Un articulo de: @boticario_81
Tras la sufrida, pero contundente victoria del Real Madrid en El Sadar el domingo por la tarde, los madridistas nos sentamos delante del televisor para presenciar el Betis-Barça con la satisfacción del deber cumplido. En el fondo, sabíamos que al equipo azulgrana no lo iban a dejar caer a seis puntos, ya sabemos hace tiempo cómo funciona esto. Pero lo que no esperábamos es que el escándalo alcanzara las cotas que alcanzó en el Villamarín. Goles ilegales, rojas que se perdían en la atmósfera sevillana, expulsiones que provocan risa… Y como remate, en tiempo de descuento, un penalti no pitado sobre Messi que acabaría siendo la coartada perfecta para darle la vuelta a todo lo ocurrido.
Porque la bombona de oxígeno continúa funcionando cuando el árbitro señala el final del encuentro. Paladas de argamasa caen sobre todas las jugadas polémicas hasta hacerlas desaparecer, aquí no hay nada que ver, dispérsense. Al mismo tiempo, ponemos el foco en otro estadio en el lado opuesto de la Península, destacando, en este caso sí, las posibles jugadas que han podido beneficiar al equipo de Zidane. Mientras, deslizamos aquello de “los grandes no se pueden quejar” o “el Barça y el Madrid siempre salen favorecidos”. Una vez todo junto, sólo falta agitar la coctelera y… ¡voilá! El relato acaba siendo el de siempre, el Madrid gana gracias a Gil Manzano, mientras que los culés lo hacen a pesar de Sánchez Martínez. Y en menos de veinticuatro horas nada de esto habrá ocurrido, todo habrá sido un sueño, al más puro estilo Resines en Los Serrano.
Y lo peor de todo, es que esto no tiene solución a corto-medio plazo, al menos no se vislumbra en el horizonte. Aunque quizás, en realidad, sí que haya una solución, pero no termina de cristalizar. Si el Real Madrid no puede, no quiere o no sabe cómo parar los atropellos a los que se ve sometido en esta liga putrefacta, debe liarse la manta a la cabeza e impulsar definitivamente la Liga Europea, con todas las consecuencias. Mucho se suele hablar, precisamente al hilo de estas consecuencias, de las posibles medidas de la UEFA en contra del equipo blanco. Pero quizás todo pase por no tener al organismo europeo como rival, sino como aliado en el proyecto de dicha Liga. Todo esto da para otro artículo y para un profundo debate.
Lo que sí tengo claro es que, camino de la cuarentena y habiendo visto ya a mi equipo ganar siete Champions, tres de ellas consecutivas, lo que ahora mismo me pide el cuerpo es que por fin tengamos esa competición europea. Ver cerrar las puertas de la Liga española me llevaría a Cibeles. Y esas aficiones que tan hartas están de nosotros, como así lo manifiestan cada domingo en los estadios, también quedarían satisfechas, jugando entre ellos un campeonato que, en el fondo, saben que tendría menos interés que una liga de solteros contra casados, amén de que llevaría a muchos equipos a la desaparición. Pero parece ser que es lo que piden, quiénes somos nosotros para negarles su deseo.
Pero mientras eso llega, tan solo pido una cosa. Que al menos no me venga el madridismo de pipas y As bajo el brazo con la manida cantinela de que tiramos las ligas y que no podemos quejarnos. Ganar esta Liga ya hemos visto que supone hacer números de récord, mantener el cien por cien en cada jornada, no poder permitirse ni tan siquiera un empate. Y eso es algo inviable temporada tras temporada, porque además, a Chamartín aún no ha llegado, ni se le espera, ningún cargamento de bombonas de oxígeno.