Una crónica de: @Datemus
No veía el momento de largarme del trabajo hoy. Lluvia de problemas de última hora con mi mente sólo fija ya en la Champions. Es el único momento de falta de profesionalidad, la única licencia que le concedo con una infinita y comprensiva indulgencia, a una mente que se despierta los fines de semana con soluciones a aplicar desde primera hora del lunes. Es imposible actuar de otra forma para un madridista de corazón. Hasta el humano más enamorado y obsesionado con su pretendida conquista, posterga sus análisis y dilemas, descansa por unas horas su concienzudo estudio sobre si el gesto del café o la frase de despedida fueron una concesión en su favor vestida de discreción o una mera cortesía en favor de su equipo. La Copa de Europa domina un corazón blanco hasta ese punto.
Y me he sorprendido conduciendo a casa en medio de un trampantojo. Madrid me la ha jugado bien. Dieciocho grados, cielo completamente despejado, la luz primaveral de los bulevares de esta ciudad instantes antes del ocaso y un atasco de los de antes, que me han enajenado y transportado a la tarde de los Cuartos de la Decimotercera frente al Bayern. Y me he sentido camino de Chamartín, lleno de los nervios, la ilusión y la magia de esta competición. Han sido unos momentos preciosos en los que he revivido unos tiempos que hoy parece que no volverán más, y en los que he recordado a aquellos madridistas queridos que verían el encuentro de hoy desde el cielo pero que siguen presentes en nosotros, llenándonos de nostalgia y buenos momentos. Entre ellos, el gran José María. Con su voz, sus colaboraciones con el madridismo rebelde y audaz, y a través de su cuenta @Josemaria_RM, nos hizo gozar con su ingenio y su mordacidad, pero también con su inequívoca cordialidad y su exquisita educación con cualquier desconocido que se le acercara, evidenciando la gran persona que tuvimos la oportunidad de conocer.
Seguía así de tontorrón cuando el once de Zidane me zarandeó, y me llenó de incertidumbre y de nervios. Coño, se deja a Rodrygo, con lo bien que lo había hecho y me juega ¿Con tres centrales o Lucas se va al mediocampo? Tres centrales, seguro, ya lo verás. No es lo que más me gusta por más que me recuerde a la Octava. Van a jugar Nacho, Varane y Ramos, que no le vi muy allá, por delante de Courtois, con Mendy y Lucas de laterales. En el centro del campo, Valverde por el sancionado Casemiro y los imprescindibles Modric y Kroos. Adelante, ni Asensio, ni Rodrygo, ni gaitas: Vinicius JR y Benzema, ¿O no?. Qué de dudas. Vamos a oír el himno de la Champions y a ver qué resulta de todo esto. Es más difícil adivinarle un planteamiento a Zidane que sacar el pleno al quince. Enfrente, el Atalanta de Bérgamo, ninguna perita en dulce si es que las puede haber en octavos de final.
Imagen: realmadrid.com
Minuto inicial. ¡Leche!, ¡Valverde por la derecha y Vinicius por la izquierda arriba! ¿Será posible? Pronto empezamos a dudar de esta disposición y, con el paso de los minutos, a echar pestes. El Atalanta nos presionaba asfixiantemente arriba, obligándonos a tomar muchísimos riesgos para poder tener el balón siquiera un suspiro. El riesgo asumido en cada acción pronto se hizo notorio cuando Varane, a falta de alternativas, salió en el 2’ en una conducción temeraria y la perdió. El balón llegó por la derecha a Muriel, que se fue con facilidad de Lucas Vázquez y puso la pelota en boca de gol para Mario Pasalic. El croata no se esperaba semejante agasajo a esas alturas del partido y remató con toda la inocencia del mundo al pequeño ángulo en el que se encontraba el gran San Thibau. Pulsaciones a mil desde tan pronto, que se incrementaban en cada disputa de la pelota. Los de Bérgamo estaban metidísimos en el partido, marcando a muerte al hombre, pegándose como lapas al rival que le correspondía. Courtois no tenía como sacar la pelota. Buscaba con patadones a Vini, con el resultado que se imaginan cuando el brasileño la disputaba de espaldas. Mientras, los italianos atacaban de lo lindo por nuestra derecha. Pasalic y Gosens intercambiaban posiciones continuamente, sacando de sitio a Lucas y Valverde. Pasábamos los minutos entre taquicardias y ahogos cuando en el 17’, Kroos dio el primer balón del partido a Vinicius de cara. El carioca se fue de su par y puso un buen centro que no encontró destinatario entre los dos compañeros al remate.
