Un articulo de: @Laiguanablog
Esperar todo el partido encerrado atrás. Fiar todo a la calidad, innegable y tremenda, de tu portero. Contener las avalanchas del rival a duras penas. Mirando al cielo después de que el rival finalice la jugada. Estar durante 115 minutos achicando agua. Para después meter las ocasiones que se tienen. Así se hace un héroe. Pero ¿Es siempre así? No. Con nosotros no vale la misma retórica. Si fuese el Real Madrid el que hace un partido semejante, nos tildarían de cobardes, de malos, de timoratos, de miedosos, de tener una flor, pero jamás de héroes. Pero no seré yo el que caiga en la misma mediocridad y diré que lo que hizo el Atlético de Madrid en Anfield fue una heroicidad.
Lo fácil, lo sencillo, es tirar por tierra todo lo que consiga nuestro rival. Si ha conseguido una victoria pírrica, tras achicar a duras penas las ocasiones del rival, se puede apelar a la flor, la suerte. Si se trata de meter las dos que se tienen. Que su contrincante no tenía un portero a la altura de las circunstancias. Si el árbitro comete un error a favor de nuestro rival, le diremos que ha triunfado por las ayudas arbitrales. Si les han permitido dar más patadas que a su contrincante, diremos que siempre están sacando del partido a los jugadores rivales, dotados de una mayor calidad, con sus continuas faltas.
Lo ridículo es estar buscando siempre la excusa perfecta para denigrar los triunfos del rival. Es más trabajoso y arduo estar continuamente mirando si una jugada acabada en gol ha sido fuera de juego previo por la uña del dedo gordo o si efectivamente un balón da en la mano del defensa dentro del área después de golpear en la glándula analgenitourinaria de la cigüeña que sobrevolaba el estadio. O si la brizna de césped está cortado un centímetro más alto de lo habitual, cuestión que ralentiza mi juego; o quizá que la climatología o la humedad relativa del aire era superior a lo acostumbrado.
Lo estúpido es pagar a los demás con la misma moneda. Porque estamos hartos de recibir la caterva de memeces indicadas más arriba y muchas más. El Real Madrid, mi equipo, siempre gana por alguna razón malévola, cruel y pérfida. Se alinean los astros del silbato a su favor histérica, que no históricamente. Ganaba los trofeos durante épocas pretéritas carentes de color, modernidad y, por lo tanto, de vigencia. Lo estúpido es no ver la heroicidad en el equipo rival, pero sí en el nuestro en las mismas condiciones. Lo estúpido es aceptar tácitamente el discurso rival al aplicárselo a ellos. Lo idiota es no ver nuestra grandeza y, a veces, negándosela al rival nos la negamos nosotros.