CRÓNICA | La 35 y el júbilo de los sensatos: Real Madrid 4 – 0 RCD Espanyol

Una crónica de: @MiedoEscenico2

El Real Madrid, contra todo pronóstico de los vinagres, cenizos y antimadridistas, a los que ya ajusticiaba dialécticamente @pepo2204 en su Previa, saltaba al césped del Bernabéu a disputar la jornada 34, con el único objetivo de sumar, al menos, un punto y conquistar el título de Liga. Pero no, no será esta crónica para pasar facturas. Cada uno sabe lo que dice y los motivos por lo que lo dice. Lo que está claro es que los envenenadores no tenían razón. Dicen que el león de la derecha de la Cibeles tiene cuenta en algunas redes sociales y se descojona vivo leyendo las profecías apocalípticas de periodistas, antimadridistas y agentes dobles, que decía el #Biermeister de esta casa. “Ni puñetera idea”, le oyen rugir algunas noches, entre dientes.

A Ancelotti tampoco es que se le dieran muchas facilidades en este partido. Nacho y Militao sancionados, Alaba resentido el martes pasado en la ida de Copa de Europa, como Mendy, y varios jugadores a los que el descanso no les venía nada mal, teniendo en el horizonte el partido del próximo miércoles, en que el entrenador italiano se enfrentará al que dicen que es mejor entrenador que él. Así que el transalpino optó por poner Courtois en portería, una línea defensiva de circunstancias con Lucas Vázquez (que no es defensa), Casemiro (que tampoco lo es), Vallejo (que dicen los listos que no vale para el Madrid) y Marcelo (del que lo mejor que dicen los listos es que es un exjugador). Por delante de ellos, un centro del campo jugón y dinámico, con Camavinga, Ceballos y Modric. Y, en la punta de ataque, Asensio, Mariano y Rodrygo.

Imagen: realmadrid.com

Que Rafa Nadal haga el saque de honor, sin duda, te da un plus de probabilidades de ganar, aunque solamente sea por la impronta elegante que dejó, tanto con su toque como con su caminar, ágil, al abandonar el césped.  La primera parte fue, en su primera media hora, un ejercicio de toma de contacto paciente, tranquila, donde cada uno iba ubicándose en su lugar poco a poco, en algunos momentos con más facilidad (Casemiro pareció solvente como central derecho) y en otros no tanto. A Mariano el traje de titular del Madrid le sigue viniendo estrecho, y el hombre tuvo tres remates, uno se lo levantaron en el último momento, otro fue un cabezazo al palo, y el otro, otro testarazo que salió fuera, más estético que funcional, tras un genial pase de Modrić.

El equipo blanco iba ganando metros por momentos, y la conexión entre Rodrygo, que empezaba a desprender aroma a peligro, y Marcelo, que se ubicaba entre líneas y generaba un caos imponente, crecía a cada minuto que pasaba. Fue en el minuto 33 cuando Marcelo, presionado por dos defensas españolistas, se giró y filtró un pase hacia dentro, donde entraba Rodrygo, con sus calcetines explosivos. Se coló entre otros dos defensores, y envió con precisión el balón al fondo de las redes, cerca del palo contrario, con la pólvora saltando a su alrededor. El menino salió a celebrarlo hacia un lado, y los aficionados que estábamos en el otro pudimos contemplar una escena emocionante, con Luka Modrić acercándose a Marcelo para felicitarle por la magnífica asistencia, fundidos los dos viejos gladiadores en un abrazo inmortal.

Imagen: realmadrid.com

El Espanyol trató de recomponerse y buscar la portería de Courtois, a la que solamente había llegado un misil de RDT en el transcurso del partido. Mariano decidió sembrar el terror y se las apañó para tumbar a dos rivales en apenas cinco minutos, ya saben, el ariete es todo voluntad y esfuerzo, pero la delicadeza no es su fuerte. En el minuto 43, volvía a la carga y presionaba a Yangel Herrera por sorpresa, tocando lo suficiente el balón para que le llegara a Rodrygo. Al brasileño, que seguía derramando pólvora a cada jugada que transcurría, solamente se le ocurrió amagar para hacer aparentemente algo similar al primer gol, pero decidió rematar, entre las piernas del defensa, y marcar otro gol cerca del palo más próximo. El segundo gol y el descanso fueron una mezcla deprimente para el equipo azul, que no sabía cómo salir del atolladero.

El principio de la segunda parte fue, probablemente, el tramo en que se vio que le partido estaba decidido. El Espanyol prefería retrasar los saques y perder tiempo, estando dos goles abajo, mientras, en el Madrid, su defensa parecía la del Milan de Sacchi y su centro del campo, el del Brasil de 1982. Camavinga se iba haciendo cada vez más alto, más ancho, más profundo, más maduro y más rotundo, mientras Modric dominaba con su cetro cada una de las operaciones de asalto que iniciaba el equipo, y Ceballos se movía desde el bar de la puerta 57 hasta la última fila del cuarto anfiteatro, ocupando un territorio inabarcable para los seres humanos, pero no para un jugón de Sevilla. Y, lo mejor de todo, haciendo cada cosa mejor que la anterior.

