Un articulo de: @rlopezg80
Hace unos días, en la red social Twitter, me encontré con una viñeta de los años setenta en la que varios personajes cuchicheaban tras una figura que encarnaba al Real Madrid. Estos personajillos comentaban, mirando de reojo a la figura del club, sobre que si ya no fichaban pagando grandes sumas de dinero, si ya los árbitros no se equivocaban a su favor y si ya tampoco tenían suerte, de qué iban a hacer la campaña. En un primer momento, rápidamente asocié esos personajes a la prensa, pero pensando con un poco de mala leche, llegué a la conclusión de que también podrían ser perfectamente aficionados madridistas.
Sí. Madridistas. Porque recién finiquitada la jornada 4 de Liga, después de arrasar sin pisar el acelerador al Barcelona en la Supercopa de España y de ganar con un equipo recién llegado de las vacaciones a un Manchester en la de Europa, ya había voces pidiendo dimisiones, cabezas, y quitándole de las manos a la prensa el altavoz con el que gritan que Zinedine Zidane es sólo un alineador con mucha suerte (y qué coño, antes de la jornada 4, en agosto, ya había algunos dando la voz de alarma con los ojos desorbitados por los partidos en EEUU). Voces que son infatigables al desaliento y a los títulos. Voces que paradójicamente son también las que se enfurecen cuando la prensa antimadridista que manda en este país dice exactamente lo mismo que ellos. Ver para creer.
Tras ver la viñeta, uno llega a la conclusión de que, al menos la prensa, siempre ha iniciado y alentado campañas contra el club. Es una batalla que el Real Madrid ha perdido o que nunca se ha molestado en luchar, al menos de manera seria. Lo que me llama poderosamente la atención y despierta mi bisoña curiosidad, es saber si también una parte de la afición ha sido siempre una aliada tan poderosa de esa prensa. Y es que es algo que jamás entenderé pero que lamentablemente no es nuevo. Gente que dice con orgullo que en el Santiago Bernabéu se ha pitado a Alfredo Di Stefano o a Zinedine Zidane. Y lo dicen hinchados como pavos reales, como si ese fuera el mayor patrimonio del club. Pitar en su propia casa a dos mitos como éstos. Y gente que para continuar salvaguardando este gran “tesoro” del club, continúa esta tradición secular inundando las redes sociales llamando cojo a un tío que ha marcado goles que han valido una Champions o una Copa del Rey (por poner como ejemplo al pitado de moda en el Bernabéu). Gente que tiene en sus fotos de perfil a ese mismo cojo celebrando uno de esos goles. Premio Nobel futbolístico a la inteligencia.
Gente que también espera con el colmillo goteando que Benzema falle un par de ocasiones, que a Carvajal le cojan la espalda, que Cristiano no le ceda un gol a un compañero, que Morata marque goles con el Chelsea o que Bale se lesione de nuevo. Gente que está deseando desenterrar la guadaña y sacarla a pasear mirando al palco o al banquillo y ajustar cuentas pendientes (¿?) por no haber fichado, vendido o alineado según su perspectiva de amplia experiencia como jugador, entrenador y/o presidente del club. Basta darse una vuelta por los comentarios de cualquier noticia de periódicos digitales, o por tuiter, ese infierno maravilloso de bilis tanto madridista como antimadridista, cada vez que no ganamos por 4-0 jugando como los ángeles.
Yo no voy a repartir carnets como también hace cualquier tuitero que parece que sin él el Real Madrid poco menos que no existiría. Gente que luce chapa, como le decía Capone a Ness, presumiendo de que lleva no sé cuantos años de socio. Tampoco pretendo decir lo que tiene que hacer cada uno, pues cada uno es muy libre llevar el madridismo como más le plazca, desde la de apoyar incondicionalmente al club en cualquier situación, a la de pitar a sus jugadores y aplaudir a sus rivales. No. Lo que quisiera poner de relieve, es que las grandes remontadas de los años 80, todas ellas precedidas de dolorosas derrotas en las idas, no se consiguieron linchando al equipo y al club tras la derrota de la ida, sino haciendo del Bernebéu una caldera y un jodido infierno (para el rival) en las vueltas de esos partidos. Unos jugadores con los ojos inyectados en sangre y unas gradas a reventar con 85.000 personas gritando enfurecidas a tres metros escasos de la línea de cal que fueron un auténtico calvario para cualquier rival. Un estadio donde no había cuartel para el enemigo, ya fuese local o visitante.
Lamentablemente la opción de la mayoría de los que tienen el privilegio de ir hoy día a cada partido, la soberana afición que para bien o para mal es la imagen que damos en cada partido al mundo, es ir a sacar fotos, comer pipas, cantar los goles (si les pillan mirando al campo), leer incluso, y si les apetece gritar algo, es cojo al extremo, subnormal al defensa, o inútil al delantero. La guinda del pastel es leer al día siguiente el Marca o el As, y cagarse en los muertos de sus chupatintas a sueldo por las campañas que no paran de hacer con la hernia de Bale o la titularidad o no de Isco, por ejemplo, mientras berrean luciendo chapa: ”Qué asco de prensa, todo el día echando mierda al club, mientras éste no hace nada”. Y mientras tanto, otros nos agarramos con fuerza al “estamos solos contra todos”, preguntándonos si ese “todos” se refiere a los antimadridistas, o también incluye a algunos madridistas.
No obstante, sigo convencido de que este club, como el país al que pertenece, es el más fuerte e indestructible del mundo y seguirá siéndolo por los siglos de los siglos, pues si ha sobrevivido tanto tiempo a una parroquia (no toda, por suerte) que compra ávida la mierda que nos echan encima nuestros enemigos, y no ha caído, no habrá rival que pueda tumbarle. Y no pierdo la esperanza de volver a tener el Bernabéu de los años 80, cuando a pesar de no tener ni mucho menos el mejor equipo ni el mayor presupuesto de Europa, sí teníamos un estadio que nadie quería visitar y una plantilla a la que no le cabían los cojones por el túnel de vestuarios. Porque si alguien es capaz de conseguir lo imposible, ése es el Real Madrid. Así sea.