Una crónica de: @MiedoEscenico2
El Real Madrid ha construido su leyenda en base a dos principios básicos: una ambición deportiva desmedida, y no rendirse nunca. Todo lo que no sea eso suele irle mal, y el partido de hoy en el Benito Villamarín ha sido otro ejemplo más de que es así. Ponía Santiago Solari en juego un equipo novedoso, debido a las sanciones y los problemas físicos de la plantilla, que era una sorpresa tanto en sus componentes como en la disposición táctica. Apostaba el técnico de origen argentino por jugar con tres centrales por delante de Navas (Varane, Ramos y Nacho), le daba las bandas a Carvajal y Reguilón, plantaba por delante de la defensa a Casemiro y Valverde, éste algo escorado a la izquierda, Modric ocupaba su lugar habitual y, por delante, Benzema, y un Vinicius Jr que venía atravesando un proceso gripal durante la semana, y era por ello duda para el partido.
Un sistema como éste resultaba toda una novedad en el caso del Real Madrid, especialmente por el aprecio de Solari por jugar en 4-3-3, aunque lo cierto es que no poder contar con Lucas, sancionado, ni con Bale y Asensio, aún en proceso de recuperación, le obligaba a cambiar algo. Y no es menos cierto que la debilidad defensiva mostrada por el conjunto blanco en estos últimos meses invitaba a hacer algo diferente que cerrara posibilidades de encajar goles. Sumado a esto, la disposición de los jugadores en el campo permitía una cierta libertad de movimientos a Modric en la zona de tres cuartos y, sobre todo, dejaba una cantidad ingente de espacio por delante para que Vinicius y Benzema pusieran a prueba la solidez de la defensa bética.
Aunque el primer tiempo empezó algo trabado, con faltas y las dos defensas muy adelantadas, sucediéndose la señalización de fueras de juego, el Madrid pareció ceder la iniciativa al Betis. El cuadro blanco estaba bien cerrado atrás, pero preparado para lanzar contraataques gracias a la salida veloz de los laterales y a los movimientos de los delanteros. Lo cierto es que hay que admitir que el planteamiento inicial, dadas las circunstancias de la plantilla (bajas) y el dibujo del rival, fue un éxito. El Betis acabó la primera parte con un 71% de posesión y solamente tres disparos, ninguno de ellos a puerta. El Real Madrid salió a la contra con mucho peligro, tanto por una banda como por la otra, Benzema y Vinicius se entendían a la perfección, Carvajal y Reguilón cabalgaban por sus bandas a gran velocidad, y Modric se encontraba con el retorno momentáneo a su vieja posición de media punta. La escuadra madridista tuvo llegadas frecuentes, disparó en ese periodo hasta diez veces, y tres de ellas a puerta. Modric marcó gol pronto, en el minuto 13, otra vez con la izquierda y buscando la escuadra, como en la final del Mundial de Clubes, pero aun así el equipo madridista siguió buscando la portería de Pau López, mientras atrás sus centrales neutralizaban con oficio las llegadas béticas.
Diferentes remates de Reguilón, Vinicius o Modric no llegaron a transformarse en gol, mientras el equipo trataba de presionar arriba y robar más rápido que en otras ocasiones. El Betis llevaba el peso del partido, pero apenas obtenía ocasiones de peligro a favor. La jugada más evidente de la primera parte fue, en el minuto 33, un pase en profundidad de Benzema a Fede Valverde que, ante la salida de Pau López, trató de pisar el balón, quizá con la idea de retrasarlo para la llegada del francés (como hizo Guti en Riazor aquel día), pero la realización no acompañó a su deseo y no pudo finalizarlo igual. Como no podía faltar el momento del tuerto que decía @pepo2204 en la previa, faltando un minuto para el final de la primera parte, Benzema cayó al suelo tras un forcejeo con un defensa bético y se dañó una mano, resultando posteriormente en la fractura del dedo meñique, que le obligó a retirarse del campo.