Imagen: realmadrid.com

Fue llegando a la hora de partido cuando el equipo madridista salió al contraataque, Camavinga con el mando de la PlayStation mientras corría, dudando sobre el momento y el botón al que darle, pero sin dejar de avanzar con el balón perfectamente controlado. Mariano por delante, Modric por su izquierda, Asensio por su derecha ¿qué habrían hecho ustedes? El joven Eduardo optó, como suele, por la solución más sencilla (círculo-X-R2), dársela al que mejor posición tenía. Y Marco Asensio recibió, hizo un toque de control con la izquierda, y cruzó con la derecha al fondo de la portería de Diego López, estableciendo el 3-0. Ancelotti, a partir de ahí, decidió refrescar a los jugadores con posibilidades de jugar el miércoles, como Modrić y Casemiro, e introdujo en su lugar a Kroos e Isco. También se iba Mariano, dejando el sitio a Benzema, en este caso quizá para que el viejo galo no perdiera tono competitivo, y aprovechar el viento a favor del resultado.

A partir de ahí, entre los cambios y el reajuste táctico (Camavinga pasó a ocupar el puesto de central izquierdo), el líder de la Liga pasó por un tramo algo desorganizado, con pérdidas de balón peligrosas, cierta bajada de tensión y algunos apuros. Ahí volvió a resurgir la figura de Ceballos, que parecía el cartero, rebañando aquí un balón, cortando allá otro, y repartiéndolos con criterio y una actitud magnífica. En el minuto 71, Benzema llegaba hasta la línea de fondo, ponía el balón atrás, e Isco remataba a la red. Todo el campo celebraba el cuarto gol, pero al árbitro le llamaba otro, pelirrojo, desde el VAR, para decirle que Rodrygo estaba delante de la visión de Diego López y en posición antirreglamentaria, con lo que se anuló.

Imagen: realmadrid.com

Atrás, Camavinga sufría en la posición de central, y ahí el que se hizo grande fue otro de los habitualmente vapuleados por los pseudoexpertos de redes sociales, Jesús Vallejo. Ya llevaba el central haciendo un partido sobrio hasta ese momento, sin complicaciones ni errores, pero en ese rato, además, cubrió las espaldas de su compañero con solvencia y calma, arrancando del público un par de sonoras y merecidas ovaciones. Ancelotti vio que era innecesario hacer sufrir así al chaval francés, y sacó en su lugar a Mario Gila, que tuvo unos minutos bastante decentes. También cambió, en ese mismo minuto 75, a un Rodrygo ya con la pólvora gastada, para dar entrada a su compinche brasileño, Vinicius Junior. Los defensas españolistas no sabían ya qué podía ser peor, y se demostró en los siguientes minutos: Isco, con su chistera de mago a pleno rendimiento, y Ceballos, con el zurrón de cartero de aquí para allá, facilitaban caramelos para Vinicius, y el brasileño encaraba y sorteaba, con ese espíritu suyo tan inconsciente e infantil, a todo el que se pusiera por delante.

En el minuto 81, con el Bernabéu cantando a ratos “campeones, campeones”, llegó el último gol. Isco sirvió en profundidad a Vinicius, que alcanzó línea de fondo, puso el pase de la muerte, Karim Benzema sacó su violín, tensó el arco y envió la pelota al fondo de la portería, para cerrar el expediente del día, y marcar su gol 42 en su partido 42. De ahí al final, con el 4-0 en los marcadores, cánticos, el pitido del colegiado, y la explosión de júbilo. El júbilo del jubilado, ese alineador que no sabe tanto de fútbol como algunos tuiteros de sillón, pero que ha llevado a ganar la Liga a cinco equipos diferentes en las cinco competiciones más duras de Europa. El júbilo del capitán, al levantar el trofeo de Liga, despreciado por muchos de esos, recogiendo el fruto de permanecer en silencio, ayudar en el vestuario a los jóvenes y contribuir con minutos de calidad cuando hizo falta. El júbilo del otro capitán, del que decían los enteradillos que le faltaba gol, y ahí está, encabezando la tabla de goleadores de la Liga española y de la Copa de Europa. El júbilo de todos, porque el éxito es de todos, desde Pintus hasta Vallejo, desde Lunin hasta Militao.

Ya son 35, y tenemos al siguiente a nueve. Hagan el caso justo de los bocachanclas y celebren que el Real Madrid vuelve a estar en la cumbre del fútbol español, representado por la alegría de Marcelo. Ese Marcelo que le dio un beso lleno de pasión a la diosa Cibeles, ofreciéndole la copa. Y esa Cibeles que le susurró al oído a Marcelo “Oye, no vuelvas a tardar tanto… ven por aquí pronto”. El capitán madridista le contestó: “Te lo prometo”. Todos, llenos de júbilo, esperamos que Marcelo pueda cumplir su promesa, en unas semanas. Al menos, todos los madridistas sensatos.