CRÓNICA | La extraña pareja: Inter de Milán 0 – 2 Real Madrid

Una crónica de: @MiedoEscenico2

Todos lo sabíamos. El Real Madrid podía permitirse perder en el Giuseppe Meazza, pero un empate y, especialmente, una victoria, era un paso importante para la clasificación para Octavos de Final de la UEFA Champions League. Empezábamos a preocuparnos por esta extraña tendencia a la procrastinación futbolística que parecía haber anidado en el equipo, si se me permite la expresión. Para darle más picante al grupo, en el partido disputado apenas un par de horas antes del de Milán, el Borussia Moenchengladbach aplastaba al Shaktar Donetsk, haciendo los deberes para clasificarse cuanto antes. Así que el Real Madrid tenía por delante el encargo de engancharse al rebufo del equipo alemán y meter algo de distancia con los ucranianos y los transalpinos. Pero, para acabar de asustarnos, Zidane decidió alinear exactamente al mismo equipo que empató el Villarreal tirando una sola vez entre los tres palos. Es decir, Courtois; Carvajal, Varane, Nacho, Mendy; Kroos, Modrić y Ødegaard en el centro del campo, y arriba Lucas Vázquez, Mariano y Hazard. Probablemente lo hacía con la intención de demostrar su confianza en estos jugadores a pesar del resultado del sábado porque, en caso contrario, parecía haber decidido situarse temerariamente en mitad de una manifestación virtual de haters de calbos hijueputas, ya vosotros sabéis.

La verdad es que podría haber titulado esta crónica “Cantera vs cartera”. Porque el partido que se marcaron Carvajal en banda derecha, Nacho en su mejor versión en unos meses y, especialmente, Lucas Vázquez, nos hizo sentir orgullosos de esos futbolistas que llevan con orgullo el pedigrí de haber formado parte de la cantera del mejor equipo del mundo. Incluso podría haberla titulado “Lucas y diez más”, como me pedía mi amigo @gdelatorre mientras veíamos el partido cociéndonos a tercios de cerveza, junto a la inigualable Yolanda, una amiga rubia, inteligente y madridista. Es decir, prácticamente perfecta. Pero es que en estos partidos en que Varane es ese violonchelista fino y quirúrgico, Mendy ese hombre de los tambores persistentes en defensa, Ødegaard el clarinetista preclaro y ligero, con un Hazard comenzando a mostrar su talento con el saxofón, y la orquesta sonando compacta y sólida, no he podido evitar referirme a solamente dos de los jugadores que vistieron con orgullo y honraron la camiseta blanca del Real Madrid hoy en el Giuseppe Meazza de Milán, como si fuera La Scala.

Se conocieron en el verano de 2014 y, tras el partido de esta noche, confieso que me imaginaba tanto a Toni Kroos como a Luka Modric preparando con pulcritud su frac, su pajarita, sus pantalones perfectamente planchados y su batuta, lustrosa y brillante, antes del partido en Milán. Dos tipos bastante diferentes, uno alemán, matemático, un ingeniero que decidió aplicar sus conocimientos de física al fútbol; el otro, un artista croata, con la pasión del Sur, la creatividad de un pintor, un escultor, un superviviente que conoce los túneles que te sacan del lugar más oscuro hasta la luz. Dos elementos aparentemente opuestos, pero evidentemente complementarios. Una extraña pareja que, heredando el testigo de sus años más gloriosos, dirigieron en Milán un pequeño concierto haciendo sonar de maravilla a una orquesta baqueteada por la prensa, los rivales e incluso su propia afición.

Imagen: realmadrid.com

Porque, me vais a perdonar, pero los primeros veinte minutos de partido del Madrid fueron magníficos. Claro que nos hubiera gustado ir ganando 0-3 o 0-4. O más. Pero la sensación de control, de dominio, de ser los putos amos del partido durante ese tiempo fue aplastante, asfixiante para el Inter y apropiada para la leyenda del equipo madridista. Puño de hierro en guante de seda, con la pareja germano-croata marcando el paso, y el resto muriendo por hacer sonar esa sinfonía lo mejor posible.