Así, se iniciaba la segunda parte con 0-1 en el marcador, y la entrada obligada de un delantero debutante en Liga con el equipo madridista, Cristo González, que venía haciendo buenos partidos con el Castilla, con cierta efectividad goleadora. Pero el equipo blanco, de manera similar a lo que ocurrió en Villarreal un par de semanas atrás, cambió. No queda muy claro si fue porque la consigna era no salir, o salir menos, o si la ausencia de Benzema dificultó la recepción de espaldas para descargar y combinar, o si, sencillamente, el equipo no se sentía con fuerzas o ganas para ir a buscar el segundo gol. El caso es que el Betis salió dispuesto a igualar el partido, y el Real Madrid, haciendo caso omiso de uno de sus principios, se dedicó exclusivamente a defenderse del asedio, sin buscar la portería rival apenas. Las ocasiones verdiblancas se iban sucediendo, remates de Canales, Lo Celso, Guardado, salían fuera o eran detenidos, como en el caso del primero, por Keylor Navas. Cristo González también remató una vez a la portería bética en la única llegada destacable del Madrid en esa fase del partido. Y, como ocurre siempre que el cántaro va a la fuente, se acabó rompiendo. Un pase filtrado de Lo Celso para Canales, en posición de fuera de juego no señalado por el árbitro ni visto por el VAR (leed la crónica arbitral de Nilo Campo para más detalle), finalizó con un toque agónico del centrocampista exmadridista, que hizo pasar el balón entre las piernas de Keylor y empató el partido 1-1.
Si alguien esperaba la reacción del Madrid tras el gol, se volvió a llevar una decepción: siguió como estaba, parapetado atrás y sin apenas salir con peligro, aguantando el asalto del Betis, que seguía buscando otro gol. Solari decidió cambiar algo, y retiró a falta de un cuarto de hora a Reguilón para dar entrada a Ceballos, que volvía al Villamarín ante el que fue su público. Aun así, el empuje del Betis seguía y amenazaba con alcanzar el objetivo de la victoria. Faltando diez minutos para el final, el técnico argentino agotó los cambios e introdujo a Brahim Díaz por Valverde. Otro misterio del fútbol, no queda claro si fue por este cambio, si fue porque los jugadores madridistas vieron a Vinicius sudar tanto que no sabían si era cansancio o fiebre, o si, sencillamente, recordaron los elementos que hicieron legendario ese escudo. El caso es que el campo sufrió un vuelco y el equipo madridista se lanzó de nuevo hacia la portería verdiblanca de manera decidida.
Dos o tres jugadas en que los blancos se lanzaron a presionar más arriba (impresionante el esfuerzo de Dani Carvajal tras 85 minutos), consiguieron forzar malos pases del equipo bético y, tras una de esas intercepciones, Casemiro se lanzó a tumba abierta hacia el área rival, con dos y hasta tres rivales tratando de cortarle el paso. La jugada acabó con el brasileño aplastado contra el césped, una tarjeta amarilla para William Carvalho y una falta peligrosa señalada en la frontal de área bética. Contra todo pronóstico, la lanzó Dani Ceballos. Contra todo pronóstico, la lanzó al lado del portero. Y, contra todo pronóstico, el balón botó antes de entrar en la portería, suponiendo el 1-2 que a la postre sería definitivo. No hay peor cuña que la de la misma madera, y Ceballos pidió perdón a la que fue su afición por haber sido tan inteligente, tan preciso y tan pícaro como para robarles la cartera con ese lanzamiento de falta imprevisible faltado poco para el término del partido. De ahí al final, apenas pasó nada, y los puntos volaron hacia el depósito blanco, necesitado después de una primera vuelta de Liga llena de carestía y sobresaltos.
Aun así, es importante que tanto Solari como la plantilla tengan bien presentes esos dos principios que dan naturaleza a este club: buscar el gol siempre, y hacerlo siempre hasta el final. En Villarreal, olvidar esto ya costó un empate, y hoy, frente al Real Betis, estuvo a punto de volver a ocurrir. Llevar esa camiseta es incompatible con ser cicatero en el terreno de juego, o con la especulación: obliga a ir siempre a buscar que otro gol a favor suba al marcador, y a hacerlo sin descanso, hasta el último segundo del último minuto del descuento. Más vale que no lo olviden. Porque de ello depende el porvenir del equipo en los próximos meses…
Imagenes: realmadrid.com