Una crónica de: @MiedoEscenico2
Llegaba el Madrid al campo del Atlético, se llame ahora como se llame, tras una semana repleta de vaivenes; no tanto en lo deportivo, porque venía de ganar a Mallorca por goleada, y al RB Leipzig en un partido de picar piedra y tirar de paciencia, sino en lo dizqueperiodístico, como comentaba @pepo2204 en su previa: hay palafreneros del poder mediático a los que parece molestarles que un chaval de 22 años celebre sus goles como se celebran en Brasil, bailando. Y han aparecido de debajo de las piedras, desde sumos pontífices del periodismo mostrando su pulgar hacia abajo, hasta mamporreros de jugadores dejando ver su lado más rancio y racista. Ellos mismos se retratan con lo que hacen y dicen, y se les notaba desesperados por tener que admitir que el Real Madrid había iniciado la temporada como nunca en seis décadas.
Saltó el equipo blanco al césped con dos ideas claras: el Atlético iba a buscar imponer su “intensidad” (entrecomillada por su carácter figurado: iban a coserles a patadas) y el árbitro iba a ponerse de perfil, como suelen. No en vano se llegaba al último partido de la jornada con el Barcelona provisionalmente líder de la clasificación, el Atlético fuera de puestos europeos, y venía un parón para que la selección de Luis Enrique jugase unos bolos, y así incrementar el valor de los chavales representados por sus colegas. Las noticias iban a ser pocas, y no convenía que el conjunto madridista redondeara ese principio de temporada con otra victoria, porque sería inevitable hablar de ello. Y ellos no querían, y todos sabíamos que era así.
Imagen: realmadrid.com
Empezó el partido como esperábamos: el Atlético presionando mucho, muy encima, y el Madrid moviendo la pelota con la tranquilidad que da el haberlo hecho unas cuantas veces en el último año, sin prisa pero sin pausa, obligando al rival, a base de calidad y clase, a hacerse ancho y largo, ellos a base de piernas y pulmones. Las primeras oportunidades fueron del Atlético, aunque bastante pilladas por los pelos: un cabezazo fuera de Felipe, un disparo lejano de Kondogbia, fuegos artificiales. El Madrid era como esos puzles en los que hay un espacio libre y hay que ir moviendo las fichas de posición en posición hasta encontrar la secuencia para cuadrar la figura.
Tchouameni tenía el encargo de batir el territorio por delante de los centrales y vestir su traje de guardia de seguridad, para hacer de guardaespaldas de Kroos y Modrić, dedicados a analizar la estructura planteada por Simeone, para detectar el punto frágil de la misma, y lo hacía sin alharacas, poco a poco, pareciendo invisible, pero haciéndose corpóreo de pronto. El príncipe croata y el ingeniero alemán se iban a la base de la jugada, a construir desde atrás, y el medio centro francés se adelantaba para estar pendiente de dónde hacía falta una mano amiga. Fue Rodrygo Goes el que le envió la solicitud, allá por el minuto 18, pidiéndole una pared para un desmarque de ruptura. Tchouameni, que se parece a Beckham solamente en el blanco de los ojos, le puso un auténtico caramelo al sitio justo, y el joven brasileño de los calcetines rebosantes de pólvora lo enchufó, a bote pronto, junto al palo de Oblak. La celebración de los meninos bailando frente a la portería cerró, de golpe, cualquier debate: samba pa’ ti, si sabes disfrutar del fútbol.
Imagen: realmadrid.com
El 0-1 abrió en canal al Atlético y le dio al Madrid la opción de contrastar la hipótesis, en ese fútbol científico que propone Ancelotti (la experiencia es un grado) y que consiste en esperar a que el rival deje un espacio para atacarlo con saña, porque lo habrá. El conjunto colchonero adelantó líneas, pero, atrás, Militao, recién incorporado de su lesión, buscaba pareja de baile en Griezmann, que no quería nada con él, mientras Alaba se desplegaba, desde el centro de la defensa hasta el lado izquierdo, para apoyar la salida con Kroos y guardarle a Mendy sus objetos personales. Mientras tanto, el lateral francés, con su gorra de plato, pedía la entrada a Llorente y le bajaba la barrera cada vez que el canterano madridista intentaba pasar por allí. Al árbitro, curiosamente, le pareció que estaba feo entrar al balón, y señaló una falta y le sacó una amarilla incomprensible, que dejamos para que las comente Nilo Campo en su crónica arbitral.