Y, además, esa cosa rara, inexplicable de Zidane. El caos. El puto caos. ¿Qué hacía Nacho, central, doblando a Mendy por la banda en el minuto 5? ¿qué extraña idea le hizo llegar al área y aparecer en posición de remate y a punto de disparar con su pierna derecha? ¿Cómo hizo para que Barella, el más ofensivo de los centrocampistas del equipo transalpino, estuviera allí para pegarle en el gemelo antes de rematar? A mí no me pregunten, oiga. Eso solamente lo sabe Zidane, El caso es que el medio italiano hizo penalti, que el árbitro lo señaló y que Hazard lo marcó. Y que el 0-1 nos dejó a todos un poco sorprendidos. Gol del 7 en el minuto 7. Illa, illa, illa…

Pero lo que verdaderamente nos sorprendió fue que, en el siguiente cuarto de hora, el Real Madrid hizo lo inesperado. Varane y Nacho sometieron a Lautaro y Lukaku a un desierto de opciones de jugar la pelota. Carvajal y Lucas eran cuchillos, mosquitos, alfileres, cualquier cosa que pueda pensarse que puede molestar, hacer daño, por la derecha. Mendy campaba por la banda izquierda con su peculiar estilo, heterodoxo pero pragmático, más que suficiente para intimidar a Achraf. Hazard y Mariano no andaban muy finos, pero se movían también, y contribuían al caos. Y, sobre todo, Ødegaard, con su capacidad para encontrar luces entre las sombras, y el control desde el puente de mando de nuestra extraña pareja, el Madrid parecía ser el dueño y señor del partido, del grupo, del futuro. Con esa partitura, Lucas Vázquez mando al poste un remate raso y malintencionado en el minuto 12. Con esas mismas notas musicales, Mariano cabeceó a portería, pero flojo, a las manos de Handanovic. Con el mismo ritmo y cadencia, Hazard dejaba a Mendy un uno contra uno claro, que el lateral francés decidió convertir en un pedrusco que envió al punto de penalti, y con el que Lucas se tropezó y casi se mata.

Imagen: realmadrid.com

Desde el minuto 20, el Inter dijo “Eh, qué pasa, ¡aquí estoy yo!” y entró en un periodo de dominio territorial, con algún acercamiento al área de Courtois. Pero, amiguetes, no tiró una sola vez a puerta. Ni una. Además, el Madrid aprovechó para salir en un par de ocasiones a todo trapo, con lo que el equipo interista no sabía si tomarse los ansiolíticos por el miedo, o los antidepresivos porque no generaban verdadero peligro. Poco después de la media hora, Vidal, ese chico sanote que sólo bebe cerveza y publica bravuconerías en redes sociales, ese tipo que dijo que su equipo era el más grande y que iba a ganar, antes de que les metieran ocho goles, se sintió víctima de un penalti parecido al anterior y, al no pitarlo el árbitro, se enfadó. Se enfadó tanto que el árbitro le sacó amarilla por decir cosas feas. Quién sabe si por su pasado culé, porque el alcohol debilita el control de impulsos o porque es así de tonto, Vidal no tuvo otra ocurrencia que encararse con el árbitro y tratar de intimidarle. El señor Taylor, haciendo honor a su nombre, y con una expresión en la cara que parecía decir “Pero tú ¿eres tonto o qué te pasa?” le sacó la segunda amarilla, la tarjeta roja y el camino de las duchas en apenas segundos, haciéndole un traje a él y, especialmente, al Inter.

Desde ese minuto 33, el Inter con diez, el Madrid con la iniciativa, el ánimo y la pelota, el partido se convirtió en un recital de control. Nuestra extraña pareja, Kroos y Modric, Modric y Kroos, abrían, cerraban, subían, bajaban, cortaban, cosían, salían y entraban, mientras el resto seguían su ritmo y poco a poco iban doblegando a un Inter combativo pero cada vez más pequeño en el campo. El equipo blanco era un conjunto, con todo lo que eso significa, que iba arrinconando al Inter con paciencia y sin prisa. Se llegó al descanso tras una última oportunidad de Modric que salió fuera, con un equipo subiendo su moral, su dominio y su autoconcepto, mientras el otro se empequeñecía progresivamente.

