CRÓNICA | Cabezas cuadradas: Shakhtar 1 – 1 Real Madrid

Una crónica de: @MiedoEscenico2

Jugaba el Madrid su cuarto partido de esta fase de grupos de la Copa de Europa en Varsovia, como había comentado @pepo2204 en su previa, frente a un Shakhtar Donetsk exiliado y anímicamente afectado por los recientes bombardeos rusos en algunas ciudades de Ucrania. Ancelotti decidió hacer rotaciones para este encuentro, y dejó en el banquillo a Carvajal, Militao, Alaba, Modrić y Vinicius, algo que, visto en perspectiva, quizá era mucho rotar.

Si tenemos que ser sinceros, resulta sencillo resumir la primera parte del partido: un truño como el sombrero de un picador.

Hasta quien escribe estas líneas se amodorró un par de minutos, contemplando un ejercicio de impotencia del conjunto blanco frente a un cuadro naranja y negro bien colocado, disciplinado, con mordiente defensiva, y un morlaco de delantero centro que dio más miedo que generar peligro real. Afortunadamente, durante este primer tiempo, y en el resto del partido, los centrales Rudiger y Nacho estuvieron a un nivel óptimo y se encargaron de cortar, a veces al límite, las incursiones que, a toda velocidad, lanzaban los delanteros del Donetsk.

Imagen: realmadrid.com

El tercer hombre que se mantuvo fiel a su carácter serio, reflexivo y calculador, fue Toni Kroos, que, desde la posición de interior-medio centro, trató de organizar cada jugada y orientar cada ataque hacia el flanco más favorable. El problema llegaba después. Lucas Vázquez, que cada vez se siente más lateral, también centra cada vez menos como un extremo. Mendy, qué quieren que les digamos, el destino no le llamó para darle un guante en el pie. En ninguno de ellos. Valverde tuvo un partido en el que hizo lo de siempre, correr y correr, pero sin acompañarlo de otras de sus cualidades, a excepción de un buen cañonazo, que le salió centrado y que el portero despejó, poco más. Tchouameni estuvo, pero no se le notó apenas.

La delantera fue un cero a la izquierda. Benzema falló en la asociación, en la generación de espacios y en los remates. Rodrygo y él tuvieron dos o tres minutos de conexión que valieron sendas ocasiones, pero fueron un espejismo. El chico brasileño bregó y probó a hacer de todo, pero falló a veces (pocas) y no estuvo bien acompañado en el resto (la mayoría). De Hazard es difícil hablar sin soltar algo de veneno. Hubo una jugada que no estropeó, pero falló Benzema. El resto fueron una sucesión de despropósitos que dejan a las claras por qué apenas ha tenido minutos en los últimos partidos. La llegada del descanso nos permitió refrescarnos la cabeza, tomarnos un café, quitarnos las legañas y afrontar lo que apuntaba a ser la continuación de la misma tortura. Pero no.

Antes de que se cumpliera un minuto del segundo periodo, se repitió la misma jugada que le valió el gol del honor al equipo ucraniano hace una semana: centro de Mykhaylichenko, y remate a gol de Zubkov, esta vez de cabeza, mientras Mendy andaba atareado mirando a las musarañas. Lunin se estiró de manera insuficiente, el balón entró junto al palo, y el gol alivió algo el pesar de los jugadores del Shakhtar, y generó una reacción inmediata en el banquillo del Real Madrid. Nos gustaría decir que en el campo, pero allí solamente Rudiger, Nacho y Kroos estaban empeñados en llevar la contraria a los otros 19 jugadores sobre el césped, dos alemanes, de los que se dice que tienen la cabeza cuadrada, y un chico que siempre cumple, pero que cumple cuando los demás no lo hacen. Ancelotti decidió enviarles ayuda, e introdujo, en el minuto 53 (apúntenlo), a Modrić y Vinicius por un desafortunado Hazard y un invisible Tchouameni.

