Una crónica de: @MiedoEscenico2
Se presentaba en el partido de esta noche una oportunidad de resarcirse de la eliminación de Copa, pero el Real Madrid no supo aprovecharla. Saltó al césped del Bernabéu decidido a conseguir lo que no pudo hacer el pasado miércoles, pero de nuevo el desacierto le penalizó. Solari prácticamente repitió alineación, con Courtois; Carvajal, Varane, Ramos, Reguilón; Casemiro, Kroos, Modric; Vinicius, Benzema y, como novedad destacable, Bale en vez de Lucas Vázquez. Intentar algo diferente con prácticamente lo mismo suele ser complicado, y el tiempo dio la razón a este axioma.
Empezó el partido en una línea parecida al del miércoles, el Madrid con una presión intensa en el centro del campo, la defensa adelantada, y sacrificio defensivo de las bandas, especialmente la derecha. De hecho, prácticamente en la primera jugada, el equipo blanco montó una jugada de ataque en que Kroos corría por el centro, pillando a la defensa del Barcelona descolocada, y Busquets tuvo que pararle con una falta por detrás, que le supuso una tarjeta amarilla. La falta se sacó sin consecuencias (Bale la lanzó por encima de la portería) pero daba la sensación de que el Madrid volvería a ir a por el partido. Sin embargo, a diferencia del encuentro anterior, el Barcelona mostró más interés en tener el balón, y peleó por la posesión. Y, no contento con eso, repitió con insistencia la jugada que le dio el triunfo entonces. Balón para Messi, en la posición de interior derecho; balón en profundidad de éste para Dembélé por encima de Carvajal, y pase del francés atrás para el remate de Suárez o del propio Messi.
Por unas cosas o por otras, ninguna de estas acciones tuvo como recompensa el gol, aunque generó una sensación de peligro y desasosiego notable en el ambiente del Bernabéu. El Madrid seguía generando oportunidades también, con un despliegue físico notable, y diferentes remates de Benzema, Varane o Modric salían desviados o eran rechazados por la defensa azulgrana. En el minuto 25, algo alteró el guión del partido definitivamente. Sergi Roberto recibía en la posición de interior derecho, y lanzaba un pase raso en profundidad entre las piernas de Reguilón. Rakitic corría al espacio, llegaba al área y, ante el intento de corte de Sergio Ramos y la salida de Courtois, que se hizo pequeño, elevaba suavemente el balón para alojarlo en la red. Parece, así contado, que el 0-1 fue una jugada sencilla. Pues, efectivamente, lo fue. Sólo con un pase y un toque el Barcelona se ponía por delante.
El Madrid siguió intentándolo, si cabe, con más intensidad. Reguilón se multiplicó y Vinicius se activó, Benzema se dejó caer a esa banda, Bale intentó percutir por el otro lado, Modric trató de coger el timón del equipo, Casemiro iba aquí y allá recuperando balones… A estas alturas, dudar de la actitud de los jugadores tanto en el partido del miércoles como en el de hoy, es de idiotas. El problema no fue ese. Remates de Casemiro, Vinicius, Reguilón sucedieron al gol barcelonista, pero ninguno alcanzó la portería. Se mezclaban la falta de puntería con la ansiedad de volver a nivelar el encuentro, y las prisas son malas compañeras.
Por otro lado, aunque supongo que Nilo Campo lo comentará en su crónica arbitral, el equipo culé, una vez marcado el gol, se dedicó a perder el tiempo deliberadamente en cada pausa del partido, con la aquiescencia del árbitro, que ni sancionó estas pérdidas de tiempo, ni añadió el mismo al final de ambas partes. Todo esto tampoco ayudó a que el Madrid enfriara la cabeza y jugara con más acierto. La jugada paradigmática de lo que comento fue una falta en la zona de tres cuartos del ataque madridista, en que hasta cuatro jugadores del Barcelona desplazaron el balón, sin dejar que el equipo blanco pudiera sacar la falta hasta bastante después, siendo uno de ellos Sergio Busquets, que lo hizo de forma descarada, y que ya había visto una tarjeta.