La vuelta del descanso presenció como Conte cambiaba a Lautaro y Bastoni para dar entrada a Perisic y D’Ambrossio. Y ni así. Si bien el 0-1 se antojaba escaso y no muy tranquilizador, el Madrid estrenó la segunda parte con un remate de Mariano a las manos del portero, y la sensación de que no se iba a dejar intimidar por las caras nuevas. Ødegaard pululaba entre líneas con su clarinete, matando del susto a los rivales, mientras el equipo blanco iba cauterizando, con precisión de cirujano, cada intento de arrancada interista. Un centro de Perisic que despejó Courtois fue el pobre bagaje de los neriazzurri en ese tramo, mientras el Madrid iba adelantando líneas progresivamente, con los dos medios centros enfrascados en la melodía que sabían que sonaba a triunfo. En el minuto 58, Zidane hacía sus dos primeros cambios: Casemiro relevaba a un fantástico Ødegaard, mientras que Rodrygo salía por un intrascendente Mariano.

Imagen: realmadrid.com

Y apenas había transcurrido un minuto cuando, en uno de sus magistrales cambios de tempo, Toni Kroos se marcaba un allegro cercano al vivace y ponía un balón en profundidad a Lucas Vázquez. El gallego, sin pensar más que lo necesario, puso un centro magnífico para la llegada en el segundo palo de Rodrygo. Y ese chico brasileño que lleva los calcetines rebosantes de pólvora y que se sabe el himno de la Champions de memoria, clavó el segundo gol con la colaboración de Achraf. El idilio de Rodrygo con la Champions empieza a ser algo legendario, y eso lo empezamos a notar todos. Pero el partido que ha hecho Lucas… Ay, amigos. Se le puede echar en cara que ha hecho un par de faltas pueriles, de tener pocas luces. Se le pueden atribuir algunos errores, especialmente arriba. Pero en este partido, fue el alma del equipo, indiscutiblemente. Estuvo en la derecha y arriba, pero llegó a la derecha y abajo cuando hubo que defender, se fue a la izquierda y arriba cuando hizo falta un cambio, se fue a la izquierda y abajo cuando hubo que ayudar, y apareció en el medio cuando vino bien. Todo ello sin dar un balón por perdido, y jugando la pelota prácticamente siempre con criterio y decisión. Uno de los jugadores más criticados, maltratados y despreciados por sus propios aficionados demostraba en el partido más importante que estaba ahí para darlo todo. Y, me van a perdonar, pero quizá se merece una disculpa de quien le ha tratado ingratamente.

El transcurso del partido desde el 0-2 al final, la verdad, solamente sirvió para ver cómo Achraf se iba al banquillo desquiciado, cerca del minuto 64, algún remate aislado del Madrid, pocas llegadas del Inter, la entrada de Vinicius por un Hazard cada vez más vivo en el minuto 77, y la confirmación de que Conte es un gran entrenador… para el Inter de Milán. El Madrid, recuperada cierta sensación de orgullo y dominio, se agarra al rastro que deja el Moenchengladbach, se coloca segundo de grupo, y afila ya sus cuchillos para jugarse frente al Shaktar, el próximo martes, la clasificación para eliminatorias. Para ello, nuestra extraña pareja, Kroos-Modric, Modric-Kroos, han dado 226 pases buenos de 239 totales. Y casi todos con sentido. Disfrutemos de la melodía, que de momento no se hunde el barco.

 

RESULTADO FINAL

Inter de Milán, 0 – Real Madrid, 2.

 

GOLES

7’         0-1       Hazard (penalti)

59’       0-2       Rodrygo (asistencia: Lucas Vázquez)

 

REAL MADRID

1     Courtois

2     Carvajal

5     Varane

6     Nacho

23   Mendy

8     Kroos

10   Modrić

21   Ødegaard (14. Casemiro, min. 58)

17   Lucas Vázquez

24   Mariano (25. Rodrygo, min. 58)

7     Hazard (20. Vinicius, min. 77)

 

ARBITRAJE

Anthony Taylor (Inglaterra). No amonestó a ningún jugador del Real Madrid.