Un articulo de: @RaulRM31
Otra vez. Una vez más lo habéis conseguido, insaciables. Otra vez habéis logrado lo impensable, lo inimaginable, lo que para muchos hasta hace bien poco resultaba una auténtica quimera el mero hecho de llevarlo a la mesa de debate. Otra vez sois los culpables de que un gran número de escépticos vea como tiráis por la borda de manera inapelable todas sus especulaciones. Otra vez os habéis encargado de hacer historia, porque, al fin y al cabo, es nuestra auténtica esencia de ser. Somos la historia. 12 Champions. Seis últimas finales ganadas. 3 de ellas en los cuatro últimos años. Las dos últimas de forma consecutiva por primera vez en el actual formato de competición. Estadísticamente, una auténtica barbaridad. Muchos jugadores fueron preguntados tras la final por las dimensiones de estos hechos. Misma respuesta: No somos conscientes de lo que significa. Aplicable a la mayoría de aficionados que seguimos desde nuestra infancia a este club. Nos ha venido todo de una manera tan repentina que pienso que no lo asimilaremos hasta pasados unos años. Matizo; estamos siendo testigos de una de las épocas más gloriosas del Real Madrid en sus 115 años de historia. Más de un siglo de pasión, honor y títulos. Le pese a quien le pese, me considero un verdaderos afortunado. Por eso nunca os estaré lo suficientemente agradecido. Por sufrir hasta el final, vibrar con cada jugada o gol, enrabietarme conmigo mismo, discutir sobre sistemas o mejoras, gritar de alegría, llorar de desilusión y disfrutar. Sobre todo, disfrutar viéndoos pase lo que pase y juguéis como juguéis. Porque formáis parte de mi vida rutinaria y sois una de las vigas de hormigón que equilibran mi estado de ánimo.
El pasado sábado, ganasteis la duodécima Champions de vuestra historia y, lejos de parecer el colofón a una etapa, más bien supuso el vislumbramiento de una nueva era, de una nueva dinastía: la de blanco. La Duodécima no es un fin, sino un medio para lo que se avecina. El Real Madrid tiene la mejor plantilla del mundo y una de las mejores de siempre. Esto es una verdad irrefutable. Sin ir más lejos, esta final fue buena prueba de ello. Tras una primera parte dubitativa, con más sombras que luces, con más posesión que dominio y control del partido y el que llegó a adelantarse en el marcador, el Madrid, nuestro Madrid, se iba insatisfecho al descanso. Sabía que no estaba afrontando la final como mandan los cánones en este tipo de eventos. Faltaba frescura, precisión, profundidad y, especialmente, someter al rival a su método. Y en esto, el Madrid también es el mejor. La razón es muy sencilla: tiene a los mejores jugadores del mundo en las funciones que ocupan. También goza de un entrenador que quizás no sea el más carismático, pero si el más apropiado y pertinente para esta clase de jugadores. Futbolistas de élite mundial, como él lo fue en su día, a los que trata, mima y adiestra para que hagan lo mejor en las diferentes situaciones que se dan en un partido. Zidane sabía mejor que nadie lo que el equipo necesitaba en aquella segunda parte, aunque algunos todavía opten por desprestigiarlo. 45 minutos después silenciaría a otra ingente cantidad de detractores y antis. Cambió el esquema de la presión y formó un rombo, con Kroos en su polo ofensivo, Casemiro en el defensivo y Modric e Isco en los vértices laterales. El resultado, un aplastamiento descomunal. Como por arte de magia (blanca en este caso, la buena), la Juventus se disipó. Tras no dejar hilvanar una jugada de más de cinco pases a su rival, el Madrid se apoderó del balón y dio sentido a este. Finalmente, esta es la clave de este maravilloso deporte llamado fútbol. Kroos, desde lo táctico y acariciando el balón, propulsó a los Isco, Marcelo y Modric que generaban superioridad en cualquier zona del campo rival. Si la Juve amenazaba tímidamente, la defensa madridista estaba asegurada gracias al un imperial capitán Sergio Ramos, secundados por un Varane expeditivo y por el todoterreno de este equipo, Kaisermiro. Pronto llegaron los goles. Porque ahí, el Madrid también tiene una ventaja sobre el resto: tiene al mejor rematador del mundo. Cristiano Ronaldo, en un clínic de paciencia y frialdad, remató a la Vecchia Signora. También tiene a su mejor socio, Karim Benzema, que con su movilidad y dulzura redujeron a cenizas el muro defensivo italiano. 3 goles en 45 minutos a un equipo que había encajado el mismo número en 14 partidos de competición. Un ejercicio de control de ritmo, presión y ejecución antológico, que quedará preservado en las hemerotecas como uno de los mejores segundos tiempos de la historia.
