Una crónica de: @MiedoEscenico2
Llegaba esta tarde el Real Madrid a la tercera puerta de ese “interminable pasillo que no conduce a ninguna parte” en que se ha convertido este tramo final de la Liga, en palabras de @pepo2204 en su Previa. El rival, un Almería que mira hacia abajo con miedo, por estar cerca de los puestos de descenso, un equipo intenso, con mejor rendimiento en casa que fuera. Ancelotti, dadas las lesiones de Mendy, Alaba y Modric, optó por seguir con la política de rotaciones para distribuir esfuerzos entre los miembros de la plantilla. Courtois volvía a la portería, con Lucas, Militao, Rüdiger y Camavinga en la línea de defensa, con Tchouameni, Kroos y Ceballos en el medio, y con Rodrygo, Benzema y Vinicius en la punta de ataque.
El Madrid entró bien al partido, dominador, incisivo, con llegadas, y el marcador se abrió muy pronto. Vinicius hizo una magnífica jugada por su banda: arrancando como un cohete, rompió con un cambio de ritmo y un recorte a su defensor, y puso con el exterior del pie un pase de la muerte al que llegó Benzema para marcar con la zurda el 1-0. El gol, a los cinco minutos de encuentro, no cambió la dinámica del partido: el Almería organizado, cerrando espacios atrás, y el equipo madridista buscando resquicios en la retaguardia del equipo andaluz, a veces con más éxito, a veces con menos.
Lucas no andaba tan impreciso como en partidos anteriores, y sorprendía ver cómo Rodrygo, teórico extremo derecho, se metía hacia adentro, y era Ceballos el que más se abría a la banda para presionar y asociarse. Tchouameni respaldaba a Kroos en la gestión del balón, Camavinga se movía por la izquierda y se metía hacia el centro, mientras, al otro lado, Militao aparecía de manera frecuente por la línea de tres cuartos.
Imagen: realmadrid.com
Y fue en esa zona donde se gestó el segundo gol. El balón le llegó a Lucas, que aprovechó el desmarque al espacio de Rodrygo y le puso el balón en dirección a la línea de fondo. El menino brasileño corrió, en pugna con Samu Costa, en pos de él, mientras se iba adivinando que le salía por debajo de la camiseta un rabo rojo, acabado en una especie de flecha, y le salían unos sutiles cuernecillos a los lados de la frente. Porque solamente un diablillo podría hacer lo que él hizo: un autopase de tacón, salirse del campo y volver a entrar para continuar el regate, y ponerla atrás, a un toque, para que Karim Benzema, con música de clarines, volviera a batir a Fernando, esta vez con un remate cruzado.
El 2-0 mantuvo las cosas en el mismo sitio: el Madrid atacando, ocupando el terreno contrario, abortando los intentos de contraataque almeriense, y generando poco a poco ocasiones. Sólo alguna llegada aislada del equipo visitante, como un cabezazo de Ramazani que salió desviado, y mucho balón, mucho movimiento y muchos acercamientos al área rival de los blancos. Lo único que impidió que el Madrid finiquitara el duelo fue un tramo algo atolondrado del arbitraje, condescendiente con las faltas de los visitantes, e incluso cometiendo errores de apreciación, aunque de eso les dará bastantes más detalles @cubelas13 en su Crónica Arbitral, con su habitual maestría. El caso es que, de ese periodo tancredista del colegiado, el que acabó damnificado fue Vinicius, que vio la amarilla que le impedirá jugar en Anoeta el martes.
Yo me limitaré a contarles que, en el minuto 41, Lucas Vázquez se internaba en el área, pegado a la línea de fondo, e hizo un recorte hacia adentro ante Ramazani, que le tuvo que hacer falta para que el gallego no progresara, y el árbitro señaló penalti. Benzema remató su décimo hat-trick de blanco desde los once metros, para celebrar que su primer gol era el 350 anotado jugando en el Real Madrid, y que, con el segundo, adelantó a Hugo Sánchez y se colocó como cuarto mejor goleador de la historia de la Liga española. El 3-0 parecía cerrar el partido y la primera mitad, pero nada más lejos de la realidad.
