Una crónica de: @luismanper
Elegí para titular esta crónica esa justificación que dio Ancelotti de la eliminación copera, porque ese refrán español que dice aquello de “A quien da todo lo que tiene no se le puede exigir más” me parecía demasiado largo, porque sinceramente creo que al Real Madrid ayer no se le puede reprochar mucho más que falta de acierto en ambas áreas, tras haber sido eliminados por el Atlético tras una sucesión de infortunios en forma de goles regalados por dudas entre el portero y la defensa, dos disparos al poste tras rebotar en defensores colchoneros y un gol anulado en el que la norma de que el fuera de juego se rompe cuando viene de un rebote la dejaron para otra ocasión. Pero como diría Jack el Destripador, vamos por partes.
Ancelotti hizo pocos cambios con respecto a la semifinal de la Supercopa, pero los que hizo se le notaron al equipo pues dio el enésimo giro a la portería apostando esta vez por Lunin, la defensa no varió apostando de nuevo por Carvajal y Mendy en los laterales y Rudiger y Nacho como centrales, pero sí movió el eje del equipo dejando en el banquillo a Tchoaumeni para dar entrada a Camavinga, a quien acompañó de Modric y Valverde, con Bellingham en la otra punta del rombo y Vinicius y Rodrygo en la delantera.
Imagen: realmadrid.com
Si ya de por sí, el Atlético de Madrid sale a los derbis como si fuera el último partido que va a disputar en su vida, la derrota del miércoles pasado les sobremotivó especialmente para salir a degüello y sin reservas desde el principio, si bien los homenajes prepartido a Griezmann por batir el récord de Luis Aragonés como máximo goleador de la historia del club rojiblanco y al fallecido Jorge Griffa, atolondraron a los indios en los primeros minutos por lo que las primeras ocasiones fueron blancas, Jude Bellingham mediante, quien se sacó de la nada un disparo dentro del área que rebotó en un defensa y se estrelló en el larguero quedando el balón muerto a Vinicius, quien no supo como rematar un balón que llegaba demasiado alto y que acabó golpeando con el tobillo mandándolo a la estatua de Simeone que hay fuera del estadio, quizá por eso el Cholo le buscó posteriormente en tanganas absurdas que aunque hubiera sido solo por estar amonestado, el brasileño debería haber toreado.
Tras ese primer golpe en la mesa madridista, empezaron unos minutos de tanteo en la que el mediocampo blanco hacía aguas por todos los lados, pues Camavinga estaba desbordado, Modric desaparecido (quizá más de uno en el cuerpo técnico si el croata está para partidos de tanta exigencia física) y Valverde no sabía si el partido era de carne o de pescado, sí debía atacar, defender o ambas cosas a la vez, lo que desembocó en varios centros del Atleti a la olla buscando un balón aéreo que desarbolara a los centrales blancos, intuyendo quizá las dudas que iba a mostrar a Lunin poco después, pues si bien el ucraniano detuvo los 2 primeros cabezazos colchoneros a esos centros laterales, en el tercero fue Rudiger quien cabeceó para despejar pero su rechace cayó mansamente en el área pequeña, y portero ucraniano ni salió a interceptar su despeje para que no pasara a mayores ni se hizo grande para cubrir portería en el remate de Samu Lino que llegó como un rayo para adelantar al Atleti en el marcador, sin embargo para hacer justicia a la igualdad que se había visto en la primera parte, Oblak nos hizo un favor al borde del descanso fallando un despeje de puños en una falta lateral que Modric metió a la olla y el esloveno acabó metiéndose en su propia portería el 1-1, en una de esas acciones pocas veces vista a un portero tan experimentado.
Imagen: realmadrid.com
La segunda parte comenzó con el Real Madrid volcado buscando decidir el partido antes que el desgaste físico de la Supercopa se hiciese notar, pero Rodrygo no tardaría en comprobar que la suerte nos iba a ser esquiva, primero con un disparo raso con poco ángulo que despejó Oblak con los pies y luego con otro disparo rebotado en un defensa que se volvió a estrellar en el larguero, en esas estábamos cuando Lunin volvió a dejar abierto el debate de la portería, tras salir tardísimo a un balón que rebotó en Camavinga para quedar muerto en el área pequeña, y que ni el ucraniano ni Rudiger acertaron a despejar, cuando Lunin se decidió ya era demasiado tarde y lo estrelló en la espinilla del propio Rudiger dejando a Morata a puerta vacía para empujar el 2-1.
