Una crónica de: @MiedoEscenico2
Tras unos días subidos en la nube por haber superado la eliminatoria contra la Atalanta, los jugadores del Real Madrid volvían a aterrizar en la Liga, en uno de esos partidos peligrosos por su ubicación en el calendario. Después de un esfuerzo de concentración como el del pasado martes, que permitió ubicarse entre los mejores ocho equipos de Europa, y antes de un parón en la competición por los partidos de selecciones, una visita a Vigo. Zidane, del que ya sabemos que, haga lo que haga, se equivocará para algunos, decidió dar otra vuelta al libro de las tácticas, y alineó algo que animaba a pensar en un 4-4-2, con Courtois en portería, y Lucas, Varane, Nacho y Mendy en defensa. Al clásico trío de centrocampistas Casemiro-Kroos-Modrić se sumaba el Pajarito Valverde, y en la punta de ataque aparecían Vinicius Júnior y el capitán Karim Benzema. No invitaba a pensar en que el técnico francés se tomara el partido a broma, desde luego.
Y la salida del equipo lo certificó. El pitido inicial abrió la que ha sido, probablemente, la media hora de mayor intensidad del Real Madrid en lo que va de temporada. Una presión alta asfixiante, un centro del campo mordiendo aquí y allá, y una defensa sobria y con seguridad a la hora de sacar el balón jugado se plantaron en el césped de Balaídos, todos al mismo tiempo. El viento le soplaba en la cara, pero el sol le daba en la espalda, y el once madridista puso todo lo que tenía para adelantarse en el marcador. Valverde ocupaba la zona del extremo derecho en la presión, y luego bajaba al medio del campo para ayudar en las intercepciones, incansable, haciendo un kilómetro tras otro.
Al otro lado, Vinicius tenía el turbo puesto a punto, y demostró con creces que tiene velocidad, tiene condiciones para ganar cualquier duelo, rebosante de confianza y de atrevimiento, sin dar por perdido un solo balón, como el que le levantó a Iván Villar a los 5 minutos de juego. Sigue teniendo pendiente la toma de decisiones final, que no acaba de ser letal, pero no dejó de martillear la banda de Hugo Mallo, que se fue del partido habiendo hecho seis faltas y sin ver una puñetera tarjeta amarilla. Mientras tanto, Benzema decidía que, con una defensa tan abierta, era el día de jugar en el patio del cole, y se dedicó a benzemar a ratos, y a tirar de escopeta en otros, con su brazalete de capitán del Madrid y su perenne sonrisa.
Imagen: realmadrid.com
En el minuto 9, un córner cuyo rechace cayó cerca del segundo palo, permitió al delantero francés enganchar una volea, que la pierna de Hugo Mallo desvió a córner con dificultades. En el 18, Karim se giró a sus compañeros y les animó a acompañar un poquito en la presión, porque su olfato felino le hacía presagiar algo. Apenas un minuto y medio después, Kroos recibía un balón cerca de la esquina del área, hacía un regate impropio de él, y trazaba, con su tiralíneas, el diseño de una pasarela entre los defensas celestes para alcanzar un punto del área. Allí, en la frontera entre la gloria y el purgatorio, apareció Benzema, entre notas de música clásica, para girarse, cargar la escopeta, y disparar al fondo de la red, haciendo inútil el roce del portero con la punta de los dedos.
El 0-1 supuso un breve arreón del Celta, con un remate alto de Santi Mina, pero, poco después, el equipo vestido de negro volvía a afilar los dientes y a morder arriba. Una galopada de Valverde por banda derecha, persiguiendo un balón en profundidad, nos permitió ver cómo Aarón Martin quería quedarse con su camiseta, o con su brazo, mientras el charrúa hacía esfuerzos por seguir hasta no poder más. Y también nos permitió comprobar que el criterio del árbitro iba a ser tan asquerosamente vergonzoso como relata Nilo Campo en su Crónica Arbitral, porque no señaló ni falta. Esto que dice @datemus de “Diario de una Estafa” fue, en el día de hoy, la constatación de una competición infectada de una corrupción deportiva sin par. En el minuto 26, Benzema seguía con su espíritu juguetón, y regateó, desbordó y centró casi sin ángulo desde el lado izquierdo, poniendo un balón envuelto con un lazo. Vinicius estaba allí, y no sabemos si él dio al balón con el pecho, o el balón le dio a él, pero el caso es que la pelota se fue alta.