Se fueron los primeros veinte minutos y la presión descendió un poco, mientras que Zidane comenzó a encontrar soluciones a la salida del juego. Benzema se hizo omnipresente para generar superioridad en la medular. Mendy y Lucas parecían medias puntas, los centrales se abrieron lo imposible hasta hacer desaparecer a uno de los tres, Valverde abandonó más la maldita banda y se vino más al centro, se juntaron las líneas y, poco a poco, los mariscales de campo Kroos y Modric, abandonaron el bunker para ordenar el frente. Por ellos pasaba toda la logística de los suministros a primera línea. El enemigo, que se había empleado a fondo en cortarlos con éxito y establecer el frente en la frontal blanca, fue cediendo terreno poco a poco ante la maestría del estado mayor blanco.
Comenzó a llegar el dominio del juego y con él las ocasiones. En el 26’, Vinicius hace una gran contra, pone una eterna pausa que permite el desmarque de Benzema y envía al genio de Lyon con una resolución sorprendente en este chaval, que se desvaneció cuando Karim le devolvió una pared genial que le dejó franco para el remate. El pobre Vini no se esperaba la obra de arte de su compañero y marró su intento de control.
Imagen: realmadrid.com
En el 33’, el cuartel general ordenó presión adelantada de la mano de Benzema y de un generosísimo Modric. El enemigo cedió al portero, que falló en su intento de pase. La pelota no era fácil de cortar, menos aún de controlar, y no digamos ya de conducirla a puerta con un defensa encima. Sólo si te llamas Luka Modric, incluso ves a Benzema desmarcado en el punto de penalti y le pones un pase brillante cuando nadie se lo espera. Karim no tuvo sino que empujarla a la red para poner el 1-0.
De ahí al final del primer tiempo, un Madrid superior, amo y señor del juego en el centro del campo, contando con Benzema y sus tres hermanos gemelos (a juzgar por la cantidad de zonas por las que aparecía), y con un Vinicius brillante, haciendo muchísimo daño por los espacios a la espalda de la defesa que, hoy sí, eran amplios por mor del marcador y la personalidad transferida a los suyos por Gian Piero Gasperini. A Zidane la apuesta por Vini le estaba saliendo a pedir de boca y fue un aperitivo de lo que se venía en el segundo tiempo. Sólo durante los cinco últimos minutos de la primera mitad volvió a verse al Atalanta merodear el área local con mala uva, especialmente en una contra en el 42’.
Terminado el descanso, reiniciamos el partido preocupados por si los veinte primeros minutos tendrían un aspecto similar a los del primer periodo. Fue todo lo contrario. El Madrid se hizo aún mejor, como si tuviera detrás el apoyo de la hinchada de las grandes noches europeas.
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Llegaron unos minutos brillantes, con el Atalanta volcado arriba pero impotente a la hora de aprovechar su presión, neutralizada por las combinaciones de los centrocampistas merengues. Vinicius les pulverizaba, a pesar de su desacierto ante la portería que, lamentablemente, le ha privado hoy de ser portada de la prensa especializada de todo el mundo. La jugada del brasileiro en el 52’ habría pasado a la historia de la Champions de haber terminado en gol. Vini la recogió cerca aún de su frontal del área, se fue primero de uno, luego de otro, después de el de más allá y más tarde de su sombra para acabar ya cansado en el área pequeña y delante del portero. Ante su carrera, los jugadores italianos parecían bolos de madera saliendo al encuentro de una apisonadora supersónica. Este chaval de veinte años, imparable con terreno por delante, si de dos cosas carece es de confianza y de suerte (no negaré a sus detractores el derecho a enumerar alguna más). En el último control, la pelota le queda cerca del pie pero excesivamente frontal, anegándole la posibilidad de poder perfilarse para el toque final. El pobre Vini, con el recuerdo latente en el maldito subconsciente de su colección de cagadas ante portería, eligió el exterior del pie donde habría sido más efectivo incluso el punterazo, y estrelló su apisonadora contra la pared de un garaje con la puerta abierta de par en par. Permítanme quedarme con su maravillosa jugada y aferrarme a la posibilidad de que su suerte, su confianza y sus reflejos cambien algún día, que veinte años no son nada.
Tan justo es reconocerle sus desaciertos como admitir que nunca se amilana. Cinco minutos después, en el 57’, en otra carga de la caballería brasileña, Vinicius encara en la frontal a Toloi y lo regatea fulgurantemente. El defensor lo derriba sobre la misma línea del área para evitar el uno contra uno con su arquero. Penalti concedido por el árbitro, chequeado por el VAR y transformado por Ramos no sin ciertos apuros, que establecía un justo 2-0 en el marcador.