Así alzasteis otra Copa de Europa más. Haciendo historia. Porque no sabéis o no podéis competir de otra manera. Porque habéis nacido para ganar este torneo. Es un idilio que tenéis desde que nació este club allá por 1902. Como la madera al carpintero, Donald Draper a la publicidad o Rafa Nadal a la tierra batida. Es un derecho inherente e innato que os pertenece. Como el don para ganar finales. Os tomáis al pie de la letra la premisa de que las finales no se juegan, se ganan. Y en eso también sois los mejores. No ha importado estar 32 años primero (1966-1998) y 12 después (2002-2014) sin tocar el ansiado metal porque cuando lo ha hecho se ha autoconvencido y ha demostrado al resto de equipos que para vencerle tienen que ser bastante superior a él. Porque en un partido de Champions si pasan muchas cosas o no pasa nada, gana el Madrid. Esto es así. Es el superpoder que atesora este equipo y le distingue del resto como la tela de araña a Spiderman. En estos últimos cuatro años, el Madrid ha entrado en esa vorágine en la que todo rival que entra en ella es vapuleada de manera cruel y despiadada, sin que él sufra el más mínimo daño. Ni el temprano gol de Insigne en el Bernabéu, ni el descalabro de presión en la primera parte en San Paolo, ni los desajustes defensivos en las bandas en la vuelta frente al Bayern, ni el inesperado 2-0 en el minuto 15 en el Calderón, ni la superioridad táctica de la Juve en la primera parte de la final. El Madrid se empeñó en difuminar las opciones que concedía al rival a través de una serie interminable de soluciones como el balón parado, el estímulo desde el banquillo o simplemente el talento individual de sus jugadores. Y es que el Madrid es épica, se alimenta de las situaciones adversas para sobrevivir y la asume como si su objetivo fuera el de superar retos extremadamente difíciles en vez de ganar títulos. La final se dinamita por un rechace de un tiro lejano pero, mientras para el Real un gol en contra hubiese supuesto el inicio de un nuevo desafío, para los italianos significó la aceptación del relato que se repite una y otra vez. Zizou y los suyos se han pasado el videojuego en modo Ultraleyenda, no hay un nivel superior. Mientras equipos como el Atletismo y la Juve han acechando el techo de Europa con un estilo definido y fichando según necesidades deportivas, el Madrid compraba talento por doquier en algunas inversiones históricas (solo hay que ver el precio pagado por Kroos, Modric, Varane o Isco) para establecer un orden. El Madrid está construido de manera antagónica a lo que vendría en cualquier manual que tratase sobre el camino hacia el éxito. El equipo que no necesitaba ser el mejor para ganar Copas de Europa es hoy el mejor equipo de Europa.
Y todo esto en, probablemente, en la época futbolistíca más competitiva e igualada de la historia de este deporte. Unos tiempos donde cualquier equipo puede realizar una actuación memorable y mandarte a la lona en cualquier partido. Donde hay una mayor concentración de talento bruto por equipo, y más si hablamos de la Champions. Donde las estratosféricas cantidades de dinero utilizadas para fichar cada vez son más desorbitadas, pero permiten reforzar con jugadores asombrosos las plantillas de muchos equipos punteros en Europa. Muchísimo más mérito que las 5 Champions conseguidas en 1956-1960, sobre todo porque el Di Stefano actual juega en el Farsalona. Tener las mismas Champions que Italia e Inglaterra y 5 más que Alemania no es casualidad. Meterle 4 goles a Oblak, 6 a Neuer y 4 a Buffon en 8 horas exactas de fútbol no es sólo cuestión de azar. Para los que acusan de subirse al carro del Madrid solo cuando este gana títulos, les digo que sí, que aproximadamente un 60% de los “aficionados” blancos son así. Pero para los madridistas de bien, los de verdad, los que hemos estado ahí en las duras y en las maduras, esto es un premio a la perseverancia mostrada. Porque celebrar ahora es muy bonito y oportunista, pero ver a tu equipo eliminado en octavos durante seis años consecutivos es demoledor. Era una rutina, algo que formaba parte de mi infancia, el llegar a la misma ronda y siempre el mismo resultado, malacostumbrarme a presenciar tal debacle con lo supuestamente hubo detrás pero que no llegué a ver. Todo esto al mismo tiempo que tu eterno rival, ese al que deseas con toda tu alma la derrota y desastre permanente, se ponía las botas ganando sextetes y viviendo su mejor época como club. El aguantar los vaciles, los piques, las burlas y las mofas de culés y antimadridistas se convirtió en una tónica constante. Pero sentía que era cuando más fiel tenía que ser con mi equipo porque estaba completamente seguro de que llegarían tiempos mejores. Y así fue. En estas ocasiones siempre me acuerdo de la persona que revertió esa situación. José Mourinho llegó al Madrid con un objetivo claro: ganar títulos y devolver al club donde merecía en Europa. Lo primero, por una serie de circunstancias, no pudo llevarlo a su máxima expresión, pero lo segundo lo bordó a la perfección. Con él, el Real Madrid volvía ser competitivo en Europa, volvía a ser temido por los grandes. Es más, volvía a ser cabeza de serie. Hasta eso habíamos llegado. Trajo a Modric, Varane y Casemiro, hizo de Marcelo un futbolista, convirtió a Sergio Ramos a central, sacó la mejor versión de Benzema… Una serie de acciones que hoy en día son fundamentales para el equipo y que muchos no las valoran como es debido. Además defendió al equipo por encima de todo, premisa obligatoria. Todo lo que ha venido ahora empezó con él. Así que gracias una vez más, José.
