Una crónica de: @MiedoEscenico2
Se presentaba el derbi de esta temporada en el Bernabéu algo descafeinado, la verdad. No solamente el Atlético está en horas algo bajas, fuera de Europa desde diciembre, eliminado de la Copa por el equipo madridista, sino también la distancia del conjunto blanco con el Barcelona en la competición liguera, manchada por las noticias de corrupción desde el club azulgana, y que el partido cayera entre la conquista de Anfield y la ida de la Copa del Rey contra el propio equipo culé. Ancelotti puso en liza una alineación formada por Courtois; Carvajal, Militao, Rudiger, Nacho; Kroos, Valverde, Ceballos; Asensio, Benzema y Vinicius.
La primera parte fue algo espesa, alguna llegada del Madrid, alguna aproximación con peligro del Atlético, mucho cuidado por parte de todos, y pocas ganas de hacer algo especialmente diferente o espectacular. Vinicius empezó con ganas, pero volvió a tener problemas para elegir bien en algunas ocasiones, Asensio no fue tan transparente como en otros partidos, pero tampoco hizo nada diferencial, Benzema se ubicó entre los centrales y apenas se movió de ahí, los centrocampistas mostraron algo más de dinamismo ofensivo, pero en defensa se limitaron a cubrir sus zonas, y la defensa estuvo entre contemplativa y dedicada a aguantar más que entrar, y a mirar de reojo más que anticipar.
Hubo algún remate a puerta, claro que sí, pero no fueron tampoco una cosa del otro mundo. Concretamente, dos del Madrid y uno del Atlético. Y poco más. Kroos distribuía pero estaba más centrado en evitar sustos al contraataque, Ceballos se movía mucho pero a veces no estaba claro hacia adónde, y Valverde sí sabía hacia dónde ir, pero se mostraba algo impreciso en el pase en ocasiones. Vaya, que el motor andaba gripado y el turbo tampoco es que estuviera muy boyante. Con este Madrid dosificado, el Atlético parecía encontrarse cómodo, “si tú no me incordias, yo tampoco” y todos tan contentos.
Imagen: realmadrid.com
La segunda parte se inició con algo más de ritmo, Benzema pareció despertar de su letargo, Carvajal subió algo más su banda, aunque tampoco estemos seguro de si era preferible, Ceballos se movió algo más y mejor, Valverde se empezó a multiplicar en defensa… La sensación no era tan absolutamente plana como en la primera parte, pero tampoco había grandes ocasiones. Ancelotti, a la hora de partido, renovó profundamente el centro del campo, dando entrada a Tchouameni, Camavinga y Modrić, sacando del campo a Kroos, Ceballos y Asensio, que no habían estado ni mal ni bien, sino todo lo contrario. Pero tampoco la entrada de este trío, que desplazó a Valverde a la banda derecha, acabó de mejorar mucho las cosas.
Lo que sí cambió el rumbo del partido fueron dos hechos casi consecutivos: en un saque de banda del equipo rojiblanco, Correa trató de hacerse sitio ante Rudiger, que le saca una cabeza, con un codazo, estando el árbitro mirando la jugada a apenas cuatro metros. No nos meteremos a valorar si la agresión fue un golpecito cariñoso o un atentado grave a la integridad del central alemán, pero el caso es que Gil Manzano expulsó al argentino, montándose un cierto revuelo en el césped hasta que Correa salió del terreno. Con diez, el Atlético compactó su dibujo y montó una línea de 5 por detrás de otra de 4, sin dejar apenas resquicios entre ellas, y así lo mantuvo hasta el final.
Lo que no se mantuvo hasta el final fue el marcador, porque el Atlético se adelantó 0-1 en un magnífico cabezazo de Giménez, que había tenido que entrar por Reinildo en la primera mitad, imponiéndose, solo, a toda la defensa blanca y colocando el balón junto al poste de Courtois. Sólo en ese momento pareció volver a la vida y querer jugar el partido el Madrid, pero ya era el minuto 78, y había desaprovechado más de una hora, sin hacer los deberes. Ancelotti había dado entrada un minuto antes del gol colchonero al chaval Álvaro Rodríguez, y relevado a Nacho, para intentar rentabilizar la ventaja numérica, pero le había salido mal la jugada.
Imagen: realmadrid.com
Para entonces, Benzema llevaba un partido entre desaparecido e inactivo, nada que ver con el jugador que dinamitó a la defensa del Liverpool en Anfield junto a Vinicius y Rodrygo. Tchouameni tardó diez minutos en entender de qué iba el partido, y estuvo lento y espeso como un puré de chinchetas, mientras Vinicius se empeñaba en dar el pase definitivo o meter el gol necesario con más corazón que cabeza. La sensación de inoperancia era llamativa, sobre todo por el contraste con el espectáculo que brindó el equipo el martes pasado en Liverpool.
El caso es que el Madrid se dedicó con denuedo, tras el gol de Giménez, a sitiar, asaltar y bombardear el área atlética, llena de barricadas, para intentar primero empatar, y luego ganar el partido. El técnico de Reggio Emilia sustituyó a Carvajal para dar entrada a Lucas Vázquez, suponemos que para que pusiera algún centro como extremo derecho, pero Lucas se ha vuelto tan lateral que ya ni desborda como extremo, ni centra como si lo fuera, teniendo una aparición bastante desafortunada en el campo.
Finalmente, el Madrid consiguió empatar, a los 85 minutos, gracias a un fantástico testarazo de Álvaro Rodríguez tras un córner botado por Modrić, casi la única jugada de mérito del cuadro blanco. La otra había sido una magnífica combinación entre Modrić y Camavinga, justo antes, en que el centrocampista galo demostró, en el rol de lateral izquierdo, que era de los pocos que había entendido lo que necesitaba el partido, pero Oblak la desvió, con apuros, al córner del que vino el empate. De ahí al final, el Madrid demostró más intención que acierto, y echó a perder una ocasión tras otra por pura precipitación, quedando el encuentro en tablas definitivamente.
Imagen: realmadrid.com
La sensación de que el Real Madrid, tras el homenaje inicial a Amancio, se había tomado el partido como un paréntesis entre dos citas trascendentales, se hizo evidente en el campo, priorizando el evitar lesiones y el dosificar esfuerzos, y no es descartable que lo agradezca en algún momento futuro. Pero dejó también el mal sabor de boca de haber desaprovechado una enorme ocasión de reducir distancias con el Barcelona, especialmente tras la expulsión de Correa. Y las oportunidades, amigos, no vuelven, una vez perdidas. Esperemos que el jueves, en la ida de la semifinal de la Copa del Rey, el conjunto blanco no deje pasar la oportunidad de dejar la eliminatoria encarrilada. O nos enfadaremos, esta vez sí.