Una crónica de: @Datemus
Ya estamos en la ciénaga. No hay más que echar un vistazo a los números del saldo arbitral a estas alturas de campaña para saber que el Madrid sale obligado por la bellaca manipulación que Rubiales y Roures, es decir, que Tebas y Rubiales ejercen sobre su chiringo, pues ese es el respeto que tienen a los aficionados, clientes y contribuyentes en general. Saliámos con cierta obligación, por mucho que el empate no fuera malo, y con la desventaja de la paliza que se dieron los nuestros en Champions hace unos días contra el Liverpool. No, no tenemos ya esa profundidad de armario, como les gusta decir ahora, que nos den unos cuantos cambios con los que reservar con ciertas garantías a nuestras figuras imprescindibles.
Por eso Zidane alineaba a prácticamente los mismos del pasado martes. Sólo Valverde entraba por Asensio. Parece ser que el mallorquín llevaba toda la semana arrastrando molestias. En cualquier caso, nuestro canterano uruguayo venía a poner pulmón allá donde Modric y Kroos lo necesitan, tratando de salvar esos diez últimos minutos que fueron de los ingleses cuando a los nuestros no les quedaban ya energías para más.
Comenzó el partido con Zidane jugándosela a esa especie de gnomo obeso y pelirrojo que, a su vez, trataba de interpretar un papel de caballero imposible de creer. Y es que en cada enfoque de la cámara parecía adivinársele la navaja de baratero trabada entre su pantalón – faja y su tripón alimentado, imagino, por el picoteo constante con el que combate su ansia y su paradójica infelicidad de multimillonario regada a base de deuda indepe. Qué tipo más repulsivo este Ronald Koeman, que representa perfectamente la bajeza moral del club al que sirve desde un el punto de vista del encaje ético. Al otro lado, el calvo elegante, hecho un pincel, le ganaba tanto la partida del señorío como la de la táctica. El Madrid se dejaba hacer, pero no perdía de vista ese espacio entre el mediocampo del Barcelona y su defensa que @MiedoEscenico2 explicaba con su habitual tino en su Videoanálisis, y que los nuestros buscaron como rayos con cada recuperación de balón.
Andábamos inquietos los aficionados más por emoción que por motivos. Los nuestros estaban bien pertrechados atrás y aunque los culés tenían esa posesión que elevaron al derecho divino a ese prestigio impostado que no reflejan sus vitrinas, y que tanto les gusta, les cundía tan poco como en los últimos años, donde dependen por entero de lo que su gran estrella, Velasco Carballo, pueda ofrecerles. No obstante, calidad en sus jugadores hay y las combinaciones al primer toque que intentaban por el centro siempre constituían una cierta amenaza. Pero Karim, Vinicius, Valverde, Lucas y Kroos se iban endiabladamente hacia arriba con cada corte de la susodicha cadena de pases, y hostigaban a la despoblada defensa de los de Koeman con muchísima sensación de que el gol podía llegar en cualquier momento. Sólo una internada de Alba por su izquierda en el 9’, terminó con un pase desde la línea de fondo que Courtois despejó hacia el centro del área con mucha sensación de que alguien podría engancharla desde la frontal.
Imagen: realmadrid.com
En el 13’, llegaba la obra maestra de la liga de este año. Valverde cambia de ritmo y rompe la línea de medios. Entre él y la portería, un frente de la superficie de Siberia y unos defensas que poco podían hacer más que cerrarse en torno a su frontal, como dictan los manuales. El charrúa vio la jugada perfectamente y abrió para la inteligente incorporación de Lucas por la derecha, que levantó la cabeza para observar como otro puto genio calvo y galo, se desmarcaba hacia el primer palo. Benzema ganó la espalda con su inteligencia y rapidez a Araujo. No obstante, la pelota le quedó muy atrás, por lo que se antojaba un remate imposible que acabaría en saque de puerta. Fue entonces que la tormenta que se avecinaba pareció despertar al espíritu D. Alfredo para traerlo en volandas a su propia casa, al estadio que lleva su nombre. No se puede explicar más racionalmente que el genio calvo pareciera transformarse en el mejor jugador de todos los tiempos, siquiera por unos instantes, que fueron suficientes para regalarnos una resurrección de la Saeta Blanca a todos los que no tuvimos la suerte de verle jugar en directo, a los que recordamos su golazo de tacón y a los que le resemblamos disfrazado de Benzema cuando el genio francés la metió ejercitando esa misma suerte que él inmortalizó. ¡Qué golazo, madre mía!. ¡Qué regalazo para todos los aficionados a los grandes goles de este club!.
