CRÓNICA | El infierno: Rayo Vallecano 3 – 2 Real Madrid

Una crónica de: @MiedoEscenico2

Penúltimo encuentro antes de la diáspora mundialista, y Ancelotti, que sabía que el Rayo Vallecano de Iraola es un equipo complicado, más todavía en Vallecas, no se andaba con tonterías y salía con lo más titular que tenía, habida cuenta de la baja de Benzema, por no acabar de encontrarse bien para la competición, y de Kroos, por la expulsión del domingo pasado frente al Girona. Courtois; Carvajal, Militao, Alaba, Mendy; Tchouameni, Valverde, Modric; Asensio, Rodrygo y Vinicius, como declaración de intenciones: no se fiaba. Y hacía bien.

El estadio de Vallecas es un campo corto,100×67, donde la presión del equipo local tiene más probabilidades de tener éxito, y donde la cercanía del público, salvo en uno de los fondos, lo convierte en un pequeño infierno. Así que el inicio del partido tampoco nos extrañó demasiado, porque era previsible que los franjirrojos salieran a comerse el césped ahogando la salida madridista. El Madrid de los últimos tiempos también ha tenido tramos de presionar arriba, pero el once de esta noche, con Asensio y Vinicius en la zona donde se inicia la presión, ya hizo difícil que tuviera éxito, en el primer caso por cierta desidia, y en el segundo por falta de entendimiento de lo que hay que hacer, cuándo cerrar la línea de pase y cuándo encimar al rival.

Con estas condiciones, no era raro que el partido empezara como empezó: con el Rayo marcando gol a los 5 minutos de partido. Un centro desde la banda izquierda, y un remate de Comesaña que entró, pegado al poste, en la portería de Courtois, que no pudo hacer nada por detenerlo. Podríamos decir que fue la única llegada con peligro del Rayo en el primer cuarto de hora, pero la supo aprovechar; mientras tanto, el Madrid lanzaba disparos a la grada, incapaz de generar ocasiones verdaderamente claras de peligro.

Imagen: realmadrid.com

Tal y como se preveía, el Rayo presionaba muy arriba, y la salida de balón del Madrid pasaba por dos opciones: si salía por su lado derecho, la jugada acababa con Militao mandando el balón a 70 metros, sin destino conocido; pero es que, si salía por su lado izquierdo, Mendy perdía uno de cada dos balones, y el Rayo no tenía ni que correr hacia su campo. Con lo que, bien visto, era casi mejor lo de Militao. Alaba andaba envuelto, no sabemos si en niebla o en humo infernal, pero apenas imponía su jerarquía en la parte de atrás, quizá víctima de la tristeza por no poder ir a Qatar, con lo que, al final, queda demostrado que un Mundial en plena temporada, por una cosa o por otra, te acaba jodiendo la vida.

Llegada la media hora de partido, el Madrid recuperó cierta presencia de ánimo. Hasta ese momento, el Rayo le había quitado la iniciativa, el balón, la cartera, las llaves del coche y la moral, siempre bien colocado en fase defensiva, aunque nunca demasiado atrás, y con un estilo de ataque caótico dentro de ese orden, que genera una confusión infernal en los rivales, vayan vestidos del color que sea, y lleven el escudo que lleven. El Madrid, por su parte, había intentado deshacer la madeja en que le había metido el Rayo, y empezaba a conseguir sacar algo en claro.

Fue una internada de Asensio en el minuto 37, tras un interminable rondo de pases en esa banda, la que permitió al balear entrar hasta casi el área pequeña, y fue Fran García el que le dio dos veces, una más suave y otra más dura, en la misma pierna, por detrás. El árbitro, del que ya les contará sus cosas Nilo Campo en la Crónica Arbitral, señaló saque de puerta, pero el del VAR le avisó, se fue a la pantalla a verlo, y no le quedaron más cáscaras que pitar el penalti. Modrić lo ejecutó con maestría, engañando a Dimitrevski, y empató el partido.