El Madrid seguía presionando como si no hubiera un mañana, y, a la media hora, una sucesión de apreturas a los defensas del cuadro vigués acabó con Kroos robando el balón a Tapia en la frontal del área, dejándolo muerto para que apareciera por allí, de nuevo, el violinista francés que, desplazándose lateralmente, esperó a tener la nota y el memento adecuados para ajustar un remate pegado al poste y así marcar su segundo gol de la tarde. Su gol 186 en Liga, que le empata con Santillana en la clasificación de madridistas en el quinto puesto. Su gol 23 de la temporada. Parece ser que Zidane dijo, al final del partido que “es la hostia”. Así que dejaremos que los descerebrados y cagamandurrias le lleven la contraria al entrenador del Real Madrid. Nosotros, desde luego, no.
Imagen: realmadrid.com
No obstante, el 0-2 tuvo un efecto perverso en el desarrollo del partido. Quizá fue el ver el marcador encarrilado, quizá fue que tampoco hay que olvidar que la columna vertebral del equipo ronda o pasa la treintena, o quizá que se le acabó la gasolina de 98 octanos que había en su depósito y tuvo que tirar del motor eléctrico. Si fuera éste el caso, tampoco sería raro: el Madrid llegaba de jugar un partido de la máxima exigencia el pasado martes, y la prevaricación horaria de nuestra Liga le ponía a jugar a la primera hora de la tarde del sábado, mientras que, por ejemplo, el Barcelona, que no ha jugado entre semana (y menos que va a jugar el resto de la temporada) no lo hará hasta el domingo a última hora. Ya saben, los misteriosos designios horarios decididos por lo que le sale de sus huevos calvos y gordos a Tebas. Porque ya saben que los huevos son el espejo del alma, también.
El caso es que el Madrid decayó en su dominio al mismo tiempo que Modrić empezaba a fallar pases y a jugar a una velocidad humana, Mendy se encallaba en su propio caos táctico, Vinicius bajaba su intensidad de aparición, y Lucas Vázquez comenzaba a entrar en ese proceso de combustión interna que a veces le asalta cuando falla dos balones seguidos. Solamente sostenían al equipo Varane y Nacho, exigidos pero imperiales, Casemiro, al que los partidos durillos le van como anillo al dedo, Valverde, que aportaba bombonas de oxígeno aquí y allá, y Benzema, que ampliaba su radio de acción para bajar a desatascar lo que hiciera falta. El Celta, que juega muy bien al fútbol, se empezó a encontrar con que los de negro ya no les perseguían ni anticipaban como antes, y que empezaba a haber espacios en algunas zonas desacostumbradas.
Así que primero fue un intento de taconazo de Santi Mina, luego un cabezazo de Brais que detuvo Courtois, después una escapada de Mina que Kroos solamente pudo parar en falta, y se fue viendo que los celestes iban ganando terreno, dominio y probabilidades de marcar. Y, en el minuto 40, llegó su gol. Una falta indirecta centrada por Denis Suárez encontró a un jugador del Celta rodando por el suelo en la frontal, cuatro del Madrid paralizados por el miedo, y a Santi Mina, solitario, rematando de cabeza a las mallas sin oposición. Solamente una ocasión posterior en que Nolito no pudo acabar de rematar es de destacar, antes de que se llegara al descanso con 1-2 y el partido más abierto de lo que podía parecer un rato antes.
Imagen: realmadrid.com
La segunda parte fue una prolongación de la primera: el Madrid replegado, esperando para cazar alguna salida, y el Celta ocupando el terreno, dominando la posesión y tratando de llegar al área de Courtois por cualquier zona. Hay otro factor que, además de los que hemos comentado antes, pareció influir en el desarrollo del juego: aunque de nuevo recomendamos leer la Crónica Arbitral, la sensación que quedaba era que los jugadores del conjunto vigués podían pegar lo que quisieran, y que al árbitro le costaba señalar faltas y más aún sacarles tarjeta. Si decimos que el árbitro dejó de pitar una cantidad significativa de faltas del Celta, y acabó señalando la friolera de 23, lo decimos todo. Por el contrario, al equipo madridista, cada 3 faltas le suponían una tarjeta amarilla, algunas de ellas absolutamente ridículas como las que vieron Nacho o Modrić. Así que te encontrabas con un partido en que te podían parar de cualquier manera, pero cada una de tus entradas podía acabar en falta y tarjeta, aunque tocaras claramente el balón antes de siquiera rozar al rival. Y eso no ayuda ni a defender mejor, ni a atacar con regularidad. A alguno le parecerá una excusa, pero no me importaría verle en esa situación, a ver si decía lo mismo. Bocachanclas.
