Una crónica de: @MiedoEscenico2
Llegaba el Real Madrid a la primera semifinal de esta Final Four que es la Supercopa de España en su edición 2019-20 con bajas sensibles en la delantera, nada más y nada menos que Asensio, Hazard, Benzema y Bale. Zidane se llevó a todos los disponibles, desconvocó a unos cuantos, y presentó una alineación que sorprendió hasta al más pintado. Al belga Courtois bajo palos, y a la defensa titular de los últimos partidos -Carvajal, Varane, Ramos y Mendy-, les acompañaban Casemiro, Kroos, Valverde, Modric e Isco en el centro del campo, y solamente Jovic en punta. Un equipo que animaba a pensar en mucho control y poca velocidad.
Y empezó el partido con una interminable posesión del Real Madrid. Y siguió con una recuperación, otra posesión, otra recuperación, y así, hasta el infinito y más allá. El equipo hoy de verde atacaba sin prisa, pero cada balón que intentaba jugar el Valencia desde atrás servía para contemplar a una jauría de perros de presa, lanzados a presionar sin descanso ni pausa a cualquier jugador valencianista. La palabra dominio se quedaba corta, y el partido era un monólogo del equipo madridista, que veía a Modric, Isco, Valverde, Kroos, salir a toda velocidad a por los rivales, acompañados por Carvajal y Mendy desde los lados, hasta recuperar el balón como si fueran Gollum con su tesoro. Una vez recuperado el anillo, los madridistas movían el balón, triangulaban a base de movimientos cortos, desplazaban a las bandas, todo con una infinita paciencia y tranquilidad, como un elefante moviendo su trompa de un lado al otro, pero en un avance implacable. El Valencia sólo perseguía sombras de vez en cuando, más centrado en no perder la posición que en movimientos de presión para volver a tener la pelota. Y era un castigo solemne, especialmente para jugadores como Parejo, Soler o Ferrán Torres, acostumbrados más a jugar con el balón que a ir tras él continuamente.
Hablábamos de un Madrid tranquilo, aunque pareciera lento, pero eso no significaba que no fuera haciendo pequeños intentos de llegar a la portería rival. Casemiro, a los 2 minutos, probaba su cañón, y la bala salió elevada. Una penetración de Mendy por banda era rematada a los 4 minutos por Varane de cabeza, y Jaume Domenech evitaba con apuros el gol, porque el testarazo iba centrado, pero muy fuerte. En el minuto 14, se demostró que el Madrid estaba metido de lleno en el partido, y que la calculadora de Kroos estaba funcionando a toda velocidad en ese cerebro suyo tan peculiarmente alemán. El árbitro decretó córner a favor del Madrid, y el teutón observó cómo el portero y los defensas comentaban lo lejos que quedaban las vacaciones de Navidad después de ese cuarto de hora de sufrimiento. Kroos cargó la bala, calculó y presionó el percutor, dándole al balón un efecto diabólico, todo ello en décimas de segundo. Para cuando el portero valencianista quiso parar el proyectil, ya estaba dentro de la portería, en un movimiento desesperado que no sirvió de nada. El olímpico 0-1 tuvo como virtud darle todavía más poso al juego con balón del Madrid, y reavivar la llama de la presión cuando no lo tenía.
Los pocos intentos del Valencia de conectar con Gameiro en largo eran controlados por Varane y Sergio Ramos en una actuación imperial, ayudados por Mendy cuando caía a su banda. Y cada jugada del Madrid veía a tres, cuatro hombres de verde intercambiando posiciones sin parar, tocando y moviéndose, como si estuvieran haciendo un rondo interminable, de esos que aparecen en los videos de los entrenamientos, como si fueran lo único que hacen los jugadores del Madrid. Que, para qué engañarnos, los hacen como nadie, por lo que hemos podido comprobar hoy. Algunos fallos en la entrega de Casemiro y Modric permitieron algunas salidas del Valencia al fin, pero lo único destacable que llegó a ocurrir fue un remate alto de Gameiro.
En el minuto 38, la aparente lentitud del equipo verde se demostró como una intención: meter cloroformo al partido para que el rival empiece a dormitar y, entonces, acelerar. Y fue el Pajarito Valverde el que aceleró hacia la línea de fondo para recibir un pase de Carvajal. Y fue el charrúa el que puso el balón en ese metro cuadrado que en Cardiff abrió las puertas de la gloria. Y fue Modric el que apareció por allí y remató de primeras. Y fue Isco el receptor del rechace en Garay, y el que soltó un derechazo seco y raso al otro lado de la portería del Valencia, y el que celebró su gol, que hacía el 0-2, como el que se quita un cinturón de piedras de encima. Y yo juraría que, desde que marcó ese gol, corrió más y mejor, tocó más y mejor, y sonrió más y mejor. Un Isco activo y feliz es una de las pesadillas de media Europa, y en ese momento pareció revivir de su trágico paseo entre los muertos del último año y pico.
