betis, volvía a alinear al once que parece haber asumido galones de titular para el entrenador francés. La alineación compuesta por Courtois; Carvajal, Varane, Ramos, Marcelo; Casemiro, Kroos, Valverde; Hazard, Benzema y Rodrygo comienza a recitarse casi de memoria.
Y el partido comenzó como vienen comenzando los partidos en el coliseo blanco últimamente: un breve escarceo del Galatasaray antes del minuto 2 dejó paso a un recital del equipo madridista asentado en campo contrario, presionando arriba, recuperando balones y con una alegre novedad: Rodrygo cambió su rifle por una ametralladora. Corría el minuto 4 cuando Marcelo centró desde la esquina del área, algo pasado, y el joven brasileño recogía el balón, recortaba casi con dulzura, y mandaba con su pierna izquierda un remate con efecto a la red. Corría el minuto 6 cuando Marcelo centró desde la esquina del área, con su pierna derecha, y entre dos centrales del equipo turco, Rodrygo remataba de cabeza a las mallas de la portería de Muslera. Las gradas no sabían si cantar a Juanito Maravilla o celebrar el 2-0, perplejas todavía.
Poco antes del minuto 10, un pisotón de N’Zonzi a Kroos sobre la línea de la frontal del área fue reclamado por el jefazo teutón, revisado por el VAR, por el propio árbitro en la pantalla a ras de campo, y acabó en penalti a favor del Madrid. Sergio Ramos lo lanzó, estilo Panenka, y elevó el marcador a 3-0. A partir de ahí, el cuadro de Estambul ya no sabía muy bien qué hacer: si se estiraba, el Madrid salía como un torbellino hacia su área, pero si se encerraba, el cuadro merengue le caía encima con 8 jugadores rondando las inmediaciones del área. El caso que es que probaron de todo, y nada les funcionó. Mientras tanto, el Madrid llegaba con espíritu aventurero al borde del área, pero tampoco conseguía rematar con claridad a puerta.
Cerca de la media hora de partido, Hazard, cada vez más entonado, recortaba hacia adentro, y trataba de disparar a portería, pero Luyindama le metía la pierna y, ya de paso, le dejaba un boquete en el tobillo. Marcelo comenzaba a quejarse de molestias, y parecía que, una vez más, una primera media hora deslumbrante iba a dejar paso a un bajón físico. Pues no. Ahí decidió Benzema desempolvar de nuevo su violín, Casemiro sacó sus tijeras de podar, Carvajal arrancó su cosechadora, Valverde desplegó sus alas y tomaron el relevo con decisión. En el minuto 38, una falta lateral botada por Kroos era rematada de cabeza a la red por Casemiro, pero el gol era anulado por fuera de juego. Mendy entraba al terreno de juego en el minuto 42 sustituyendo a Marcelo, pero la dinámica seguía igual.
En el minuto 44, el chaval de la ametralladora sacó su lado generoso y, tras robar un balón gracias a la presión de Valverde, entró al área, escorado a la derecha. Puso el balón al corazón del área pequeña, y allí apareció el viejo Benzema que, con un toque sencillo, envió el balón al fondo de la portería, y las esperanzas del Galatasaray al cubo de la basura. Se llegó al descanso con 4-0 y una sensación de superioridad y control poco recordada en el Bernabéu. Quedaban en la retina controles magníficos de Hazard, sobriedad absoluta de Varane atrás, paredes de Benzema en la frontal del área, Kroos haciendo de jefe de operaciones ofensivas, Valverde con sus botas de siete leguas, Casemiro eternamente bien colocado… el nuevo-viejo Madrid estaba rompiendo el cascarón.
El inicio del segundo tiempo, en vez de presagiar de nuevo una caída física, vio al Madrid más dominador desde hace un año. Los turcos perseguían sombras mientras el equipo blanco castigaba una y otra vez por las alas a la defensa rival, con Mendy presumiendo de músculo y velocidad, y Carvajal poniendo al juego, en ocasiones, una pausa desconocida en él. En torno al minuto 60, llegó el momento más temido: Zidane, que últimamente no andaba muy acertado con los cambios, decidió dar entrada a Modric por un Casemiro hiperutilizado desde el inicio de la temporada. Valverde retrasó su posición, y descubrimos que el Pajarito podía ser aún más peligroso, a veces siendo un buitre en la recuperación, a veces siendo un albatros lanzado a toda velocidad hacia arriba. No sabemos cómo se dice box-to-box en charrúa, pero Valverde salió de su propio cascarón de interior y de ahí nació un medio centro brutal.