En el flanco derecho, Carvajal, ayudado por Valverde, trataba de neutralizar a Carrasco, ese hombre que hizo el viaje de ida y vuelta a China más inexplicable que se recuerda, y que tan pronto parece un extremo imparable como un desecho de tienta, y el belga consiguió alcanzar en un determinado momento la antesala de la gloria, pero Courtois se la negó con una intervención fantástica. Arriba, Rodrygo seguía rellenando sus calcetines de pólvora, mientras los defensas atléticos intentaban llenárselos de cardenales y arañazos, pero el menino brasileño les buscaba las cosquillas persiguiendo balones a la espalda de la defensa que les mataban de tortícolis. En su banda, Vinicius encaraba a Marcos Llorente, al que se sumaban a acompañar con presteza Felipe, De Paul, Witsel, y hasta el propio Simeone parecía estar a punto de saltar a tratar de frenar al extremo brasileño, dejándole sin espacios, sin caminos, sin resuello, y casi sin espinillas, con la aquiescencia del trencilla.
Imagen: realmadrid.com
Fue Vinicius el que, desde esa posición, buscó a Modrić en el minuto 36, y fue el príncipe de los croatas, investido con el brazalete de capitán, el que le devolvió otra pared con un pase profundo para que corriera hacia la portería. El brasileño llegó y, ante la salida de Oblak, remató suave, pero al poste. Y por allí apareció el ave de presa de los blancos, el Halcón Valverde, para cruzar el balón con su pierna derecha al fondo de la portería, marcando el 0-2 y aumentando la ventaja madridista. De ahí al descanso, el desarrollo del juego nos permitió ver a un Atlético intentando abrir un sistema defensivo pétreo, y a Toni Kroos, con sus galones de general del cuerpo de Ingenieros, haciendo que los jugadores de su equipo y del rival se movieran al ritmo que él decidía, en un ejercicio de mando incuestionable.
La primera media hora del segundo tiempo, para qué engañarles, no aportó nada del otro jueves, porque mantuvo la tónica del final de la primera parte. Acercamientos timoratos del Atlético, sin llegar a nada, y dominio del partido del Madrid en las figuras de Kroos y Modrić, uno desde la circulación inteligente del balón, y el otro moviéndose y ofreciéndose para ir rompiendo líneas con dedicación, aunque todo este trabajo de demolición no se convertía en ocasiones de gol ni remates por parte de los blancos. También mantuvo su tónica el árbitro, la de perdonar algunas faltas del Atlético más que evidentes, obviando a veces sanciones más rigurosas, y la de concederles otras en las que ni siquiera un vendedor de cupones de la ONCE habría pitado. Simeone braceaba, gesticulaba, en su línea, metía a dos delanteros, metía otros dos cambios, cambiaba el dibujo, y nada le servía, se le veía la cartulina.
Imagen: realmadrid.com
Fue en los últimos diez minutos de partido donde empezaron a cambiar cosas: que Modrić ya no estuviera en el verde probablemente influyó en esto, sustituido por Camavinga. También entró Rudiger por Mendy, quizá para intentar amortiguar el poderío del equipo rojiblanco en los lanzamientos de córner. El caso es que no sirvió porque, en el minuto 83, un saque de esquina lanzado por Griezmann fue cerrado y directo al corazón del área: Courtois trató de despejar de puños, pero Militao tocó el balón de cabeza, con tan mala fortuna que evitó el rechace de su portero y, además, envió el balón hacia el lugar donde Mario Hermoso se giraba para evitar el balonazo. La pelota le dio al central atlético en el hombro, y entró mansamente en la portería madridista, renovando las ilusiones del público local y generando un problema a los merengues, tras una segunda parte entre plácida y aburrida.
Ancelotti dio entrada a Ceballos y Asensio por Rodrygo y Kroos, decidido a aprovechar el partido ya roto para jugadores más dinámicos, pero lo más destacable fue un viaje que Carvajal metió por detrás a Reinildo, que debería haber estado en el vestuario por una entrada criminal a la rodilla de Rodrygo en la primera parte. El de Leganés vio amarilla, pero a Mario Hermoso, que se había venido arriba, no le debió parecer suficiente y fue a buscarle para encararse, viendo también tarjeta y montando una tangana importante. En la primera jugada del descuento, en otro córner favorable al Atlético, Hermoso empujó a Ceballos para deshacerse de él, y al colegiado no le quedó otra que amonestarle, viendo la segunda amarilla y enfilando el vestuario con ello. En ese tramo, dos o tres salidas del Madrid con peligro fueron echadas a perder por una tendencia individualista poco apropiada tal y como estaba el partido, pero no hicieron falta, porque se llegó al final con 1-2.
Y el Real Madrid se va al parón de selecciones con un pleno de victorias en los partidos jugados hasta ahora, nueve de nueve. Así que ya saben, disfruten y bailen, bailen.