Una crónica de: @MiedoEscenico2
Llegaba el paso del Rubicón de la fase final de la temporada para el Real Madrid, y lo hacía en un momento de dudas, tras las derrotas frente a Levante y Manchester City. Una tercera derrota tendría un efecto demoledor sobre el equipo y el entrenador, y el propio Zidane admitía lo delicado del momento. Así que, para un momento delicado, más aún en un partido de Liga frente al Barcelona, tomó las decisiones en su estilo acostumbrado. Mantuvo a un Carvajal señalado tras el partido europeo, incluyó a Marcelo, centro de las críticas con cada gol recibido, y mantuvo mucha de la estructura del miércoles, el mismo portero, los mismos centrales, los mismos delanteros, aunque con un cambio significativo: recuperó a Kroos en la sala de máquinas, acompañando a Casemiro, Valverde e Isco, en el lugar de Modric.
En el primer periodo del partido no nos extenderemos mucho ¿recuerda el lector aquella primera parte contra el Atlético de Madrid, con dominio alterno, ocasiones más claras para el rival y sensación de que el 0-0 al descanso era hasta bueno para el Madrid? Pues algo parecido pasó en el primer tiempo del partido de esta noche. Vinicius taladró la banda de Semedo hasta la extenuación, llegó y remató (mal), llegó y centró (mal), y llegó y pasó (mal). Benzema apenas apareció en el área rival, y cuando lo hizo fue para llegar tarde a centros de Valverde o Carvajal. Sin embargo, cada una de sus apariciones en las salidas a la contra del Madrid eran verdaderas joyas del juego al primer toque, desequilibrando a los defensas cada vez que querían anticipar, y lanzando a Valverde, Marcelo o Vinicius como balas por sus bandas. Marcelo castigaba su flanco hacia adelante, y perseguía a Vidal allá donde fuera en la fase defensiva.
Lo cierto es que el partido era una sucesión de vaivenes, y se alternaban periodos de control de un equipo u otro, con contraataques eléctricos y veloces. El equipo madridista, en esta primera parte, remató 4 veces fuera y una, floja, de Vinicius, a puerta. Por el contrario, unas cuantas salidas al contraataque del Barcelona, en un par de balones filtrados a la espalda de los centrales del Madrid dispararon el terror en las gradas. Primero Arthur, en el minuto 34, se plantó ante Courtois, y el belga se convirtió en un coloso, desviando con la mano el remate y malogrando la ocasión. El problema es que, cuatro minutos después, Messi volvía a plantarse frente al espigado cancerbero, y éste volvió a encargarse de que el final fuera el mismo. En ese tramo final del primer tiempo, el Madrid parecía cansado y con dificultades para mantener el nivel de presión anterior y, sobre todo, para salir con velocidad y al primer toque a buscar la puerta del equipo barcelonista. Así, la llegada del descanso, con el 0-0, se vivió casi como un alivio entre el público del Bernabéu. La sensación era la de que mucho tenían que cambiar las cosas para que el desenlace fuese diferente del de los partidos anteriores.
Y arrancó la segunda parte, con una sensación semejante, aunque el equipo culé salió controlando algo más el balón. Sin embargo, una jugada aparentemente inocente comenzó a cambiar el curso del partido. En el minuto 55, en una combinación por la izquierda del ataque madridista, el balón llegó a Marcelo, que trató de hacer un cambio de juego hacia Valverde, en la otra banda, y se fue demasiado fuerte, fuera del campo. El equipo blanco se iba acercando hacia el punto en que Jordi Alba iba a sacar de banda y, de pronto, Toni Kroos se giró, con su gorra de mariscal de artillería, e hizo un gesto inequívoco a los demás, levantó los brazos en un mensaje evidente: “vamos a por ellos ya”. Y el Madrid volvió a presionar, cada vez más arriba, cada vez más intensamente, cada vez más incisivo. Apenas un minuto después, Isco lanzaba un proyectil con efecto hacia la escuadra de la portería del Barcelona, y Ter Stegen metía una mano milagrosa para evitar el gol. En el 61, Piqué salvaba bajo palos otro gol, tras un cabezazo de Isco, y en el 63, Benzema enviaba levemente por encima de la portería un servicio inmejorable de Carvajal.
Es de justicia hacer un aparte para hablar de Carvajal en el partido de esta noche. Tras los palos recibidos por su actuación del miércoles pasado, hizo noventa minutos acojonantes. Podría decirlo de otra manera, pero sería inexacto. La palabra es ésa, acojonantes. Tenía como misión defensiva saltar a presionar a Frenkie De Jong y el lateral blanco le quitó la pelota, la cartera, el reloj y, si hubiera estado cerca, le hubiera quitado hasta la novia. Pero es que, además, en ataque, se ofreció continuamente, jugó el balón con criterio, centró con más acierto que en partidos anteriores y estuvo, como una dinamo, subiendo y bajando constantemente. Aunque sea anticiparnos a lo que vendría después, Setién metió a Ansu Fati en el campo para tratar de generarle problemas, y el de Leganés se lo merendó como si fuera un chocolate con churros, para acabar de certificar que, al nivel óptimo que puede alcanzar, es aún un futbolista magnífico.