Con el 1-0, el Barça trató de reaccionar y tuvo unos minutos de mucha posesión muy cerca de nuestra área. Las combinaciones de hombres entre líneas al primer toque hacia las diagonales de sus compañeros, llevaban mucho peligro intrínseco que a los nuestros les costaba conjurar. La defensa, situada en la frontal del área, no ayudaba a tener la iniciativa por mucho que se achicara el terreno entre los centrales y Courtois. Y menos mal que Vini Jr., a pesar de no haber estado tan acertado hoy como contra el Liverpool, sí constituía una amenaza permanente para Araujo y Mingueza. Si no, se nos habrían venido encima aún con más intensidad. Las salidas de Karim, Vini y algún otro compañero recordaban a los culés que el 2-0 podría caer incluso con más facilidad que el empate. El desacierto en el último pase de Dembele, del que se habla bastante menos que el de cualquier delantero joven del Madrid, ayudó también a mantener la ventaja, por mucho que la rapidez del francés fuera un reto constante para los defensas blancos.
En el 27’, llegaba una clarísima falta en la frontal del área sobre Vinicius tras una gran acción individual del carioca, que Kroos tiró directa, rebotó en Dest y se fue para la red. 2-0 que, a pesar de la fortuna, hacía justicia a los méritos de unos y otros, ya que las salidas del Madrid entrañaron más ocasiones que las que el rival generaba con su posesión.
De ahí al final del primer tiempo, una tónica similar. Zidane nos hacía sufrir un poco, pero tenía clarísimo como neutralizar al equipo que tenía enfrente. La lucha generosísima de los medios del Madrid para cerrar los espacios se antojaba como una de las mayores preocupaciones, ya que el agotamiento podía llegar mucho antes de lo deseable.
Imagen: realmadrid.com
Mientras tanto, la posición en que el francés puso a Vinicius volvió a dar fruto una vez más cuando el brasileño se fue por la izquierda y asistió a Valverde. Aunque el charrúa se fue de Ter Stegen, se encontró el palo en su acción final. El rechace lo recogió Lucas Vázquez con todo a favor para marcar, pero el desacierto del canterano y la calidad el meta alemán, terminaron por evitar que el Madrid sentenciara entes del descanso.
Poco después, el gallego tuvo que dejar el terreno de juego tras un brutal choque en plancha con Busquets, en el que ambos jugadores se golpearon con las rodillas. Su puesto lo cubrió Odriozola, tras muchísimos partidos sin participar en el juego. Menuda ocasión para volver.
Justo antes del fin del primer tiempo, pudo empatar el Barcelona en un córner que Gil Manzano se inventó. Messi intentó el gol olímpico y la estrelló en el larguero con Courtois batido. Fue la única acción de peligro del argentino durante los 90 minutos. Otro “error” arbitral que pudo costar carísimo al Madrid, parecido al de Melero en Vigo en fechas recientes. Con la primera parte concluida, Messi recibió tras otro córner en el segundo palo, controló con la mano y disparó a bocajarro para que San Thibau hiciera gala no sólo de su capacidad para hacer milagros, sino de su concentración y rapidez en las salidas. Como Gil Manzano no pitó la clara mano, déjenme que ponga en duda que el gol no hubiera subido al marcador, aunque no la cuente como ocasión del argentino.
Llegó el descanso con cierta zozobra por las últimas acciones del club barcelonés, y lo cierto es que parecieron darles cierta moral tras la reanudación. Eso, y que las piernas de los blancos iban pesando cada vez más, haciendo más difícil sostener la telaraña que la pizarra de Zidane había dibujado. Griezmann entró por Dest. El partido se fue abriendo y comenzaron a llegar muchas ocasiones en las dos áreas, que se incrementaron según avanzaba el choque. No obstante, los primeros minutos siguieron siendo locales, con contras continuas en las que los madridistas no supieron resolver el encuentro, como la clarísima de Benzema en el 53’ y en un dos para dos que el galo desperdició con un chut sólo dos minutos después.
Imagen: realmadrid.com
Como suele ocurrir a los que tanto perdonan, en el 59’, una internada de Alba por la izquierda, mal cerrada por Valverde, peor resuelta por Militao y con una marca desatendida entre Casemiro y Mendy, llegó el 2-1. El lateral centró raso desde la línea de fondo hacia el punto de penalti. Militao no hizo nada por despejarla al ver que su par, Girezmann, que le había ganado la espalda, la dejaba pasar entre sus piernas. La incorporación de Mingueza pilló por sorpresa tanto a Case como a Mendy, que no cerraron marca sobre él, y el central catalán la envió a las mallas recortando la ventaja y dando aliento al Barcelona por primera vez en el encuentro.