Imagen: realmadrid.com

Apenas habían pasado cuatro minutos y, tras un saque de esquina efectuado de manera fantástica por Marco Asensio (su única aparición de mérito en el partido), Militao consiguió desembarazarse del cariñoso abrazo de un defensa rayista y, cayéndose hacia atrás, remató de cabeza al fondo de la red del conjunto franjirrojo, poniendo en ventaja al Madrid con un ilusorio 1-2, tras el segundo (y último del partido) remate a puerta del equipo visitante. Parecía que, aun atascado, el encuentro se ponía de cara, como tantas otras veces, a pesar de no estar haciendo un buen partido.

Sin embargo, en los últimos estertores del primer tiempo, una jugada llevada por la derecha por el Rayo, en la que la defensa del Madrid pareció un anuncio del circo de los Ringling Brothers tratando de despejarla, acabó cayendo a la pierna izquierda de Álvaro García que, con una impresionante volea, dobló las manos a Courtois y empató el partido antes del descanso. Y al intermedio se fue el partido, con 2-2, y esa sensación de inquietud que te dice que algo no anda del todo bien, aunque el resultado te engañe.

La vuelta al césped para el segundo tiempo trajo una oportunidad que Rodrygo, horriblemente desafortunado toda la noche en el remate, envió fuera una vez más, y el reinicio de las operaciones rayistas en campo del Madrid, que además estaba del lado de la grada de los Bukaneros, una afición ruidosa y animosa a partes iguales. Cada vez que un centrocampista del Madrid cogía el balón, salían tres o cuatro mosquitos asesinos del Caribe, vestidos con camiseta franjirroja, a picotearle el balón, echarle polvos pica-pica, tirarle pellizcos y esparcir chinchetas, tachuelas y clavos en su camino, hasta hacerle perder el balón, con lo que el Madrid ni avanzaba ni llegaba.

Imagen: realmadrid.com

Asensio volvía a desaparecer, Vinicius seguía empeñado en pelearse consigo mismo, con el balón, con el árbitro y con Balliu, que le secó haciéndole un traje, a veces por habilidad, y otras por medios violentos que el árbitro, como suelen, toleró tácitamente. Tampoco ayudó una actitud quejumbrosa de Vinicius casi continuada, más dedicado a desequilibrarse que a ser desequilibrante. Tchouameni, el hombre, tampoco es que estuviera muy inspirado, perdió unos cuantos balones, y mantuvo un tono gris casi todo el partido, como el Halcón Valverde, que se esforzaba por recuperar la pelota, pero no tenía la llegada de otros días, sin espacios ni cómplices.

Capítulo aparte merece lo de Mendy. Isi Palazón es uno de esos jugadores que, quizá por su edad, quizá porque no tiene la prensa de otros, quién sabe por qué, está en un lugar que probablemente no le corresponde. A una inteligencia preclara jugando el balón le suma una pierna izquierda precisa y potente, que igual pone un centro para chuparse los dedos, que manda un misil a portería. Además de todo esto, en esta noche, le hizo la trececatorce a Mendy en incontables ocasiones, poco auxiliado por Vinicius en ese lado, y expuesto a que se le vieran las costuras. Probablemente va siendo hora de que los apóstoles de la negritud asuman que el entrañable Ferland es un buen defensor (cuando está bien), pero que, con el balón en los pies, es todo lo contrario de lo que se espera de un lateral de un equipo de élite. Aparte de perder unos cuantos balones en pases excesivamente arriesgados, el problema básico de Mendy es que cuando llegaba arriba, hoy podía poner un centro que cayera en la M-45, otro en Entrevías, otro en el Bulevar, pero ninguno en el área.

