Una crónica de: @MiedoEscenico2
Llegaba el Real Madrid al Pizjuán, como contaba @pepo2204 en su previa, el primero de la procesión de la Liga, y con la necesidad de seguir marcando el paso a los demás, aun teniendo en cuenta el colchón de puntos que mantenía frente a los rivales. Ancelotti, dadas las bajas de Casemiro por sanción, y de Marcelo y Mendy por lesión, entre otras, optó por una de esas innovaciones que sorprenden, pero no siempre salen bien. A Courtois bajo palos le acompañaban Lucas de lateral derecho, Carvajal de lateral izquierdo, y Militao y Alaba como centrales. Un centro del campo con Camavinga, Valverde, Kroos y Modrić, y con Benzema y Vinicius arriba.
El partido empezó como peor podía irle al Real Madrid, hoy vestido de verde turquesa, ritmo de ida y vuelta continua, ahora un balón cruzado del Papu Gómez que nadie remata, luego un disparo alto de Camavinga, después un robo de balón de Modrić que sirve a Vinicius y este a Benzema, para que rechace Diego Carlos, más tarde un remate a la media vuelta de Martial. Estresante, a la vez que bello, todo esto en menos de diez minutos. En los siguientes, el ritmo no bajó, pero el Madrid empezó a notar que las pilas alcalinas que había puesto no estaban funcionando bien, y el Sevilla iba imponiendo su energía y su alocado entusiasmo. Aun así, en el minuto 17, un centro al área permitió contemplar cómo Bono y Diego Carlos disputaban un balón aéreo, que el central sevillista desvió claramente con su mano, cuando iba a caer cerca de Benzema. El árbitro ni se inmutó, y obvió las protestas blancas.
En el minuto 21, una falta en la frontal del área madridista fue lanzada por Rakitic a media altura y hacia la mitad de la barrera. ¿Quién iba a pensar que Militao, en un alarde de innovación, se apartaría de sus compañeros, dejando un boquete y tratando de despejar el disparo de espuela? Solamente los Militaos del mundo, evidentemente. El caso es que el 1-0 en contra hizo que el indicador de la batería del equipo de Ancelotti comenzara a parpadear. Solo cuatro minutos después, Militao cometía otro error defensivo, lo aprovechaba el Tecatito Corona y se enfrentaba a Courtois, que rechazaba con apuros el balón. El esférico llegaba a Lamela, que remataba a portería sin oposición, estableciendo el 2-0, y pavimentando para el Madrid una auténtica autopista al infierno.
Imagen: realmadrid.com
Lo peor venía a continuación, porque el equipo madridista entró en una fase en que perdía continuamente el balón en plena salida, y el Sevilla continuamente se aproximaba a los terrenos de Courtois, una y otra vez. Las pocas veces que el Real Madrid conseguía estirarse, era para intentar una presión inconsistente y con pocos efectivos, que era fácilmente burlada por los jugadores sevillistas. En el minuto 31, Camavinga veía una tarjeta amarilla, que estuvo a punto de ser trascendente poco después. Al Madrid le iban las pilas cada vez más flojas, y se le veía llegar tarde a todos los balones divididos, sufrir en cada duelo y penar, con Militao como si se hubiera tomado una botella y media de rebujito. Que ya no sabemos si intuir que lo hizo, la verdad.
Benzema remató centrado a las manos de Bono poco después, pero seguía dando la sensación de que el cuadro de Ancelotti tenía menos peligro que Mimosín en una jaula llena de moscas. En el minuto 37, un nuevo error de Militao obligó a Camavinga a forzar al límite y tratar de recuperar el balón sin tener ni la posición, ni el tino suficiente para hacerlo. Martial, que se iba en carrera, rodó por el suelo, y el árbitro hizo lo mismo que en la mano de Diego Carlos: mirar de perfil, consiguiendo con ello que la parroquia palanganera montara en cólera. Los últimos cinco minutos del primer tiempo dieron sensación de que el Madrid reaccionaba, apretando algo arriba, pero con más voluntad que sentido, para rematar una primera parte en que, para los blancos, sonaban ya las campanas del infierno.
No sabemos si, en el descanso, Ancelotti entró en el vestuario, tiró las pilas gastadas y decidió enchufar al equipo con corriente continua. O si, sencillamente, les pidió que cambiaran la sensación del primer periodo, y que se decidieran por fin a que se hiciera el rock and roll que tanto echábamos de menos los madridistas. El caso es que el equipo salió distinto, con mirada retadora y el colmillo goteando sangre, y a los tres minutos, ya había rematado Benzema a pase de Modric, tras una buena jugada, a modo de disparo de aviso.
Imagen: realmadrid.com
Apenas dos minutos después, una buena combinación entre Vinicius y Carvajal por la banda izquierda del ataque madridista, acabó con un fantástico pase del de Leganés poniendo el balón en el área pequeña, para que Rodrygo llegara, con sus calcetines rebosantes de pólvora y chispas, y enviara el balón al fondo de la red de Bono, estableciendo el 2-1 y haciendo retumbar los truenos en el Pizjuán. La salida del Madrid había sido algo completamente diferente, la frente alta, sangre en el ojo, y un juego de alto voltaje, con los delanteros apretando muy arriba y, sobre todo, la segunda línea, con unos Valverde, Modrić y Kroos lanzados a anticipar cada pase de salida como si fuera lo último que iban a hacer en la vida.