Hablamos de que el Celta dominaba el juego y trataba de crear peligro, pero tampoco se engañe el lector. En la segunda parte, solamente remató una vez entre los tres palos, un disparo de Iago Aspas en el minuto 62, que Courtois despejó con agilidad y oficio a córner. Otra de sus ocasiones fue en una falta directa absolutamente inexplicable en su señalización, la que le costó la tarjeta a Modrić, ya en el minuto 82, en que el propio Iago Aspas mandó el balón a la escuadra y el flequillo de Casemiro, en la barrera, la desvió lo suficiente para que fuera a la parte exterior del poste. Mientras tanto, el Madrid lanzaba contraataques que Vinicius, por lo general, echaba a perder, con pases incomprensibles casi siempre. Zidane, en el minuto 71, ya había decidido introducir a Asensio por un Kroos agotado y maltrecho por un pisotón en el tobillo nada más iniciarse el partido. Por cierto, parece inexplicable que Zidane, con un equipo al que se veía extenuado, especialmente a Modric y, en la parte final, a Vinicius, no hiciera más que este cambio. Repetimos: inexplicable.
En el minuto 77, el Madrid tuvo una fase de jugar más arriba, y la presión de Benzema le permitió robar el balón, pero le salió un remate flojo y centrado a las manoplas de Villar. Una falta directa lanzada por el propio francés salió alta en el minuto 79, y el Madrid pasó luego unos minutos de agobio defendiendo y sin apenas salir. Ferreyra estuvo a punto de marcar en dos ocasiones, aunque primero Nacho y después Casemiro evitaron el peligro, bloqueando los sucesivos remates. Sin embargo, en el tramo final del partido, el cuadro madridista acabó de recuperar algo la posesión, y se asentó más en campo rival que propio, de nuevo. En el último minuto de la prolongación, un contraataque encontró a Benzema entrando por el flanco izquierdo, se metió en el área y puso la pelota en el punto justo en que entraba Marco Asensio, cuya presencia en el campo había sido bastante poco significativa hasta ese momento, certificando la victoria por 1-3.
Imagen: realmadrid.com
Con esta victoria, el Madrid resolvía este partido en tierra de nadie, y eso le permitía seguir en la línea de los últimos partidos, serio y eficaz, abrazado a media hora brillante y a un zarpazo final. Ahora los jugadores se van con sus selecciones nacionales, y solamente nos cabe esperar que todos vuelvan en buenas condiciones físicas para que el equipo blanco pueda afrontar el mes de abril con toda la plantilla disponible. No sabemos qué ocurrirá con la Liga, pero sí que el Madrid está encontrando, poco a poco, un punto cada vez mejor. Y a eso nos agarramos de cara a los partidos que quedan: diez de Liga y, de momento, dos de Champions, que deseamos fervientemente que acaben siendo más.
RESULTADO FINAL
Celta de Vigo, 1 – Real Madrid, 3
GOLES
0-1 26’ Benzema (asistencia: Kroos)
0-2 63’ Benzema (asistencia: Kroos)
1-2 40’ Santi Mina
1-3 94’ Marco Asensio (asistencia: Benzema)
REAL MADRID
1 Courtois
17 Lucas Vázquez
5 Varane
6 Nacho
23 Mendy
14 Casemiro
8 Kroos (11. Asensio, min. 71)
10 Modrić
15 Valverde
9 Benzema
20 Vini Jr.
ARBITRAJE
Melero López (Comité andaluz).
Mostró tarjetas por el Real Madrid a Vini Jr (min. 22), Kroos (min. 39), Nacho (min. 70) y Modrić (min. 80).