Una crónica de: @MiedoEscenico2
Con más precaución que otra cosa, porque los regresos de parón de selecciones no le habían sentado muy bien al equipo hasta ahora, casi 70.000 espectadores acudieron al Estadio Santiago Bernabéu a ver el partido de Liga frente a la Real Sociedad. A Zidane ya se le había criticado por no convocar a Vinicius, y el francés decidió poner en el campo una alineación parecida a la de los últimos partidos: Courtois bajo los palos, Carvajal, Varane, Ramos y Mendy atrás, una línea de creación formada por Casemiro, Valverde y Modric, y con Rodrygo, Benzema y Hazard arriba.
El inicio del partido fue catastrófico, para qué engañarnos. Apenas habían pasado dos minutos, y la presión de los hombres de arriba del equipo donostiarra provocó un mal pase de Sergio Ramos a Courtois, que interceptó Willian José y envió a la red. El 0-1 pareció poner pedruscos en los bolsillos del equipo blanco durante los siguientes minutos. Le costaba sacar el balón desde atrás, el juego no fluía, y apenas conseguía llegar a la portería rival, mientras la Real Sociedad dominaba el juego y salía con peligro hacia arriba. Poco a poco, el cuadro madridista fue juntando las líneas, reconquistando el balón, y haciéndose con el dominio del juego, mientras trataba de sobreponerse al golpe inicial que había supuesto regalar un gol en contra.
Dicen que la resiliencia es la capacidad de sobreponerse a las adversidades y, además, salir fortalecido de la experiencia vivida. El Madrid de Zidane de hace años era un experto en eso, y le vimos remontar partidos luchando hasta el último minuto, hablándose entonces del “gen ganador”. En el partido de hoy, el Madrid se enfrentaba a un resultado temprano adverso frente a uno de los mejores equipos de la Liga. Y demostró que está recuperando esa resiliencia que le hizo grande en otra época.
En el minuto 8, empezaba el Madrid a sacudirse el impacto, y una buena jugada en la que Mendy buscó a Benzema y éste, al primer toque, habilitó la entrada por la izquierda de Hazard, acabó con un remate del belga al lateral de la red. En el 15, la Real generaba una jugada muy peligrosa que acabó con un rechace de Courtois al remate de Willian José. La tónica en esa fase del partido era que el Madrid dominaba cada vez más la posesión, pero la Real salía con mucho peligro hacia arriba, y no estaba muy claro qué equipo tenía el control sobre lo que pasaba. Un disparo lejano de Mendy, otro de Hazard tras jugada individual, otro de Benzema que salía desviado, se alternaban con llegadas puntuales y peligrosas de los donostiarras, como un remate de Ødegaard que despejaba un Courtois muy concentrado.
A falta de quince minutos para el descanso, ocurrieron dos cosas: la primera, que la Real Sociedad no pudo mantener el tono físico que la tenía presionando arriba y jugando con salidas rápidas; y la segunda, que el Madrid entró en combustión, alentado por el público. Una sucesión de jugadas en las que la presión del equipo blanco ahogó la salida del ayer azul, recuperando rápido el balón y generando ataque tras ataque, llegó hasta una concreta: el árbitro señalaba una falta de Merino a Modric cerca de la línea de banda, en la zona derecha del ataque madridista, cerca del minuto 36. El propio croata puso el balón en el área, en ese lugar que está demasiado lejos para el portero y demasiado atrás para la defensa, y Benzema apareció, sigiloso, entre los defensas donostiarras, para plantarse en el sitio justo. El problema es que no le llegaba a una altura apropiada para rematar de cabeza, ni para rematar con el pie. En un gesto de cariño a su club, el viejo Karim remató con la escarapela de campeón del mundo de clubes que lleva en el pecho, cerca del hombro, preservando el escudo de cualquier posible mancha, y empató el partido.
El 1-1 añadió combustible al equipo y pasión a las gradas, y esos diez minutos hasta el descanso fueron una tortura para la Real, y un auténtico zafarrancho de combate para los blancos, que entraban por cualquier sitio buscando más goles. Valverde, que había estado algo remiso en la primera media hora, comenzó a desplegar su zancada; Hazard hacía diabluras, Benzema sacudía a los centrales de un lado a otro, Casemiro podaba y jugaba, podaba y jugaba, y Modric jugaba y corría, corría y jugaba. Pero no llegó el gol, y se llegó al descanso con un equipo contra las cuerdas, y el otro en plena ebullición.
El principio de la segunda parte, tras un minuto de cuartelillo, vio a un Madrid de nuevo decidido a mover el balón y llegar arriba con el colmillo preparado, en busca de sangre. Y, en el minuto 47, Modric presionó arriba, Varane se adelantó, majestuoso, para cortar el balón y jugó hacia Hazard. Éste abrió hacia Benzema, en esa posición que ocupaba en el Olympique de Lyon, entrando por la banda izquierda. El francés llegó a línea de fondo y puso un centro en el corazón del área que salió rechazado. Modric bajó el balón, de espaldas a la portería, y lo dejó suavemente en la frontal para la aparición del Pajarito Valverde, que le pegó con más potencia que colocación. Y la pelota dio en un defensa donostiarra, y acabó en la red, mientras el viejo dios del fútbol se partía de risa tirando sus dados, habiendo repartido la mala suerte entre los dos equipos.
