Una crónica de: @MiedoEscenico2
Tampoco voy a torturar innecesariamente a quien lea estas líneas con una crónica extensa y detallada del truño de partido que jugó el Real Madrid en la tarde de hoy en Girona. El caso es que Ancelotti, mitad por lesiones o dolencias, mitad por rotación, sacó un once poco habitual, que obtuvo, como era de esperar, un resultado poco habitual: Lunin, con Carvajal, Militao, Rudiger y Nacho defendiendo (es un decir); Kroos, Valverde y Modric en la línea de creación (es otro decir); y Asensio, Rodrygo y Vinicius en la línea de ataque.
Hay que decir que el Madrid entró bien al partido, presionante, intenso, llegando a la portería contraria y con dominio del territorio y la pelota. Falló las que tuvo, eso sí, como un taconazo de Rodrygo tras una buena jugada colectiva, o un remate de Nacho u otro de Valverde que desvió Gazzaniga. A los 12 minutos, una jugada de ataque del Girona por el lado izquierdo permitió a Miguel Gutiérrez llegar a línea de fondo, dentro del área, y poner un centro medido a la cabeza de Taty Castellanos, que remató a gol, solo, mientras Militao volvía caminando de una salida a destiempo. De las dos jugadas previas al gol (una falta a Vinicius en el lateral del área, y otra a Rodrygo en el centro del campo), que se encargue @cubelas13 en la Crónica Arbitral, que a mí se me incendia el teclado.
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El 1-0 hizo que el Madrid multiplicara sus intentos de llegar a la portería gerundense, pero con el mismo éxito que yo con Charlize Theron, es decir, ninguno. Por el contrario, a los 24 minutos, un centro adelantado de Arnau llegó a la zona en que Militao y Taty Castellanos peleaban por la posición; y de aquella pugna, salió Taty Castellanos con la pelota controlada, enfilando a Lunin y ventaja sobre el central brasileño. No sabemos si Militao se confió, si se cansó o si dimitió, el caso es que Castellanos remató raso y puso el 2-0 en el marcador. Para entonces, el Girona ya había dejado claro que no iba a hacer prisioneros, y Rodrygo y Vinicius se iban llevando una hostia tras otra, un agarrón tras otro, y una entrada tras otra, sin que al árbitro le importara mucho.
Poco después de la media hora de partido, en otro de esos ataques continuados del Madrid, frente a los que el Girona se defendía como un frontón, la pelota le llegó a Asensio, y el mallorquín puso un centro dulce como el caramelo al segundo palo. Allí, por sorpresa, apareció Vinicius para rematar de cabeza al fondo de la red, haciendo inútil la estirada de Gazzaniga y abriendo la ventana de la esperanza. Tras el 2-1, el Madrid cedió un poco en sus intentos de asaltar el área rojiblanca, y el Girona se estiró algo, pero sin fiarse del todo, y sin dejar de dar palos. La primera amarilla, de acuerdo con el canon negreiril, la vio un jugador del Madrid, en este caso Vinicius, y fue por protestar después de que un central gerundense, un tal Santi Bueno, que tenía de bueno lo que yo de holandés, le metiera un tantarantán coronado con un balonazo innecesario. Guarrete hasta la náusea, el tal Santi.
Imagen: realmadrid.com
Al descanso, el partido parecía igualado, el Madrid ponía el dominio y el Girona la efectividad, así que las expectativas no eran del todo malas para el segundo tiempo. Nada más lejos de la realidad: al minuto del reinicio, Yan Couto medía la carrera con Nacho, que no pudo seguirle y optó por recular hacia el área, el extremo local puso el centro, y Taty Castellanos, quien si no, remató con la derecha, de nuevo solo, y de nuevo sin que Militao se enterase de que el boquete que estaba aprovechando era el suyo. El 3-1 ya tuvo un efecto entre depresivo y aplastante en el equipo de Ancelotti, le llenó la mochila de pedruscos y la mente de dudas, y al técnico italiano le pareció que sacar del partido a Nacho e introducir a Camavinga podría ser una solución. Y tampoco, mira.
En el minuto 62, un centro frontal, tras un córner rechazado por la defensa blanca, acabó en la cabeza de Taty Castellanos otra vez, con Militao al lado observando con interés cómo el delantero argentino marcaba el 4-1 sin oposición. Así que Ancelotti decidió proteger lo que podía, visto que a Militao solamente le faltaba que le cayera una maceta en la cabeza, y sacó del campo a Modric para introducir a Tchouameni, que tampoco es que cambiara demasiado las cosas. El Madrid tenía menos balón que en la primera parte, le costaba Dios y ayuda llegar al área rival y, una vez allí, tampoco encontraba la puerta de Gazzaniga, desangrándose en una lenta agonía.
Imagen: realmadrid.com
A falta de diez minutos, Ancelotti introdujo en el campo a Lucas y Mariano, retirando a Carvajal y a Rodrygo, que habían hecho un partido entre gris y marrón. No cambió gran cosa, pero al menos el equipo intensificó el ataque y, gracias a una jugada genial de Vinicius, inasequible al desaliento, Lucas Vázquez estableció el 4-2 final. Y se acabó el partido, menos mal.
Este espanto, este truño, este zurullo, condena definitivamente las posibilidades del Real Madrid de ganar esta Liga, salvo que el Barcelona se empeñe denodadamente en perderla. Así que los siete partidos que quedan hay que afrontarlos con un doble objetivo: ayudar a que los jugadores mantengan el tono para cuando tengan que jugar los partidos verdaderamente importantes, como la final de la Copa o las semifinales de Champions, y reducir al máximo la posibilidad de lesiones, utilizando de manera intensiva a los jugadores menos habituales, para que tengan sus minutillos. Somos todos soldados de Vallejo, y Militao necesita unos días de descanso y relajación. Haznos caso, Carletto…