En este contexto, el Madrid había soltado a Valverde a pisotear con sus botas de siete leguas el honor de Jordi Alba, y lo hizo a conciencia, pero además Casemiro andaba también suelto, y salvaje, por el centro del campo, con sus tijeras de podar, especialmente cada vez que cogía el balón Messi, que probablemente soñará con la sonrisa del brasileño la próxima quincena. Kroos manejaba los planos continuamente, orientando el juego hacia donde le daba la real gana, Isco jugueteaba entre líneas, y recuperaba su idilio con el juego desde el trabajo defensivo. Y Karim Benzema salía y entraba continuamente, demostrando que puede traducir cualquier idioma al del fútbol al primer toque. Una entrada de Vinicius en el área fue frenada con algo que, si no era una falta, lo parecía mucho, y el Barcelona se iba descomponiendo progresivamente a medida que el Madrid desplegaba una actitud ambiciosa y decidida. Setién metía a Brathwaite por Vidal, y en su primera aparición aprovechó el espacio a la espalda de Marcelo para generar peligro.
En la siguiente jugada, llegó el momento que el Madrid llevaba esperando toda la noche. Vinicius, en banda izquierda, retrasó el balón para Toni Kroos. El mariscal alemán recibió la pelota y revisó sus planos, mientras Karim Benzema salía a abrir las ventanas de la defensa barcelonista de par en par, y arrastró a Semedo fuera de su posición. El teutón hizo sus cálculos, trazó sus líneas, le dijo a Vini “allí te la pongo” y así lo hizo, mientras Vinicius entraba como un tren de mercancías hacia el claro que Benzema había abierto, y donde ya no podía seguirle Braithwaite. Y el joven brasileño se plantó casi en el área pequeña y trató de colocar el balón al palo contrario, pero el pobre de Piqué se encargó de meterla en su propia portería para que no quedaran dudas, con lo que el Madrid se adelantó en el marcador por 1-0.
Tras unos minutos en que el Barcelona trató de recuperar el dominio del partido, llegó otra jugada clave: un balón en profundidad entre los centrales dejaba a Messi entrando en carrera hacia la portería de Courtois. Marcelo, ese hombre señalado porque nunca corre hacia atrás, corrió. Corrió como si, en vez de Messi, lo que había por delante fuera el autobús con el que iba a entrenar gracias a que su abuelo vendió su coche. Y corrió, y corrió, y corrió hasta alcanzar al autobús de Rosario, y metió la pierna a la desesperada, como mejor le salen las cosas a Marcelo, tocando el balón lo suficiente como para que Messi perdiera el control del balón, la oportunidad de marcar, y la esperanza de ganar, todo de una tacada. El lateral brasileño honró a su abuelo durante todo el partido, castigando de manera incesante el flanco derecho de la defensa del Barcelona, y recuperando algunas de sus alegres penetraciones directo hacia la frontal del área. Se redimió, con esa entrada, de muchos momentos de amargura, y recuperó la alegría de jugar a esto, y se notó.
Una falta lanzada por Messi fue rematada de cabeza en el minuto 83 por un Piqué adelantado a la defensa madridista, y esa fue la última opción del Barcelona. A partir de ahí, el Madrid hizo lo que no había sabido hacer el miércoles. Manejó el partido a su antojo, movió el balón de un lado a otro, dio entrada a Modric, Lucas y Mariano, y aún pudo ver cómo la desesperación de Messi le hacía pegar una patada por detrás a Casemiro que, en otras coordenadas espacio-temporales y con otra camiseta, hubiera supuesto su expulsión. Y, en el último minuto, un saque de banda de Carvajal permitió una internada veloz de Mariano por banda derecha, dejando atrás a Umtiti, y, ante la salida de Ter Stegen, el mohicano entusiasta, desequilibrándose, remató a la red del cuadro culé y certificó el 2-0 final, mientras el público coreaba su nombre. Por cierto, enorme conexión en el partido de hoy entre público y equipo, con el Bernabéu absolutamente volcado con el equipo y animando de forma incesante.
Con esta victoria, el Madrid recupera el liderato, con un punto de ventaja, pero además empata el gol average general, y gana el particular, con lo que, en el caso de un hipotético empate a puntos al final de la competición liguera, sería campeón. Un partido repleto de intensidad, momentos de muy buen juego madridista, que hacía tiempo que había dejado de verse, y la redención de algunos de los hombres que han sido importantes en este club en los últimos años, y que será necesario que lo den todo de aquí al final de temporada para que el madridismo pueda sentirse tan orgulloso de sus jugadores como hoy.
RESULTADO FINAL: Real Madrid, 2 – F.C.Barcelona, 0.
GOLES:
1-0: 71’ Vinicius Jr. (asistencia: Kroos).
2-0: 92’ Mariano (asistencia: Carvajal)
REAL MADRID: Courtois; Carvajal, Varane, Ramos, Marcelo; Casemiro, Valverde (Lucas Vázquez, min. 86), Kroos, Isco (Modric, min. 79); Vinicius Jr. y Benzema (Mariano, min. 91).
ÁRBITRO: Mateu Lahoz (comité valenciano). Mostró tarjetas a Vinicius Jr (m. 10) y Carvajal (m. 19)
Imagenes: realmadrid.com