A Modric le costó unos minutos entrar en la dinámica de juego que ha impuesto Zidane, pero pronto se acostumbró a la misma. En el 68, Zidane decidió dar descanso a un Hazard cansado, pero con una sonrisa de oreja a oreja al salir, y dar entrada a Isco en su lugar. También le llevó unos minutos incorporarse al nuevo estilo, pero no desentonó como en días anteriores. Rodrygo se cambió de banda, y Modric estaba ya tan a tono que, en el minuto 81, lanzó un balón hacia la línea de fondo, al ver la entrada como una flecha de Carvajal, que había cambiado la cosechadora por una moto GP. El de Leganés llegó hasta la cal y puso un pase de la muerte, preciso en dirección y fuerza, que el violinista Benzema sólo tuvo que empujar a la red, estableciendo el 5-0.
Hablamos poco de Benzema para que no se nos vea el plumero, y no digan que si somos mojabragas o lindezas del estilo, pero es que lo de la segunda parte volvió a ser una exhibición del francés. Montó sociedades aquí y allá, se entendió con Rodrygo, con Hazard, con Mendy, con Carvajal, con Kroos, y con cualquiera que llegara con ganas y fuerza al área, distribuyó a los lados, devolvió paredes, y la defensa turca ya no sabía si salir (mal) o quedarse (peor). También él tuvo alguna oportunidad más, pero no anduvo fino para batir a Muslera tras alguna jugada individual brillante. No obstante, si decíamos que Kroos es el jefe en la construcción del juego madridista, Benzema es el auténtico eje del juego ofensivo.
Para acabar de darnos la razón, en el último minuto del descuento, el viejo Karim asomó al balcón del área, vio cómo el brasileño de la ametralladora entraba con la canana a cuestas, metiendo el cargador y quitando el seguro, y le puso un caramelo entre él, la defensa y el portero. Rodrygo, en su último esfuerzo, tocó levemente el balón con su pie derecho, y envió el balón a la red para certificar la media docena de goles y, algo más importante, que el Madrid estaba volviendo a Europa, tras una etapa de cierto letargo. Con el 6-0 en el marcador, el partido llegó a su fin, con un cuadro blanco exultante y una afición divertida por el partido ofrecido, y reconciliada con los suyos.
La noche en que brilló la estrella de Rodrygo, por el que nos han apuntado 45 millones unas cuantas veces, tuvo final feliz. Sin dejar de ser cierto que el Galatasaray era, con diferencia, el rival más débil del grupo, al equipo madridista le hacía falta un partido así. Una oportunidad de oro para que la nueva criatura de Zidane, de la que sólo habíamos atisbado un estado embrionario, rompiera el cascarón y se presentara en público. Tras meses de atizar al huevo, se descubrió lo que se estaba empollando. Y, amigos míos, si hablamos del Real Madrid… será por huevos.
RESULTADO FINAL: REAL MADRID, 6 – GALATASARAY, 0
GOLES:
1-0: 4′ Rodrygo Goes (asistencia de Marcelo).
2-0: 6′ Rodrygo Goes (asistencia de Marcelo).
3-0: 14′ Sergio Ramos (penalti)
4-0: 45′ Karim Benzema (asistencia de Rodrygo)
5-0: 81′ Karim Benzema (asistencia de Carvajal)
6-0: 92′ Rodrygo Goes (asistencia de Benzema)
REAL MADRID: Courtois; Carvajal, Varane, Ramos, Marcelo (Mendy, 42); Casemiro (Modric, 60), Kroos, Valverde, Hazard (Isco, 68), Benzema y Rodrygo.
ÁRBITRO: Felix Zwayer (Alemán). Tarjeta amarilla a Valverde (minuto 42).
Imagenes: realmadrid.com