Una crónica de: @MiedoEscenico2
Estar entre los cuatro mejores equipos del continente es toda una hazaña, no hay que ser muy listo para darse cuenta. Hay una generación joven de madridistas que han normalizado esto, pero no es para nada normal. Y mucho menos lo es plantarse por cuarta vez consecutiva en ese selecto grupo de equipos que llegan al penúltimo escalón de la competición de clubes más potente del mundo. La parte buena de esto es que, cuando tu equipo llega a ese escalón, sabes que es muy grande. Pero también significa que, como se encargó el Bayern de Munich de recordarnos al primer minuto de juego, tu rival también lo es.
Había salido el Real Madrid al campo con la alineación esperada: Lunin; Lucas, Rüdiger, Nacho, Mendy; Tchouameni, Kroos, Valverde, Bellingham; Vinicius y Rodrygo. Y, cuando todavía no habían acabado de atarse las botas, una pared entre Kane y Sané acabó con el extremo alemán plantándose delante de Lunin y rematando. Menos mal que el bueno de Andriy, cuya sola mirada da escalofríos a los pingüinos, mantuvo la compostura y sacó el balón con el pie, evitando el típico gol madrugador que nos cae más veces de las deseables.
Imagen: realmadrid.com
Ese boquete entre Lucas y Rüdiger, afortunadamente, se cerró a lo largo de los siguientes veinte minutos, en que el Madrid se dedicó a achicar agua, centrado y pausado, sin entrar en crisis, pero tampoco saliendo a buscar una respuesta adecuada. El flanco que empezó a pasarlo algo peor fue el izquierdo, donde la espalda de Mendy era aprovechada para estremecer el armazón defensivo del equipo blanco, ayer vestido de azul tapicería. La táctica de Tuchel parecía estar basada en sacar de sitio al lateral francés para buscar la línea de fondo y luego poner balones atrás, y eso generó un par de ocasiones de peligro, solventadas con una parada sencilla de Lunin y un remate lejano.
Pasados esos primeros veinte minutos de ajustar los tornillos, limpiar las cañerías y sacar brillo a la chapa de acero inoxidable, el Madrid decidió desperezarse. Y, en el minuto 24, Kroos controló el balón, indicó con un gesto de la mano el agujero negro del sistema defensivo bávaro por el que Vinicius tenía que percutir, y puso un balón envuelto en papel de regalo, con un lacito y una etiqueta en la que se leía claramente “Métela, anda”. Y Vinicius siguió el gesto de Kroos, corrió a la espalda de Min-Jae Kim y, con un suave toque, hizo inútil la salida de Manuel Neuer y confirmó lo esperado: el Madrid, con 5 segundos disponibles, te puede vacunar, como dijo Tuchel en la rueda de prensa del sábado pasado.
Imagen: realmadrid.com
El 0-1 cambió cosas sobre el terreno de juego. El Bayern se sintió algo vulnerable, y decidió protegerse un poco, con lo que el Madrid ganó, en algunos momentos, protagonismo con el balón. Movió y movió al equipo alemán, trató de aumentar la ventaja, pero ni pudo rematar desde la frontal con peligro, ni atravesar el jardín de zarzas que Tuchel había recompuesto tras verse atrás en el marcador. Las pocas salidas del Bayern siguieron buscando las cosquillas por el lado de Mendy, pero no tuvieron ningún efecto en el marcador.
El inicio de la segunda parte ofreció un panorama distinto, aunque era relativamente una continuación del final del primer periodo, con el Madrid manteniendo el balón y el Bayern replegado y tratando de evitar daños mayores. En el minuto 51, Nacho saltó de su posición para anticiparse y robó un balón que acabó en una fantástica jugada blanca, culminada por un pase de Bellingham a Kroos, cuyo remate fue desviado casi milagrosamente por Neuer. Y, cuando más cerca parecía el segundo gol visitante, despertaron los espíritus germánicos de la tradición bávara…
Imagen: realmadrid.com
Una jugada por la derecha del Bayern permitió que Sané, frente a Mendy, recortara hacia adentro e impactara con una violencia inusitada con su pierna izquierda en dirección a la portería de Lunin, sin que éste pudiera hacer nada por evitar el empate. Y el público del Allianz, el infierno rojo, entró en ebullición. Dos minutos después, en el 55, se demostró que esta eliminatoria va más allá de un enfrentamiento entre dos equipos, es más bien una lucha de dioses y mística, en que los alemanes volvieron a ser aquellos bárbaros lanzándose sobre el rival en oleadas, como hace 20 ó 30 años, con todos los dioses germánicos empujándoles. Musiala entró en el área, impulsado por el rugido de más de 70.000 gargantas teutonas, y se fue con un regate de Lucas Vázquez, pero éste dejó atrás la pierna lo suficiente como para hacer penalti. Kane ajustició desde los once metros, y puso por delante al Bayern en la eliminatoria por primera vez.
Volvía a cumplirse esa máxima que es una verdadera almorrana para los panenkitas y teóricos del juego: cuando mejor está jugando un equipo (según sus parámetros: posesión, dominio, remates), marca el rival. El caso es que al Madrid se le ponía un poco cuesta arriba la eliminatoria, y Ancelotti decidió mover el banquillo, dando entrada a Camavinga por Nacho. Tchouameni, que llevaba buen partido en la posición de medio centro, se movió a la de central, pero el Madrid entró en una fase dedicada a achicar agua, especialmente en la banda derecha, donde la espalda de Lucas Vázquez se convirtió en una autopista para los alemanes. Añadido a esto, cada córner era rematado por algún jugador muniqués, y solamente la buena colocación del ucraniano más tranquilo evitó que el marcador se alterase.
Imagen: realmadrid.com
Para el último cuarto de hora, Ancelotti decidió darle las riendas del equipo a Modrić, que entró en lugar de Kroos, y añadió a Brahim en el puesto de un Bellingham entre gris y transparente, con muy poco peso en el juego. Esto cambió radicalmente el partido una vez más, y el conjunto madridista tomó el control y se lanzó en busca del gol que le permitiera abrir más posibilidades. En el minuto 80, un pase genial de nuestro príncipe croata a la espalda de Min-Jae Kim fue aprovechado por Vinicius para rematar a puerta, pero una mano milagrosa de Neuer evitó el empate. Dos minutos después, una magnífica jugada del brasileño llevó el balón al otro, Rodrygo, más dedicado a tareas de logística que otra cosa, al que nuestro coreano favorito abrazó con tanto cariño que obligó al colegiado Turpin, del que ya les cuenta @cubelas13 en su Crónica Arbitral, a pitar penalti.
Vinicius lo lanzó con pericia y estableció el 2-2 final en el marcador, y de ahí al final, solamente vimos un tímido intercambio de golpes entre dos equipos más centrados en no empeorar su situación en la eliminatoria que en ir a por la yugular del rival. Quedan las espadas en todo lo alto para el partido de vuelta, todo se decidirá el próximo miércoles en el Bernabéu, pero lo que está claro es que no será fácil sacar el billete a la final para ninguno de los dos conjuntos con más tradición histórica en la mejor competición de clubes del mundo. No sabemos qué pasará, pero nosotros elegimos creer en que el Real Madrid será capaz de hacer lo necesario para llegar a Wembley, al calor de la caldera en que se convertirá el Estadio Santiago Bernabéu esa noche.