Una crónica de: @MiedoEscenico2
El Real Madrid salía a jugar la final del Mundial de Clubes frente al Al-Hilal saudí y, para no perder la antigüedad, indignación en las redes al conocer la alineación ¿por qué no es titular Ceballos? ¿cómo pone a Camavinga de lateral? ¿es posible que deje a Rodrygo en el banquillo? Ancelotti enarcaba su ceja, impasible, mientras planteaba el partido con Lunin en la portería, celebrando su cumpleaños, y Carvajal, Rudiger, Alaba y Camavinga por delante de él. En el centro del campo, Tchouameni, con Kroos y Modrić como interiores, Valverde caído a la derecha, Vinicius por la izquierda, y Benzema en punta.
Y el partido empezó, inesperadamente, con el Madrid muy agresivo en la presión, tratando de generar problemas al equipo árabe desde el nacimiento de las jugadas. Fruto de ese esfuerzo, el cuadro madridista recuperó balones a mansalva, no en la línea de delanteros sino en la de medios, con los laterales ayudando muy arriba. Destacaba en estos primeros minutos Carvajal, que cabalgaba por su banda y al que encontraba Kroos con cambios de juego magníficos, calculados milimétricamente con su escuadra, su cartabón y su compás, que seguía manejando con su flequillo inamovible.
Y, poco antes del primer cuarto de hora, llegó el primer gol: Valverde encontró a Benzema entre líneas, y el galo habilitó a Vinicius con un toque fácil, preciso, dejando al brasileño solo ante el portero. El chico, volviendo a hacer saltar por los aires la infundada leyenda que le quisieron colgar, definió con naturalidad y estableció el 1-0, que solamente sirvió para que el conjunto blanco redoblara su presión adelantada y siguiera apretando. Tchouameni parecía un gendarme, y Modrić no paraba de revolotear de un lado a otro, pleno de dinamismo y ganas de hacer tratos con Valverde y Carvajal en la derecha, o de servir munición a Kroos al otro lado.
Imagen: realmadrid.com
Fue Valverde, que constató que ha superado el problema familiar que le tenía abstraído, el que, cinco minutos después, recogió un rechace en la frontal del área, algo escorado hacia la derecha, y largó un remate duro y seco, que pasó entre la defensa, y ante el que el portero Al-Mayouf no pudo hacer gran cosa, salvo rozarlo antes de que entrara a la portería. El 2-0 sirvió al Madrid para tranquilizarse, con todo lo bueno y todo lo malo que tiene eso: se juega con más calma, pero se pierde ese punto pesimista que siempre hace falta para estar en tensión.
Entre los 20 y los 25 minutos, algo cambió. Quizá el Madrid bajó ese ritmo infernal que había impuesto de salida, quizá empezó a notarse cierto cansancio, quizá el cambio táctico que puso en práctica Ramón Díaz desde el banquillo tuvo efecto. El caso es que Marega, ese delantero tanque del cuadro azul, empezó a buscar el lado izquierdo de la defensa blanca, y que Camavinga y Alaba empezaron a verle pasar como un expreso por su banda sin acabar de ser capaces de echarle el freno.
Fue en una contra inesperada, en la que Alaba tiró el fuera de juego junto a la línea central, y Rudiger decidió continuar la carrera, habilitando al delantero rival, en la que Marega se lanzó en carrera, se plantó solo delante de Lunin, y le batió con un remate cruzado. El 2-1 generó ciertas dudas en el Madrid, que se replegó y se dedicó a cerrar los caminos a su portería como primera prioridad. Según se fue acercando el descanso, el cuadro blanco fue, poco a poco, adelantando líneas otra vez, recuperando terreno y metiendo a los saudíes en su campo, aunque sin más resultado que el que había ya en el marcador, y con algún acercamiento peligroso del rival.
Imagen: realmadrid.com
A la vuelta del descanso, el equipo madridista salió de nuevo como al principio, con una presión alta algo caótica, pero que volvía a dar fruto, aunque de manera algo irregular. Un chut de Kroos justo después del saque de centro animó a pensar que el Madrid había vuelto a salir con las municiones preparadas, las armas amartilladas y los dedos esperando en el gatillo. El equipo saudí se resistía, se rebelaba y continuaba tratando de buscar el lado de Camavinga para hacer daño al cuadro español, pero sus intentos no acababan de prosperar. Mientras tanto, en el Madrid, Carvajal, Valverde por un lado, y Vinicius, con el apoyo de Benzema, al otro, hacían el campo ancho y difícil de defender para los azules.