Carvajal y Vinicius castigaban sin descanso a Navas, mientras al otro lado Lucas, con no mucha fortuna y, sobre todo, un electrizante Rodrygo, demolían a Acuña en cada jugada. Benzema benzemaba, sin poder quedarse quieto, entrando y saliendo del área, y generando auténticas migrañas a Diego Carlos y Koundé, que ya no sabían si ir o no ir, ni dónde exactamente. Atrás, Militao había recuperado la cordura, y Alaba iba y venía con oficio, ambos duros como una roca, y sin dejar que el juego llegara ya cerca de Courtois, incluso con un disparo lejano brutal del brasileño. El Madrid mordía, arañaba y rajaba al Sevilla de arriba a abajo, obligándole a perder un balón tras otro, y arrinconándole, como un boxeador medio groggy. Rakitic decidió parar el castigo, y se tiró en mitad del campo diciendo que le dolía la espalda, cortando así un ritmo absolutamente arrollador de los de verde.
Aun así, el Madrid seguía eléctrico, chispeante y, en el minuto 63, Benzema remataba cruzado cerca del poste de Bono. El dominio del equipo madridista seguía siendo intenso, no tan apabullante, pero continuaba la sensación de que estábamos en una noche de cuchillos largos. En el minuto 71, el Sevilla agotaba los cambios y, dos minutos después, llegaba un gol de Vinicius, que bajó con el hombro un buen centro, y lo cruzó a la red, aunque el árbitro señalaba mano y lo anulaba. Tras consultar con el VAR y mirarlo en pantalla, el árbitro lo anuló injusta y definitivamente, para decepción de la parroquia blanca y respiro de la sevillista. Aunque @cubelas13 lo contará mejor en su Crónica Arbitral, desde estas páginas solamente podemos decir que Cuadra Fernández hizo un arbitraje espantoso para los dos equipos. En todo caso, este triste episodio nos recordó que el camino es largo para llegar al triunfo.
Imagen: realmadrid.com
Con todo en el aire, y a falta de 10 minutos, Ancelotti decidió introducir dos cambios, retirando a Lucas Vázquez y a Modrić del terreno de juego, y dando entrada en su lugar a Nacho y a Asensio, que entró como interior. Y ahí se desató el furor definitivo del equipo madridista. Kroos, inconmensurable en su tarea como medio centro, sacaba un córner en el minuto 83, despejaba la defensa y el balón llegaba dividido a Carvajal y Oliver Torres. El corajudo lateral madridista pugnó, en un breve rifirrafe, hasta hacerse con el balón, engañó a Ocampos con un autopase hacia la línea de fondo, y la puso en el corazón del área. Allí apareció Nacho, ese yerno ideal, ese chico que siempre cumple, ese sueño húmedo de las adolescentes madridistas, ese jugador de club, para rematar raso, duro y cruzado, y poner el empate a dos en el marcador.
Apenas un minuto después, con el Madrid absolutamente en llamas, Benzema volvía a rematar de manera parecida, pero esta vez el balón no encontró portería. Siguió y siguió, imbuido por esa extraña fuerza que le posee en estos trances, decidido a agotar hasta la última carga de energía para conseguir el gol que certificara la remontada, como un tren lanzado sin frenos. Y, en el minuto 92, habiendo dado el árbitro siete de prolongación, llegó el éxtasis, la explosión definitiva, el rompepelotas. Rodrygo jugó para Vinicius en la parte derecha; y Vini se sacó de la manga una genialidad, un pase de tacón, devolviendo la pared a su amiguete: el niño de los calcetines con pólvora rompió hacia la línea de fondo, pensó, miró y la puso atrás. Allí esperaba Benzema, ese señor con frac y reloj de cadena, que llevaba toda la noche fallando remates, y paró la pelota. Miró, pensó y decidió parar el tiempo. Volvió a contemplar su reloj y, en el segundo apropiado, lanzó un balón con dinamita a la portería, donde ni Bono ni los defensas allí acumulados pudieron hacer ya nada. Y el 2-3 subió al marcador.
Ya solamente dio tiempo a que el propio Benzema dejara su lugar a Mariano, y a que el equipo madridista se recogiera con paciencia y saber hacer en su campo, preparando zarpazos ocasionales, llevando el partido al final. Son 15 puntos de distancia al Sevilla y al Atlético, y también al Barcelona, al que le faltan por jugar dos partidos. Quedan 18 puntos por disputar. Está cerca, cada vez más. Y esta victoria demuestra, sobre todas las cosas, que este equipo tiene personalidad, carácter, estilo y clase suficiente para ganar la Liga española, y posibilidades, jugando así, de algo más. Y, más que ninguna otra cosa, que tienen unas pelotas muy gordas, cuando juegan con electricidad. Queremos más, queremos más rock and roll.