Tampoco es que se pusiera muy nervioso el Madrid ante la media hora que quedaba por delante. Y eso que la fortísima tormenta obligaba a jugar en un terreno muy pesado que exigía aún más al ya de por sí justísimo físico de los de Zidane. En el 60’, introdujo a Asensio por Valverde, tal vez por molestias, que quedaron de manifiesto al verle cojear al final del encuentro.
En el 61’, Vinicius volvió de nuevo a percutir la izquierda. Estaba siendo una pesadilla para la defensa visitante. Esta vez, combinó con Mendy, sirvió hacia Benzema y el corte a la desesperada de Araujo se fue al poste antes de que el balón llegara a nuestro delantero. Otra clara ocasión desperdiciada.
El partido entró en una fase loca. Tras una buena jugada colectiva, en el 62’, Alba recibe para ganar la línea de fondo y centra a los compañeros que entraban en boca de gol. San Thibau se apareció para desviar antes de la llegada del paquete a su destinatario y salvar así el empate en una clarísima ocasión culé.
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Tres minutos después, Luka Modric decidió animarse a tomar el rol de Kepler que le corresponde, en esto de las parábolas, al alemán Toni Kroos. Tras un robo del Madrid, metió un pase en profundidad de 40 metros absolutamente genial a Vinicius, para dejarlo sólo ante Ter Stegen, si bien algo escorado, eso sí. Con el control, Vini levantó la cabeza y vio a Karim, pero pareció cantar con su rostro que no la iba a resolver, sino que se la cedería a su compañero. Me lo pareció a mí y también a Araujo, que cortó la inoportuna entrega del carioca, que estaba en mucha mejor situación de irse a disparar ante Ter Stegen que de pasar a Benzema. Otra más de esas que tanto desesperan a sus más críticos, y que ante este rival se hacen más difíciles de perdonar. Paciencia.
Sólo un minuto después, el omnipresente Vinicius recibe un gran envío aéreo entre los centrales, franco para marcar. No sé muy bien aún qué hace ni por qué, he de admitirlo, pero en lugar de rematar a la red con la frente cede con el cogote a Kroos. El alemán, completamente sólo, la envía a su vez de cabeza muy desviada con toda la portería para él. Increíble lo que estábamos perdonando. En esta tesitura, uno siempre piensa en el tópico y se teme lo peor.
En el 71’, llegó la tercera ventana de cambios de Zizou. Metió a Marcelo, Mariano e Isco nada menos que por Vinicius, Benzema y Kroos. El equipo comenzó a jugar en 3-5-2, casi 3-4-2-1 con Militao, Nacho y Mendy de centrales, Modric y Casemiro de medios centros, Isco y Asensio de interiores Odriozola y Marcelo de carrileros y Mariano de delantero. ¿Qué les parece para jugarse media liga? Les admito que no me gustó no ver a Rodrygo entre las nuevas incorporaciones. Habiéndose demostrado tan benéfica la velocidad en las contras, este chaval era la mejor alternativa a su compatriota, más cuando sabe como tenerla y combinar si se hace necesario.
Las modificaciones no le sentaron tan mal Madrid como uno se temía. Eso sí, el peligro se volcó más hacia nuestra área, con un rival que ya no tenía que estar pendiente ni de Karim ni de Vinicius. Isco no aportó ni peligro ni tampoco mucha tenencia, y su pisha parecía conformarse con tapar a Jordi Alba. Con jugadores menos agresivos en la presión y con Modric y Casemiro más cansados, el eficaz cierre por el centro se difuminó poco a poco y las empezamos a pasar canutas.
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En el 74’, Ilaix Oriba avisó al rematar de cabeza casi en el área pequeña un buen servicio de Messi, con Militao muy lejos en la marca, que detuvo Courtois muy bien colocado.
Sólo un minuto después, los defensas catalanes dejan en uno contra uno a Odriozola con Jordi Alba. El centro chut del donostiarra se envenenó y Ter Stegen tuvo que emplearse para enviar a córner.
Del 77’ al 79’, el partido se paró por problemas técnicos en el intercomunicador de Gil Manzano. El extremeño estaba para entonces ya desatado en sancionar faltas en la frontal al gusto de Messi.