Y, en el minuto 54, Vinicius arrancó su patinete atómico, y alcanzó una posición ideal para el centro de un jugador zurdo, pero decidió poner el balón con el exterior de su pie derecho, como homenaje al príncipe de todos los croatas. Lo hizo con tanta precisión que Benzema, que había tenido un partido preclaro en el pase, pero desafortunado en el remate, llegó al punto de encuentro a tiempo, algo ladeado, pero con la suficiente agilidad como para llevar puesto su frac y, al tiempo, rematar a gol, marcando el 3-1.
Cuatro minutos después, una fantástica combinación a la carrera entre Carvajal y Valverde acabó con un pase medido del lateral de Leganés, que el charrúa remató con el alma al fondo de las redes de Al-Mayouf, para poner el 4-1 en el marcador y declarar el trofeo prácticamente decidido. Posteriormente, una torsión excesiva del tobillo de Tchouameni, tratando de pelear por un balón dividido que se le había escapado en el centro del campo, acabó dando paso a las primeras sustituciones blancas: Ancelotti relevó al francés y a otro galo, Benzema, para que entraran Ceballos y Rodrygo al césped. Kroos se ubicó como medio centro junto a Modrić, con Ceballos caído a la izquierda y Valverde a la derecha.
Imagen: realmadrid.com
En el 63, el Al-Hilal volvió a aprovechar un desajuste defensivo del flanco izquierdo madridista, con Camavinga y Alaba saliendo a presionar demasiado arriba, y Vietto encontrando un espacio fantástico para plantarse ante Lunin y acortar distancias, marcando una especie de vaselina. Pero es que, seis minutos después, una penetración de Ceballos por el área rival acababa con un balón suelto, que Vinicius decidía rematar según llegaba, colocado al palo contrario y con efecto, haciendo subir el 5-2 al electrónico del estadio de Rabat. Y aún estuvo a punto de marcar otro más, pero un disparo desde fuera del área del brasileño salió rozando el larguero.
Ancelotti decidió retirar del campo a los pretorianos Kroos y Modrić, que habían cumplido de manera notable, y dió entrada en el campo a Nacho y Asensio en su lugar, pasando Camavinga al medio centro y Valverde a la posición de interior. Y, a falta de once minutos para el final, el cuadro saudí aprovechó otro error infantil de Camavinga en la entrega –que estuvo algo exigido en defensa e impreciso con el balón casi todo el encuentro- para hacer llegar el balón a Vietto que, dándose la vuelta, marcó el 5-3 que sería definitivo. De ahí al final, algunas llegadas del Al-Hilal sin consecuencias, pero de las que meten sustos, y otras del Real Madrid, con más voluntad que acierto. El cambio final fue el de Vallejo por Carvajal, que permitió escuchar al estadio coreando el apellido del central aragonés, además de unas cuantas tandas de olés, y el encuentro se fue encaminando al final, con siete minutos de descuento que no cambiaron nada. Y, por fin, el árbitro inglés decretó el final de la final.
Y Benzema conquistó su título número 24 con el Real Madrid, y Ancelotti ganó su tercer Mundial de Clubes, y su quinto título en esta segunda etapa. Y Vinicius se llevó el balón del oro del campeonato (cosas que pasan cuando no te curten a hostias con el beneplácito del árbitro), y Valverde el de plata, de vuelta a su naturaleza de halcón. Y el Real Madrid se llevó el premio al Fair Play (una constante, a diferencia de otros que son unos trileros) y se proclamó como el mejor equipo del mundo, entre los –infructuosos- intentos de los envidiosos de depreciar el título conquistado, y los lamentos de los antimadridistas y cenizos, cuyas ilusiones habían vuelto a truncarse. Porque sólo un equipo puede llegar a este torneo desde cada continente. Porque sólo un equipo puede alcanzar la final y proclamarse campeón. Solamente uno. Y lo repetimos, aunque a algunos les joda: hoy, EL MEJOR EQUIPO DEL MUNDO es el Real Madrid.