Esta tortura mental para el Madrid se vio acompañada de unos minutos en que el Barcelona comenzó a llegar otra vez al área blanca, especialmente debido al castigo al que sometía Dembélé al flanco derecho de la defensa madridista. Un par de oportunidades de Suárez y Messi volvieron a generar problemas, y una falta directa lanzada por el argentino salió por encima del marco defendido por Courtois. En los últimos minutos antes del descanso, el Madrid volvió a redoblar esfuerzos y trató de llegar a la portería azulgrana, pero con tanto éxito como en ocasiones anteriores, es decir, ninguno. En una de las últimas jugadas de la primera parte, Ramos salió al corte de un balón, Messi le entró de forma temeraria, y el central blanco le dio con la mano de manera completamente involuntaria. El descanso llegó con 0-1, sin añadir ni un minuto (a pesar de que el juego había estado detenido para atender a Lenglet) y con seis o siete jugadores del Barcelona rodeando a Undiano para protestar por la jugada anterior, sin que el colegiado navarro sacara una sola tarjeta por dichas protestas.
La segunda parte, en su conjunto, fue algo diferente de la primera, pero sus líneas generales también resultaron familiares: un Madrid buscando el gol desesperadamente, y un Barcelona saliendo puntualmente a generar jugadas de peligro. El Madrid, en este periodo, remató más que el Barcelona, pero sin que ninguna de sus ocasiones fuera meridianamente clara. El Barcelona siguió dedicado a perder tiempo sin rubor alguno, y el segundo tiempo pasó, con el Madrid alternando fases de asedio y recuperación rápida del balón, con otras de salida del equipo blaugrana de forma fulgurante, especialmente por medio de Dembélé hasta su sustitución. Lo más destacable de esta segunda parte fue la irrupción de Valverde en el campo, pleno de potencia y despliegue físico, sustituyendo a un desangelado Toni Kroos, además de la pitada que los seguidores de los diarios y programas radiofónicos deportivos dedicaron a Bale cuando fue cambiado por Asensio. Estos mismos fueron los que corearon el nombre de Isco cuando salió a calentar, los que volvieron a corearlo cuando entró al campo sustituyendo a Casemiro… y los que se fueron cinco minutos antes del final del partido, en su línea habitual, después de corear el viejo “Florentino, dimisión”.
En términos de juego, ni Asensio ni Isco mejoraron lo anterior, y sólo Valverde ofreció algo más de empaque al centro del campo. También entró Vidal al terreno de juego en los últimos veinte minutos, para aportar una mano, una simulación de falta y lesión, y una bronca descomunal, en su línea. El partido, así, llegó al final con 0-1, tras tres minutos de añadido, habiéndose hecho todos los cambios y con el Barcelona habiendo perdido todo el tiempo posible en cada saque de puerta o en cada falta a favor, sin que el árbitro penalizara estas conductas.
La derrota de hoy apea al Real Madrid de forma casi definitiva de la lucha por la Liga, pero más allá de eso, el club debe hacer un ejercicio de análisis de lo que ha llevado a este punto. Tiene perdidas varias batallas, y eso le ha llevado a perder esta guerra; el arbitraje, sin que pueda decirse que influyera de manera decisiva en el resultado, fue tolerante con las conductas antideportivas del Barcelona, y estricto con las del Madrid, como muchos en los últimos años. La afición está absolutamente perdida, influida por los medios periodísticos que retuercen la realidad dando una imagen interesada de cada situación, siempre en prejuicio de unos y favoreciendo a otros, algo que se analizó con mucho acierto en el descomunal podcast de esta semana con el lema #UnidosSomosMasFuertes. Y en términos puramente futbolísticos, el mismo equipo que ganó en el Metropolitano y en Amsterdam, y empató en el Nou Camp, ha visto cómo se le escapaban en cuatro días la Copa del Rey y las posibilidades de luchar por la Liga, en dos partidos en que ha tenido el balón pero no ha dominado el juego, y sobre todo, no ha transformado en gol ninguna de las muchas oportunidades de que ha gozado. En España, tanto el entorno mediático e institucional, como el propio equipo, han llevado a perder todas las guerras que tenía abiertas: la de la imagen, la del respeto a la institución, la de la propia afición y la de la competición.
Una vez más, sólo queda tratar de ganar la guerra en Europa, el único espacio en que al club aún se le respeta, y que esta temporada aparece como más difícil que nunca. Para ello, harán falta todos los recursos disponibles, desde Marcelo, Isco o Brahim, hasta el último aficionado. El martes llega la siguiente batalla de esa guerra. Y el equipo no puede fallar.
Imagenes: realmadrid.com