Imagen: realmadrid.com

Créannos, nos gustaría contar que, con esos cambios, el equipo blanco se vino arriba y comenzó a generar ocasiones y a bordear el gol, pero mentiríamos. La inoperancia de Hazard se transformó en el error pertinaz de Vinicius de atravesar líneas y cuerpos sin darse cuenta de que, donde hay mata, hay patata, y allí había unas cuantas matas vestidas de negro y naranja, que le birlaban el balón cada vez que arrancaba. Benzema seguía aporreando su violín, desafinado, Rodrygo se iba haciendo transparente, Valverde seguía corriendo hacia ninguna parte, Lucas centrando a la nada, Mendy haciendo de Mendy, y nada parecía suficiente, aunque Modric apoyaba a Kroos en las operaciones, pero hasta a él se le hacía alta la empalizada que el Shakhtar había montado delante de su portero.

Ancelotti, después de diez minutos de ese espectáculo dantesco, decidió poner toda la carne en el asador, e introdujo a Alaba, Camavinga y Asensio, retirando del campo a Mendy, Valverde y Rodrygo. El equipo recuperó algo de control, pero el conjunto ucraniano seguía cerrado como un armadillo, esperando ordenadamente, y presto para salir a dar zarpazos en cuanto el balón se movía entre líneas. Nada de lo que intentó el Madrid en ese tramo del partido le salió, pero fue más gracias a la disciplina defensiva del rival que otra cosa. Lo más destacable, una jugada en que Lucas Vázquez recordó que, tiempo atrás, fue un extremo, regateó a su némesis, alcanzó casi línea de fondo, y puso un centro preciso al lugar adecuado. Fue Vinicius el que llegó a la cita con el balón, y también el que echó a perder semejante oportunidad, rematando alto, y ya corría el minuto 86.

El árbitro, un israelí del que Nilo Campo dará buena cuenta en su crónica arbitral, dio cinco minutos de prolongación y, cuando ya parecía la derrota inevitable, vimos cómo Kroos, Don Toni, se dejaba caer al costado izquierdo del ataque madridista, levantaba la cabeza y hacía un gesto inequívoco a Rudiger, Don Antonio, para que cargara el área. A continuación, envió un centro de 40 metros al punto de penalti, y Rudiger saltó, anticipándose a defensas y portero, para rematar junto al poste, pero fuera, para nuestra decepción. Que, por cierto, no dejaba de ir acompañada de la admiración hacia ese ingeniero alemán que dijo dónde había que ir, y puso la pelota en el sitio exacto.

Imagen: realmadrid.com

Dicen los ingleses de los alemanes que son unos cabezas cuadradas, y a Don Toni y a Don Antonio, que son más alemanes que la Oktoberfest, se les metió en su cuadrada cabeza volver a repetir la misma jugada, pero ya en el minuto 94 y medio. Don Toni puso la pelota en la tierra prometida, Don Antonio llegó puntual a la cita y remató, pero apenas una décima de segundo después, fue atropellado en una salida salvaje del portero Trubin, que le partió una ceja y quedó también conmocionado. Afortunadamente, el remate de cabeza de Don Antonio Rudiger, antes de caer fulminado, había ido hasta el poste de la portería, y entrado en ella cerca del otro, con lo que se había dejado la cabeza (cuadrada) en el intento, pero había conseguido empatar, en el último suspiro, el partido más feo que han hecho sus compañeros en unos cuantos meses.

Don Antonio Rudiger salió chorreando litros de sangre y acabó en la enfermería, aun mereciendo la puerta grande, y el Madrid se llevó un empate que le clasifica para los octavos de final de la competición, dejando margen para hacerlo en el primer puesto del grupo, si consigue la victoria en alguno de los dos partidos que le queda, en Leipzig primero y en el Bernabéu contra el Celtic, después. Ahora, a pensar en la Liga, que el domingo llega el Barcelona al Bernabéu, y es lo que toca. Al menos, ahora ya sabemos que, si los cabezas cuadradas se empeñan, podremos ganar ese partido. Y alguno más.