A partir de ahí, Ancelotti quemó sus naves sustituyendo a Mendy y Modric para dar entrada a Brahim y Kroos, desplazando a Camavinga al lateral izquierdo, posteriormente fueron Rodrygo y Valverde quienes dejaron su sitio a Joselu y Tchoaumeni respectivamente, pero Simeone también jugó sus cartas sacando a Nahuel Molina en lugar de Saúl, y hay que reconocer que el lateral argentino secó a Vinicius, a quien ayer se vio de nuevo más pendiente de las broncas con los rivales que pendiente del propio partido, como demostró encarándose con la grada pronazi del Frente Atlético, que en los prolegómenos del encuentro le había vuelto a llamar mono, dirigiéndose a ellos en la celebración del 2-2 que marcó Joselu cabeceando un centro de Bellingham para mandar el partido a la prórroga, empate al que se llegó gracias a que Lunin se resarció de su fallo en el segundo gol desbaratando un mano a mano a Griezmann y otro a Morata.
Imagen: realmadrid.com
Pudo llegar el 2-3 cuando Vinicius quiso emular a Cruyff rematando de tacón un centro pasadísimo pero Oblak lo paró y el despeje de Hermoso se estrelló en Giménez yéndose alto por poco, en la enésima demostración que la Diosa Fortuna nos iba a obligar a jugar la segunda prórroga en 8 días, y esta vez Simeone había aprendido la lección de que debía guardar fuerzas para un tiempo suplementario en el que el Real Madrid acusó el desgaste físico de la semana pasada y en el que se deslavazó el equipo, hasta el punto que cuando el propio Vinicius perdió un balón ante Griezmann en el mediocampo nadie le ayudó a presionar al astro francés, y como el brasileño tenía amarilla (el esperpento de Cuadra Fernández sacando tarjetas a diestro y siniestro, excepto la más clara en la que De Paul pisó a Carvajal en la jugada previa al tercer gol atlético y el árbitro se dio cuenta que si le amonestaba por ese pisotón tenía que expulsarlo al ser la segunda amarilla, se lo dejo a la crónica arbitral del gran Nilo Campo), el caso es que a Vinicius le faltó instinto defensivo para parar a Griezmann por lo civil o por lo criminal, que diría Luis Aragonés, y sin ayudas defensivas el extremo brasileño no pudo evitar que Griezmann llegase al área pequeña y fusilase a Lunin sin contemplaciones para volcar el partido definitivamente del lado colchonero.
Aun así al Real Madrid todavía le quedaron fuerzas para buscar el empate y más tras los cambios que Ancelotti hizo en el descanso de la prórroga en la que retiró a un tocado Camavinga y a Nacho que también estaba algo renqueante para dar entrada a Ceballos y a Fran García, pero de poco sirvieron los cambios esta vez pues el gol que marcó el andaluz aprovechando un rechace de Oblak a tiro de Bellingham, fue anulado por fuera de juego del inglés cuando el balón venía rebotado de Azpilicueta (la interpretación que hicieron de la norma también se los dejo a Nilo) y cuando ya el equipo estaba desesperado por buscar el empate con Rudiger como nueve, un contraataque atlético en el que solo quedaba Tcoaumeni de último mohicano, fue rematado a la escuadra por otro de los cambios colchoneros como Rodrigo Riquelme para llevar el éxtasis al Metropolitano, que como suele ser habitual sienten que ya han cumplido esta temporada con la doble victoria en Liga y en Copa ante el Real Madrid, quien no puede olvidar que culminar casi una vuelta completa sin perder un partido solo cayendo derrotado en el estadio atlético tiene un mérito incuestionable que vale mucho más que los títulos honoríficos de segundón, en la que ganar al eterno rival salva la temporada y si es por partida doble, ya ni hablamos.