Una crónica de: @MiedoEscenico2
Se presentaba el partido de esta noche como una oportunidad para superar fantasmas del pasado, dado que el Real Madrid había caído en cuartos de final las dos temporadas anteriores, condenado por los goles recibidos en su campo, en las eliminatorias ante Celta y Leganés de aquellos años. Y, sin embargo, la alineación inicial que planteó Solari para enfrentar al Girona en la ida de los cuartos de final de la Copa del Rey era cualquier cosa menos sólida defensivamente. Courtois ocupaba la portería, Nacho y Ramos eran los centrales, con los laterales más ofensivos de la plantilla, Odriozola y Marcelo, por las bandas. El resto del equipo era exactamente el mismo que había ganado el pasado sábado al Sevilla: Casemiro, Modric, Ceballos, Lucas, Benzema y Vinicius. Un equipo diseñado para atacar, jugar el balón rápido y con profundidad, presionar y robar arriba, y buscar más la portería rival que defender la propia.
Como el fútbol no es una ciencia exacta, pero algunas cosas tienen su lógica, el Madrid salió dispuesto a dominar el partido de inicio, forzando hasta tres saques de esquina, pero a la primera ocasión que el Girona encontró un espacio a la espalda de Odriozola, se lanzó en pos del gol: Raúl García entró por esa zona, Lucas le persiguió pero no llegó, los centrales bascularon para evitar el remate, pero llegó algo más atrás el Choco Lozano y empujo a la red el centro sin que tampoco Marcelo hiciese mucho por impedirlo. Corría el minuto 7, y se cernían oscuros nubarrones sobre la eliminatoria, con ese 0-1 en el marcador. Pero el Madrid, lejos de desesperarse o ceder a la ansiedad, siguió, poco a poco, ajustando pequeños aspectos que le fueron dando posesión, terreno e iniciativa. El Girona se mantenía firme atrás, con una línea de cinco (nada de carrileros, laterales defensivos), y por delante de ella tres y hasta cuatro jugadores evitando los pases en la frontal del equipo blanco.
Sin embargo, en el minuto 15, un pase en profundidad de Benzema para la carrera de Odriozola permitió al lateral donostiarra llegar casi hasta el área pequeña y, entre tres rivales, ceder el balón a Lucas Vázquez, que le acompañaba, y que remató a la red el cuero, nivelando la contienda. Lo de nivelar es un decir, porque, a partir de ese momento, y tras un pequeño intento del Girona que desvió Courtois, se desató, de nuevo, un Real Madrid ambicioso, corajudo y decidido.
Odriozola entraba como una bala de cañón por su lado y estaba a punto de marcar, aunque dudó en el último momento. Benzema entraba y salía del área, jugaba de cara, triangulaba y se iba haciendo cada vez más difícil para el equipo gerundense recuperar el balón. Ceballos seguía siendo ese jugador que va al corte una vez tras otra, y se acaba llevando el balón en su saco. Modric iba haciendo sus cálculos y probaba, poco a poco, los pases elevados en profundidad, las aperturas a banda, o los cambios de orientación. Lucas percutía, entraba y salía, y bullía como una olla a presión, mientras perseguía a un rival tras otro recuperando balones. Casemiro afilaba su machete preparado por si algún rival intentaba lanzar una contra, siempre bien colocado y dispuesto para disparar su cañón. Y Vinicius… Ay, Vinicius… siempre que alguno de sus compañeros le daba el balón, especialmente Benzema, la música empezaba a sonar en su cabeza, y empezaba su baile… un baile en que dos y hasta tres rivales intentaban cortarle el paso, quitarle el balón, pero él estaba decidido a cambiar el ritmo del partido y, con él, la historia de desamor con la Copa. Con sus pasos, con su ritmo, los volvía locos, uno tras otro, sin saber si saldría por fuera o por dentro, si centraría, pasaría o tiraría.