Tanto revivió el Isco resucitado que, en el siguiente córner que sacó Kroos, remató de cabeza –sí, sí, de cabeza- al palo y sólo una pirueta con las piernas de Jaume evitó que Jovic mandase el rechace a las mallas. De ahí al descanso, el Valencia se lanzó a la desesperada a intentar marcar un gol, pero se encontró con una muralla de señores de verde que evitaron cualquier riesgo. El descanso permitió que quienes estábamos viendo el partido tomáramos conciencia de lo que estaba pasando. Zidane, con toda la delantera lesionada, había optado por alinear un centro del campo mastodóntico, como un elefante africano, lento para moverse, pero implacable al avanzar. Con una defensa pendiente de lo poco que pasara de ahí, un portero atento, y un delantero que se dedicó más a fijar a los centrales rivales que a generar peligro, le daba para ganar 0-2 a un Valencia que sentía cómo el elefante se le había sentado en el regazo, aplastándole sin estrépito, lentamente.
El primer cuarto de hora de la segunda parte dio una sensación algo diferente. El Madrid seguía tocando con paciencia, pero cedía más la posesión al Valencia, y preparaba el combustible para tratar de salir en velocidad. Sin Bale, sin Vinicius, ni otro velocista, canalizó hacia la banda derecha sus salidas, encontrando que el Pajarito Valverde se transformaba en un guepardo lanzado hacia adelante. Gayá sufría cada acometida del uruguayo, que sirvió a Jovic una ocasión, y acompañó en otra de Isco que malogró la defensa valencianista. En el minuto 60, le llegó la opción al propio Valverde, tras una jugada en que Modric decidió publicar su libro “Sabe más el diablo por viejo que por diablo”, en el que explica que, sólo con una pausa, puedes mandar a un defensa rival al suelo. Pero el Pajarito no aprovechó la oportunidad y el marcador no se movió.
Fue en el minuto 65 cuando el nuevo Isco, ése que iba dibujando arabescos sobre el campo con su compás recién recuperado, se tiró como un poseso a recuperar un balón en mitad de la salida de los valencianistas. Y fue él quien dio un pase a Jovic en la frontal del área, que el serbio decidió abrir a la derecha, para la llegada del pequeño príncipe croata, ahora con vocación de escritor. Y fue ahí cuando Luka Modric publicó el segundo tomo de su obra literaria, “Si ves que no hay hueco, te lo haces tú”. Salió Gabriel Paulista a cerrarle el disparo natural, y llegaba Coquelin a la ayuda para cerrar el espacio contrario. Modric, con una bicicleta estática, abrió a Paulista y conectó un remate con el exterior de su pie derecho, que pasó justamente por el hueco que él mismo había abierto entre los defensores. Y el balón, que si tuviera manos hubiera ido aplaudiendo, se alojó pausadamente en el fondo de la portería de Jaume Domenech.
El 0-3 rompió definitivamente el partido. El Madrid, desde ahí hasta el final, controló el partido, y transformó la versión elefante en otra versión más rinoceronte, salió por momentos con peligro, disfrutó de la versión nueva de Isco, y fue dando entrada a proscritos como Marcelo (por Mendy), James (por Modric) y Mariano (por Jovic). Que el árbitro pitara en el descuento un penalti a favor del Valencia por mano de Ramos sólo sirvió para certificar, a título póstumo, la maldición del ex, y para que el marcador final fuera de 1-3.
El Real Madrid sale reforzado de este partido por la sensación ofrecida, encarando la final del domingo con un optimismo mayor que antes del mismo. Zidane ha vuelto a conseguir que, en un partido de los que se deciden a cara o cruz, el equipo esté al mejor nivel competitivo. Ha ido recuperando a ese Madrid terrorífico, ahora con su carga de muertos vivientes y proscritos rehabilitados, que dominaba con mano de hierro Europa hace apenas un par de años. Más allá de que esta competición parezca estar diseñada con un objetivo que no tiene que ver con su éxito, el equipo blanco parece preparado para dar una buena imagen el domingo y competir hasta el final por el título, haciendo bueno aquello de “Si no querían que ganara, que no me hubieran invitado”. Esperamos poder contarlo entonces.
RESULTADO FINAL: VALENCIA, 1 – REAL MADRID, 3
GOLES:
0-1: 15’ Toni Kroos.
0-2: 39’ Francisco Alarcón Isco.
0-3: 65’ Luka Modric (asistencia: Jovic)
1-3: 92’ Parejo (penalti)
REAL MADRID: Courtois; Carvajal, Varane, Ramos, Mendy (Marcelo, min.71); Casemiro, Valverde, Kroos, Modric (James, min.77), Isco y Jovic (Mariano, min.83).
ÁRBITRO: Gil Manzano (Comité Extremeño). Mostró tarjeta amarilla a Casemiro (minuto 88).
Imagenes: realmadrid.com