Al otro lado tampoco era la cosa mejor. Carvajal tuvo uno de esos días en que solamente le faltaba quedarse embarazado, y lo demostró sobradamente en el minuto 67. Primero, cometió un penalti, tonto, casual, involuntario, pero penalti, interceptando con la mano un autopase de Álvaro García. El penalti lo lanzó Trejo, lo paró Courtois, y el árbitro mandó repetirlo porque Carvajal, otra vez Carvajal, había entrado antes de tiempo en el área. Y la segunda vez Trejo acertó y puso el 3-2 que sería definitivo en el marcador.

Imagen: realmadrid.com

A partir de ahí, la negritud se hizo más espesa todavía, y descubrimos que, aun perdiendo partidos en estos años de atrás, lo que sostuvo al Real Madrid en ocasiones parecidas a ésta había sido la inteligencia. La inteligencia de un centro del campo que no solamente se conocía como la palma de su mano, sino que, además, cada uno con su especialidad, sabían a lo que había que jugar, cómo hacerlo, y lo ejecutaban. Y también la inteligencia de un delantero que no era delantero, y que bajaba a romper la presión de los rivales, igual que daba una salida franca a sus compañeros cuando hacía falta un cuarto elemento. Esta noche, el peor infierno para el Madrid fue su propia ausencia de inteligencia para analizar por dónde y cómo recuperar el terreno perdido.

Había entusiasmo y potencia en el campo, por supuesto. Camavinga, Valverde, Mendy, Vinicius. Pero la inteligencia justita. Y tampoco puede decirse que Ancelotti contribuyera a que el equipo saliera del atolladero con creatividad: entró Mariano al campo a falta de 10 minutos, ocupando el puesto de Luka Modrić, y ahí ya tuvimos claro que, si el Madrid marcaba, sería a la heroica, pero de casualidad. Y no, claro. En el 85, el transalpino cambió a los laterales, algo tarde, qué quieren que les diga, y metió a Lucas Vázquez (que no mejoró a Carvajal) y a Nacho, para que Alaba pudiera liberarse y centrar desde el flanco izquierdo. Pero ni así. Mariano, el hombre, tocó 5 balones en los casi 20 minutos que estuvo en el campo, y ninguno fue un remate, ni cosa parecida.

Así que, tras 9 minutos de descuento final, el Madrid ardió en el infierno, acumulando errores y desgracias en un día oscuro como el demonio, en el que solamente la eterna figura de Courtois permitió que no se fuera goleado del campo vallecano. Pierde el liderato, después de haber perdido el sentido y la capacidad de dar la vuelta a cualquier obstáculo, quizá porque una cosa es remontar en una situación desfavorable, y otra es pretender ganar jugando como aficionados. Ancelotti tiene trabajo, una vez que se hayan apagado las brasas de lo de esta noche.

 

2 comentarios en «CRÓNICA | El infierno: Rayo Vallecano 3 – 2 Real Madrid»

  1. ¿Dónde está el futbol? La liga se ha convertido en una serie de partidos de antifutbol, donde lo que se pretende es destruir y no crear. La mayor parte de los equipos de primera división se dedican a la destrucción, al derribo, al caos. Elche, Cadiz, Sevilla, Rayo, Almeria, Girona, Getafe, Mallorca, Valencia, etc. son equipos que pretenden en cada partido contra el Madrid sea un partido sin futbol, partidos de juego barriobajero, ruin, rácano, con multiples cortes, faltas, pérdidas de tiempo, desesperantes, aburridos, tristes, penosos.
    Partido tras partido el Madrid se enfrenta al antifutbol, a la bronca, a la violencia, con la mirada permisiva del arbitro del día, sea el que sea.
    Me aburro cada partido porque cada partido es igual. La liga está muerta, muerta por falta de futbol, por exceso de aburrimiento.
    Estos pseudoentrenadores de futbol que se dedican a joder al futbol y son todos lo mismo, correr como diablos, presion, juego duro y a pillarte en un descuido. Lamentable visión de lo que era un deporte maravilloso.
    Ya echo de menos la Champions….

Los comentarios están cerrados.