Una crónica de: @MiedoEscenico2
Tras el subidón del pasado miércoles, conquistando el Nou Camp con una goleada inapelable acompañada de buen juego, llegaba un partido de Liga que, en este momento de la temporada, sentaba como un pedo en un ascensor. El Villarreal visitaba el Bernabéu, y Ancelotti le enfrentaba con un once parecido al que, hace solamente seis días, le metía seis goles al Valladolid. Courtois bajo palos, Lucas Vázquez, Rudiger, Alaba y Nacho como línea defensiva, Tchouameni y Ceballos en el doble pivote, una línea de tres compuesta por Rodrygo, Asensio y Vinicius, y en punta, Karim Benzema. Ni Kroos ni Modric, Tchouameni y Ceballos de titulares, pasillo libre para los vinagrillos críticos.
No se puede decir que el Madrid empezara mal el partido, la verdad. Algo atascado en la salida en algún momento, pero capaz de superar las líneas amarillas planteadas por Setién e irse haciendo con el encuentro. Vinicius conseguía superar a Foyth mediante pases profundos al espacio, Rodrygo y Asensio se entendían, Benzema apoyaba aquí y allá y, sobre todo, Ceballos aparecía por cualquier sitio recuperando balones. En ese contexto, un cabezazo de Rudiger y un remate de Vinicius antecedieron al primer gol del partido. Una combinación entre Asensio y Vinicius acabó con el mallorquín dando un pase de la muerte, y Pau Torres marcando en su propia portería. Corría el minuto 15, y el 1-0 no supuso un gran cambio en la dinámica de partido.
En el estadio, resultaba algo impredecible el criterio de Alberola Rojas, que tan pronto parecía un árbitro de la Serie A como otro del Seis Naciones de rugby, tolerando algunas jugadas que normalmente se suelen sancionar. El Madrid seguía llegando, pero no transformaba eso en nada práctico ni tangible. Lo que sí volteó el sentido del juego fue el cambio que hizo Quique Setién en el minuto 33, sacando del campo al joven Terrats, e incorporando en su lugar a Manu Trigueros. Quizá por la superioridad en el centro del campo, quizá por las dificultades de Lucas Vázquez y Nacho para controlar sus zonas, el Villareal se fue haciendo con el balón, la iniciativa y las ocasiones. Y tanto fue el cántaro a la fuente, que finalmente, un pase filtrado, ante las narices de Tchouameni, Ceballos y Alaba, fue a parar a Chukweze que, con un magistral recorte ante Nacho, se hizo hueco y remató a placer ante Courtois.
Imagen: realmadrid.com
Nos fuimos al descanso con 1-1 y con la sensación de que algo había dejado de funcionar. Benzema volvía a parecer cansado (lógico, tercer partido en seis días) y no parecía el jugador de los partidos anteriores, al igual que Rodrygo, que ha jugado prácticamente todo desde el parón de selecciones. Y Tchouameni y Ceballos naufragaban frente al poblado centro del campo amarillo. No obstante, el regreso tras el descanso ofreció a un Madrid renovado, Militao en defensa entró por Alaba y no sabemos si por el miedo a su propio compañero, o por la necesidad de sacudirse la mala sensación del final del primer tiempo, los blancos entraron fuerte.
Tan fuerte como para que, a los tres minutos de volver, Vinicius recibiera un pase de Ceballos, encarase a dos defensas, hiciera un caño con una naturalidad pasmosa, como un cuchillo caliente entrando en la mantequilla, se plantara frente a Reina y le batiera con suavidad y un remate colocado con el interior de su pie derecho. El 2-1 no supuso relajación alguna, y el Madrid lo que hizo fue replegarse y empezar a golpear a base de contraataques. Y llegó una, dos, tres veces, pero no consiguió mover el marcador, en gran medida debido a su falta de acierto rematador. Lo del pacifismo cuando hay que matar los partidos es una de las cosas que todavía se mantiene como asignatura pendiente en este equipo, en algunas ocasiones. Una especie de procrastinación asociada al deber de meter goles que permitan un final de partido tranquilo.
El caso es que Ancelotti lo vio tan claro, y a Benzema tan fundido que, antes de la hora de partido, retiró del campo al galo y lo sustituyó por Valverde, para evitar que se le volviera a resquebrajar el centro del campo, pero se perdió la referencia arriba. A esto se sumó que, unos minutos después, ya en pleno partido de ida y vuelta, Setién metió en el campo a Alberto Moreno y a Morales, y ahí el Villarreal volvió a tomar el control, castigando a los blancos, especialmente en ambas bandas, con Lucas Vázquez y Nacho en una de sus peores noches con la camiseta del Madrid. Tanto le castigó como para que una apertura a Chukweze le permitiera transitar dentro del área, pasar el balón y, tras un rechace, que Morales marcara, ya en el minuto 70, y tras algo de suspense con el VAR revisando la posición del extremo groguet. El 2-2 abrió una vez más el partido, y el Madrid volvió a lanzarse a por el gol, aunque con la misma fortuna de momentos anteriores: ninguna.
Imagen: realmadrid.com
Ancelotti introducía a Modric por un casi desaparecido Tchouameni que, aunque había empezado bien el partido, había ido perdiendo gas, presencia y hasta la sonrisa, para esos momentos. Poco después, era Camavinga el que entraba por un Ceballos ya desfondado y casi sin resuello, con lo que el transalpino dejaba, para el final del partido, un medio campo formado por Camavinga y Valverde como doble pivote, y Modric en una posición más adelantada aunque, dada la dificultad del equipo para sacar el balón jugado, tenía que bajar hasta la línea de creación para facilitar la transición.
Siguieron sucediéndose ocasiones, de Foyth de cabeza, de Marco Asensio de volea tras un centro de Modric, pero, a falta de diez minutos, fue Chukweze otra vez el que remontó la línea frontal del área, de derecha a izquierda, perseguido por Nacho, Camavinga y todo el que pasara por allí; y fue el extremo nigeriano el que largó un misil fantástico a la escuadra de la portería de un Courtois que se estiró todo lo que pudo y más, y apenas le dio para rozar el obús. El 2-3 acabó de alertar al Madrid, pero ya era tarde. Sin cambios (había agotado todas las ventanas), sin recursos y sin paciencia, se quiso poner a hacer lo que no había hecho antes, y ya era tarde. Un posible penalti por mano de Mandi decretado por el árbitro fue revisado, en una agonía interminable, por el VAR, que acabó haciendo ir a Alberola Rojas al monitor, para acabar decidiendo que no lo era. Los intentos posteriores del conjunto madridista, a través de faltas directas provocadas por Vinicius, que hizo un muy buen partido, o de llegadas algo precipitadas, y a pesar de los ocho minutos de prolongación, no le permitieron equilibrar el resultado ya, por errores en un remate tras otro.
Así, se produjo la primera derrota del equipo madridista en casa en la Liga, en un partido que llegaba entre la vuelta de las semifinales de Copa y la ida de los cuartos de la Copa de Europa. Quizá, nunca se sabe, el rejonazo que supone esta derrota fuese una necesidad para que el conjunto blanco no se duerma en los laureles antes de la visita del Chelsea, y tenga muy presente que procrastinar en un partido de fútbol es lo peor que se puede hacer. Esperemos que el miércoles salgan con la lección aprendida y sean eficaces a la hora de viajar a Londres con los deberes hechos. O acabarán castigados y con un suspenso.