En el 83’, el Barça reclamó con protestas masivas e impertinentes a Gil Manzano un penalti por agarrón de Mendy a Braithwaite que sólo un equipo carente de toda ética deportiva podría no ya reclamar, sino hacerlo con esa mala educación, descaro y atrevimiento. No es que quiera pisar los terrenos de @cubelas13, pero no se puede dejar de comentar que si de algo fue merecedora la acción fue de amarilla por massinear (verbo y acción propia de engañar al árbitro, que enseñan en la Massia como en ningún otro lugar del mundo).
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En el 89’, Case vio la segunda amarilla por llegar tarde a una acción en la frontal. El Madrid afrontaba un Clásico más con diez, aunque los que se quejan siempre sean ellos, eso sí. En fin.
El descuento fue absolutamente trepidante y puso a prueba la capacidad de nuestras fibras cardiacas para rebelarse a fibrilar. En el 91’, Moriba, totalmente sólo, dispara alto desde la frontal del área. En la siguiente acción, entre Mariano y Marcelo consiguen romper la desguarnecida zaga visitante. Nuestro brasileño quedó en uno contra uno con Ter Stegen, pero estuvo incomprensiblemente lento y, con toda la ventaja, permitió llegar a Araujo a evitar el 3-1 que habría sentenciado el encuentro.
En el 93’, Gil Manzano, probablemente con la mente puesta en el escándalo que le iba a montar esta gentuza, concedió una nueva falta en las proximidades de Courtois. Ter Stegen se incorpora al remate. Moriba cazó de nuevo la pelota y chutó para estrellarla en el larguero. Por si fuera poco para el corazón, el rechace le llegó al empeine de Jordi Alba que, desde la frontal, disparó con muchísima intención aunque un pelín alto. No obstante, se hizo justicia divina. El mejor equipo se hizo con los puntos esta noche, lo que es una gozada cuando lo que tienes enfrente no es un club de fútbol, sino un embalse tamaño Hover Damm de inmundicia moral. Y es que aún tuvo tiempo Piqué de salir a acompañar al árbitro para protestarle airosamente el penalti no pitado a Braithwaite. Socialmente, reconozco que la figura de este tipejo me produce cierta curiosidad. Esta escoria de la ética, carente de todo valor y capaz de atribuir, con infinita hipocresía, sus propios defectos a quien más secretamente admira y envidia, termina por despertar cierto interés, ya que representa la idiosincrasia de muchos culés con los que tuve ocasión de trabajar durante casi diez años. Multimillonario, joven, casado con Shakira, pero incapaz de ser feliz a pesar de tener tan poderosísimas razones para ello, corroído por la envidia y el enorme complejo de inferioridad grabado en la Massia desde niño a martillo y cincel, uno se admira de a lo que es capaz de llegar.
Y es que es oportuno recordar como un entrenador le decía a los nuestros: “yo sé como les enseñan a odiaros desde niños”, fruto de ese cainismo del culé radical, incapaz de aceptar su condición de eterno segundón en esto del fútbol, de observar a Abel con íntima admiración y reconocimiento, pero sin poderlo aceptar. Si eso cala en Piqué, no digamos ya en los oyentes de Catalunya Ràdio, en los televidentes de TV3, en los ingenuos sintonizadores de Radio Marca Barcelona, en los lectores del Sport… La campaña que montarán en torno a una jugada por la que deberían de sentirse avergonzados va a ser propia de la propaganda de guerra. El fin más abyecto justificará toda clase de medios. Nadie reparará en admitir la poca vergüenza que hay que tener no sólo para querer ganar engañando al árbitro, sino para hacer insidia hacia el rival con ello. Esa es buena parte de lo que es hoy el F.C. Barcelona. Esa organización política que salvo honrosísimas y cada vez menos numerosas excepciones, en forma de aficionados cabales, ha pasado a creerse ese “Ejército desarmado de Catalunya” que les han vendido y que, como tal, ejerce la violencia con aquello que tiene a mano, con todo de los que es capaz ese infinito odio a su enemigo, que no rival para ellos. Esta maquinaria tomada por los políticos, endeudada hasta la quiebra, pero sostenida por los poderosos y la armada invencible de propagandistas que blanquean sus crímenes, ha escrito esta noche uno de sus más patéticos capítulos de su historia, completamente a la deriva a estas alturas de siglo XXI. Me dan mucho asco, pero también lástima que haya sido aquí. Ojalá nos podamos librar de ustedes en breve, tanto como les gusta amenazar con ello. Llevemos tanta salud como paz nos dejan.