Tenemos el mejor equipo que se puede tener en el mundo. Verdad incontestable. Pero querría pararme a analizar la que, para mí, es la columna vertebral y los pilares sobre los que se sostiene este equipo. Uno por línea: Sergio Ramos, Luka Modric y Cristiano Ronaldo. Vayamos uno por uno:
Sergio Ramos: El gran capitán. Y digo grande porque ha hecho méritos para ello. Se ha convertido en el alma de este equipo, dentro y fuera del campo. Su espíritu y carácter impregna al resto de jugadores y los levanta cuando están hundidos. Ha mamado madridismo durante 12 años y actualmente es el mejor representante de sus valores. Tras alguna temporada ambigua en cuanto a rendimiento, se ha vuelto a alzar como el mejor central del mundo, tanto por sus goles decisivos como por su defensa férrea, imponente y regular. La final, buena prueba de ello. Fuera del campo, ha protegido al club como institución contra todos los que se le tiraban a la yugular. El Ave Fénix que cualquier equipo desea tener. Pero solo hay uno. Y le tenemos nosotros.
Luka Modric: La excelencia hecha futbolista. No hay jugador que más influya en el transcurso de un partido que el croata. Si él funciona, el Madrid tiene el 99% de posibilidades de ganar el encuentro. Dominio absoluto de las lecturas del partido, sabe lo que tiene que hacer en cada momento. Además con una calidad exquisita y pocas veces vista antes. Es como si a Cupido le quitas su arco. El Madrid está bien, pero falta la pieza angular que te enamora. No sé cuántos años le quedan al máximo nivel, pero ya ha hecho historia en el equipo. Su precio fue una ganga comparado con el rendimiento que ha ofrecido. Mientras el día de su adiós no llegué, seguiremos disfrutando de uno de los mejores jugadores del madridismo moderno.
Cristiano Ronaldo: Simple y llanamente, el mejor rematador del mundo y el mejor competidor de la historia. Nunca vi tanta voracidad y ganas de ganar sobre un terreno de juego. Mientras unos lo poseen innato, su fútbol es el resultado de un sacrificio, desarrollo y perfeccionamiento sobrehumanos. Este curso, se ha adaptado a una posición completamente distinta a la que llevaba jugando toda su carrera. Y la ha sabido interpretar mejor que nadie. Cristiano ha comprendido que no debe tirar de nada porque ya tira el Real Madrid, que debe esperar sus momentos porque el Real Madrid se los va acabar ofreciendo. Asumir eso con la personalidad de Cris, es de admirar. Seguiremos criticando algunas acciones suyas porque le exigimos más que a nadie, pero nos seguirá silenciando, como acostumbra. Ahora mismo, es el jugador más decisivo del mundo. No lo digo yo, lo ha demostrado. Leyenda viva. La constancia que toda persona desearía tener. Y también le tenemos nosotros.
Y así podría seguir con todo el equipo. Con los mejores laterales del mundo que está temporada han sido capitales en el estilo del equipo y dan esa profundidad que siempre necesitamos. Con Toni Kroos, ingeniería alemana que transforma el timing del partido a su antojo y trata al balón como a un amigo, con un cariño y paciencia sublimes. Con Benzema, eternamente incomprendido y eternamente elegante, uno de mis preferidos que me hace amar este deporte. Con Isco, ese jugador que le tiras una pila de ladrillos y te lo transforma en un adosado con jardín y piscina, un deleite para el espectador. Con Asensio, que dignifica el desparpajo, el no temor a fallar y la certeza de que si quieres triunfar en el Madrid, es todo cuestión de fe en uno mismo. Con Zidane, el mito viviente que se convirtió al madridismo, que se ha enamorado de él y que es el mejor entrenador que el equipo puede tener. Porque ha sido jugador, porque sabe lo que hay en cada momento en la cabeza de cada jugador, porque conoce sus límites y posibilidades y se lo transmite de la mejor manera. Porque encima se resta protagonismo aún sabiendo que está escribiendo historia. Y porque ha asimilado perfectamente en el mensaje en el que hay que creer: la estrella del Real Madrid es el Real Madrid.
Llevo varias horas escribiendo, pero podría seguir hablando largo y tendido sobre este equipo y este sentimiento único. Y es que no hay nada igual. Descubres lo que nadie antes había descubierto. Como dijo Marcelo, es una cosa de otro mundo. Es un motivo de vida, trasciende las fibras de lo deportivo. Solo los madridistas de bien lo entendemos. Ojalá algún día pudiera explicárselo al resto, pero esto no requiere de explicaciones, sino de experimentarlo. Para terminar, parafrasearé a un grande de la profesión, el mítico Andrés Montes, que repetía en bucle aquello de: porque la vida puede ser maravillosa. Y si eres del Real Madrid, lo es infinitamente más.