Imagen: realmadrid.com
Aún hubo tiempo para que el Almería, aprovechando un verbenero desajuste defensivo del conjunto local, marcase el 3-1 por mediación de Lázaro, dejando la cosa no tan cerrada como parecía y generando un furibundo cabreo en Ancelotti, que, probablemente, recordaba lo de Girona del martes pasado. Tras el descanso, el partido se convirtió en una especie de manicomio circense, con los dos equipos abiertos en canal y decididos a ir al intercambio de golpes.
Y, el primero que golpeó, a los dos minutos de reanudarse el juego, fue Rodrygo. Recibió un pase de Ceballos en la frontal del área, se giró, asomaron sus cuernecillos y su rabo y, con una detonación que dejó olor a pólvora y azufre, lanzó un cañonazo espectacular a la escuadra que supuso el 4-1. A partir de ahí, el Almería no dejó de buscar más goles, corriendo riesgos atrás, y el Madrid empezó a hacer transiciones más rápidas, con pases en largo o con conducciones verticales, que subieron el ritmo del partido.
Una sucesión de oportunidades por parte de ambos equipos, desde remates desde la frontal del equipo andaluz, hasta un intento de remate de tacón de Vinicius a centro de Lucas, hizo el partido, al menos, entretenido y divertido de ver, que no es una cosa muy frecuente en este truño de Liga que tenemos, donde la mayoría de equipos defiende por amontonamiento y aburren a las ovejas. Y, a la hora de partido, un error de Kroos en la salida del balón, que mandó un pase corto a Rudiger, de espaldas a la pelota, fue interceptado por Portillo, que puso un centro dulce al corazón del área, donde Robertone remató de cabeza al fondo de las mallas, haciendo inútil la estirada de Courtois, que rozó el balón.
Imagen: realmadrid.com
El segundo cabreo de la tarde de Ancelotti (de los gordos: de los pequeños hubo alguno más) a raíz del 4-2, tuvo como efecto un incremento en la intensidad de los blancos, y la primera muestra fue un fantástico centro de Lucas Vázquez, que Rodrygo cabeceó de manera acrobática a gol. Desafortunadamente, el diablillo brasileño estaba adelantado, y se anuló el gol. Poco después, una maravilla de pase filtrado de Benzema al mismo Rodrygo acabó despejada a córner milagrosamente por Fernando, aunque Cuadra Fernández señaló saque de puerta, como buen socio de honor de Ópticas San Gabino.
En el minuto 67, Mendes finalmente vio la tarjeta amarilla (la primera), tras una obstrucción a Vinicius, de la que el joven cohete salió malparado. El mismo Mendes que había agarrado al brasileño al final de la primera parte, y el mismo Mendes que pisó poco después a Ceballos, con el árbitro buscando todavía sus gafas. Ancelotti decidió pensar en lo que vendrá, y retiró del campo a Rodrygo, que probablemente será titular en San Sebastián, no estando Vinicius, y a Kroos, del que hay que preservar las baterías para lo que se viene más adelante. La incorporación de Nacho y Asensio supuso que Camavinga, tras un buen partido en el lateral, se ubicara en el medio campo.
Desde ahí al final, pasó de todo, pero especialmente ocasiones madridistas: un disparo de Asensio que paró el portero en dos tiempos, un penalti que finalmente se anuló por falta previa de Benzema a Ely, la entrada de Carvajal por un Vinicius maltrecho, un remate de Benzema bloqueado por Ely, otro al poste, tras una jugada coral ejecutada a toda velocidad, un gol anulado a Camavinga por fuera de juego de Lucas Vázquez, otro remate al poste, esta vez de Asensio y, ya en el descuento, otro remate de Asensio que besó el larguero.
Y con esta victoria cómoda, el Madrid avanzó otra casilla en su recorrido hacia los partidos trascendentales de la temporada. El primero, dentro de una semana, en la final de la Copa del Rey. Pero antes habrá que pasar por Anoeta, y esperemos que de allí volvamos con los tres puntos y la misma sensación de buen juego, ocasiones y diversión que hoy nos ha quedado.