El encuentro, ya de por sí abierto y divertido, se partió aún más con el Atalanta tratando de recortar la ventaja a la desesperada. Ante el cansancio de Modric y Kroos y la ausencia de Case en esa zona, los de Bérgamo encontraron más opciones de creación a través de Malinovskyi, su mejor centrocampista y el más destacado de los visitantes en la noche de hoy. En el 62’, una buena combinación termina con un disparo cruzado de Pesina que se fue fuera por poco. En el 66’, Malinovskyi filtra un gran pase inesperado por público, rivales y hasta compañeros a Zapata, que no remata todo lo bien que se requiere para batir a San Thibau. Prácticamente en la jugada posterior, en una dinámica de deliciosa locura para el espectador, Karim abre al Lucas en tres cuartos. El canterano sirve un balón perfecto a un gemelo de Karim que, hallándose ya en el área, cabecea a placer en boca de gol pero enviándola al muñeco. El rechace de Sportielo queda de nuevo para la cabeza del genio galo que, un poco escorado, la envía al palo dejando la eliminatoria algo abierta aún.
Imagen: realmadrid.com
En el 68’, un sobresaliente y agotado Vini Jr. dio paso a Rodrygo, que jugó unos buenos minutos, confirmando su buen momento así como el hecho de que haya una habitación con su nombre en el olimpo de la Champions.
En el 75’, llegó la mejor jugada del Atalanta esta noche. Nuevamente Malinovskyi, con exquisita precisión, envió hacia el desmarque de ruptura de Zapata, en un pase que habrían firmado Luka Modric, Guti o Laudrup. La pelota fue suficientemente tensa como para evitar el corte e Varane, pero lo bastante lenta como para no marcharse por la línea de fondo. El colombiano, en carrera y a pedir de boca, disparó para ser testigo del milagro de la noche de San Thibau, que desvió su chut cruzado desbaratando las poquitas opciones que les iban quedando a los transalpinos. Segundos después, Rodrygo quiso emular la jugada de Vinicius en el 52’, con tal fidelidad que se fue de cuantos le salieron al paso para marrarla ante Sportielo. Y es que aunque no todo el monte fuera orégano esta noche, la estábamos disfrutando de lo lindo con las acciones de los nuestros por mucho que no acabaran en gol.
En el 81’, con el equipo cansado y Valverde agotado, Zidane dio entrada a Asensio por el charrúa, que se sacrificó de lo lindo haciendo todo lo que le su entrenador le había pedido hoy. Hoy D. Zinedine acertó en todo, incluso en los cambios, en una temporada en la que no estaban siendo su fuerte. Y es que en el 82’, el mal árbitro que nos tocó se inventó un libre directo en la frontal del Madrid. Muriel chutó directo por encima de la barrera, fuerte y colocado, y marcó un auténtico golazo que nos dejó la duda de si Courtois había reaccionado un pelín tarde.
Imagen: realmadrid.com
Los que somos un poco caguetas terminamos aliviados con la excelente jugada posterior entre Lucas y Rodrygo, que permitió la cabalgada del canterano hasta el área rival y un gran servicio del gallego a Asensio que, con toda la calma del mundo y sólo ante el portero, chutó con su izquierda para establecer el 3-1 definitivo.
Se llegaba así al final del partido y de la racha de caer en octavos de la Copa de Europa, varapalo dolorosísimo para todos los aficionados blancos. Buena eliminatoria del Madrid, que se ha impuesto con solvencia al cuarto clasificado de la liga italiana con opciones al título aún. No es el Bayern, pero tampoco es el Carrascalejo F.C. Si no me falla la memoria, ya llevaba muchos años de asistencia regular al Bernabéu cuando, tras la cuarta semifinal que pude presenciar en directo en mi vida, llegó por fin la Séptima. Una anécdota que ilustra lo dificilísimo que es progresar en esta competición, cruel y maravillosa, incluso para el Real Madrid. El Madrid nos vuelve a dar una gran alegría que nos pilla sumidos en esta putrefacta realidad. Los nuestros nos dan, este año, la oportunidad de poder recorrer nuestra ciudad una vez más sumidos en su calidez primaveral y su espectacular luz vespertina, soñando con asistir a nuestro estadio, recordando a los que ya no están y agradeciendo ser testigo de otra eliminatoria de Champions del mejor club del mundo. Muchas gracias, Real Madrid. Hasta pronto a todos.