El 2-1 abrió un partido algo diferente. El Real Madrid juntó sus líneas, dio un paso atrás y entregó la posesión a la Real Sociedad, y ésta agradeció el detalle y aceptó la propuesta. En los siguientes veinte minutos, la Real dominaba el balón, pero se estrellaba frente a una defensa organizada de los blancos, mientras que éstos salían como búfalos enloquecidos a la primera oportunidad, tratando de matar el partido a la contra. En el minuto 66, Zidane decidió relevar a Rodrygo, que había estado activo pero no tan afortunado cara a puerta como en otros partidos, y dio entrada a Bale.
Trataré de resolver este asunto en un párrafo. Desde ese minuto, y hasta el final del partido, un porcentaje significativo de las gradas del Bernabéu se pobló de obedientes portavoces de los popes de la comunicación que habían estado poniendo al galés a los pies de los caballos desde hace semanas, y el suelo de muchas zonas del estadio se llenó de cáscaras de pipas de girasol. Por supuesto que el público tiene derecho a pitar, faltaría más. Igual que tiene derecho a demostrar su gilipollez a los 150 países que pudieron ver la retransmisión en directo. Nadie les niega esos dos derechos, y ayer hicieron uso de los dos cuando se nombró a Bale entre los suplentes por megafonía, cuando salió a calentar, cuando saltó al campo, y en cada acción en la que entró en contacto con el balón. Y ya no vamos a darles más eco desde aquí. Solamente dar la enhorabuena a los que se encargaron de meter mierda desde los medios de comunicación y las redes sociales. Cumplieron su objetivo, sin duda.
Volviendo a lo importante, el fútbol, hay que decir que la entrada de Bale coincidió con unos minutos de confusión del equipo. Siguió defendiendo de forma solidaria, pero los jugadores no sabían si era mejor darle el balón al galés o volcar el juego hacia el lado izquierdo, y casi siempre optaban por esto último. En su línea habitual (el brasileño no tiene complejos), Casemiro vio un desmarque de Bale en profundidad, le puso el balón en el área, pero Bale falló al rematar y oyó, por única vez, pitos justificados. Desde ahí hasta el final, generó disonancia cognitiva en los descerebrados (¿qué sentido tiene pitar a un jugador de tu equipo que está jugando bien?) y se dedicó a lo que mejor sabe hacer.
En el minuto 73, Varane desplazó un balón en largo desde atrás para romper la presión donostiarra, y Gareth Bale lo ganó de cabeza primero, para luego jugarla con Valverde, mientras nuestros amigos piperos le dedicaban una sonora pitada por hacerlo. El uruguayo se fue hacia la banda con el balón, y Bale rompió en velocidad para darle salida por ese mismo lado. El Pajarito puso la pelota donde entraba el Expreso de Gales que, bajo otra sonora pitada, llegó casi a la línea de fondo, oteó el horizonte y colocó el balón en la cabeza de Benzema. El viejo Karim, que llegaba forzado, decidió hacer una dejada hacia atrás, rezando a todos los dioses croatas que hay en el paraíso en el que crean los croatas. Y allí apareció el príncipe de los croatas, el Balón de Oro vigente, el pequeño Lukita, y enganchó una volea con su pie izquierdo que acabó en las mallas de Remiro. Casemiro y Valverde, en un acto de compañerismo y solidaridad, fueron a abrazar al galés, que alimentaba un juego cada vez mejor con cada pitada, en otra demostración de resiliencia.
Tras el 3-1, la dinámica siguió siendo la misma: la Real Sociedad con la posesión, el Real Madrid con el cuchillo entre los dientes y saliendo a toda pastilla, pero sin cambios ya en el marcador. Entró Kroos por Valverde, entró Isco por Modric, y el partido acabó con dos jugadas de Bale, bajo los pitos, que hicieron pasearse el balón por la línea de gol, huérfanas de remate, una desde la izquierda y otra desde la derecha. La sensación general es que fue un auténtico partidazo por parte de los dos equipos, y que la Real Sociedad ha sido el mejor equipo que ha pasado por el Bernabéu en términos de juego. Hazard demostró que cada vez está más a tono, Modric fue de menos a más durante el partido, y la sensación general es la de que, poco a poco, Zidane ha ido afinando al equipo, cada uno en su momento.
El próximo martes, en la quinta jornada de la fase de grupos frente al PSG, tendremos la primera prueba del algodón de verdad sobre si el equipo está para grandes cosas, o le falta todavía subir un escalón más. Lo contaremos, esperamos que con buenas noticias.
RESULTADO FINAL: REAL MADRID, 3 – REAL SOCIEDAD, 1
GOLES:
0-1: 2′ Willian José
1-1: 36′ Karim Benzema (asistencia de Modric).
2-1: 46′ Federico Valverde (asistencia de Modric)
3-1: 74′ Luka Modric (asistencia de Benzema)
REAL MADRID: Courtois; Carvajal, Varane, Ramos, Mendy; Casemiro, Modric (Isco, 83), Valverde (Kroos, 76), Hazard, Benzema y Rodrygo (Bale, 67).
ÁRBITRO: Gil Manzano (Comité Extremeño). Tarjeta amarilla a Ramos (minuto 52).
Imagenes: realmadrid.com