Marcelo se quedaba más retrasado que de costumbre y con ello guarnecía la banda, además de dejar más espacio a su compatriota, que generaba peligro continuo desde la banda izquierda. Tras una jugada en que un pase horizontal para Modric fue protestado como penalti al croata, llegó otra en que un quiebro en la frontal del área del extremo brasileño acabó con el Choco Lozano enganchándole dentro del área y haciéndole caer. Ramos, al estilo Panenka una vez más, estableció el 2-1. Y, curiosamente, los ocho minutos siguientes al gol, el Madrid realizó un esfuerzo frenético en la presión, robó balón tras balón y generó aún más peligro; un remate de Benzema al palo fue el colofón de esta fase en que el Girona se había empequeñecido y buscaba el descanso como un boxeador noqueado.
Acababa la primera parte con trece disparos del Madrid, seis de ellos a puerta, un porcentaje alto de posesión, y la sensación de que, con algo más de acierto, hubiera tenido más margen en el marcador. Pero con el 2-1 comenzó la segunda parte, y el primer cuarto de hora fue, quizá, el peor momento del equipo blanco en el partido. Se espesó relativamente el juego, y el Madrid ya no llegaba con la claridad del último tramo de la primera parte. Ya fuera porque lo tenía previsto, o porque quiso modificar lo que estaba pasando, Solari dio entrada, en apenas cinco minutos, a Llorente y Kroos por Casemiro y Modric. Y, en el minuto 65, un córner favorable al Girona fue despejado con la mano por Marcos Llorente, tras un empujón de Nacho, en una jugada kafkiana. Alex Granell transformó el penalti pitado por Undiano Mallenco en el 2-2, y esta jugada significó un nuevo punto de inflexión para el equipo madridista.
Los últimos 20 minutos de partido, con Isco ya en el campo en el puesto de Ceballos, el Real Madrid se adueñó del balón, volvió a recuperar los balones pronto, y comenzó a tejer jugadas rápidas y al primer toque. Marcelo se sumó al flanco de Vinicius, y Benzema volvió a flotar entre líneas para romper la defensa gerundense. En el minuto 77, tras el rechace de un córner, una penetración de Vinicius en el área por la izquierda era frenada por dos defensas. Ante la imposibilidad de progresar hacia la portería, dejó el balón a Marcelo, que puso un centro medido al que entró, con ese estilo tan suyo, Sergio Ramos, mandando al balón a las redes de Iraizoz con un potencia inusitada. El 3-2 no hizo sino espolear al Madrid, mientras que el Girona trataba de jugar en largo y perdía un balón tras otro. Un desplazamiento aéreo hacia el flanco derecho del equipo madridista fue prolongado por Benzema hacia Lucas, que a su vez jugó la pelota hacia la frontal del área, donde llegaba Isco. El malagueño hizo una apertura a la izquierda en el momento justo para Vinicius, que puso un balón cruzado hacia el lado derecho, donde Benzema remató a placer el 4-2. De ahí al final del partido, una presión feroz del Madrid impidió la salida del Girona de su campo, salvo una pequeña escapada de Doumbia, sin consecuencias.
En términos generales, el resultado es peor de lo deseable (los goles recibidos en campo propios penalizan), pero mejor de lo esperado cuando el equipo gerundense consiguió empatar. El partido de las dos líneas de creación y ataque madridista fue muy bueno, aunque siempre queda algo pendiente: la falta de acierto ante la portería. Aun así, hay que destacar la actitud de los jugadores blancos y que parecen haber mejorado su estado físico, hasta el punto de acabar ambas partes del partido presionando mucho en el campo rival. En una semana, el partido de vuelta en Montilivi, donde esperamos que Solari pueda contar con más reincorporaciones desde la enfermería, y resolver la eliminatoria para el pase a semifinales. Y, en medio, el partido en Cornellá frente al Espanyol, el próximo domingo, en que el equipo blanco ha de esforzarse por sacar un buen resultado para no perder el ritmo en la caza de los primeros puestos de la Liga.
Imagenes: realmadrid.com