Una crónica de: @danipuerto6
Dicen que el hombre es el único animal que es capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. Si aplicamos el refrán al Madrid, podríamos ampliar el número de tropiezos hasta el infinito… Si es que a la Liga Endesa nos referimos.
La plantilla que gestiona Laso ha decidido que por lo pronto, para la competición doméstica irán con lo mínimo, sin esforzarse demasiado no sea que ese extra no les permita competir en Europa, su verdadero objetivo. Sí, habéis leído bien, no incluyo al vitoriano entre los que han decidido competir menos a nivel nacional, porque viéndole la cara durante el partido o escuchándole en sus tiempos muertos, queda claro que no la comparte.
Lo advertimos en la previa: “El partido estará a expensas de que los madridistas decidan o no competir, dando más oportunidades al Tecnyconta Zaragoza de hacer su juego en primer lugar y de soñar con la victoria después”. Pues los blancos decidieron competir lo justo y por momento incluso, no competir.
Con todo eso, los de Fisac, que son una mezcla de veteranos que aún rinden a buen nivel junto a gente novata en la liga o jóvenes talentos como Barreiro y Alocén, no perdieron oportunidad y fueron viviendo de cada regalo que los madridistas tenían a bien hacerles. No penséis que lo que ocurrió, que el partido no se decidiera hasta el último segundo fue todo por demérito blanco, no, ni mucho menos. Primero porque los maños tuvieron su cuota de responsabilidad siendo fieles a su estilo, algo que su rival de hoy no copió, y segundo porque para sacar un buen resultado frente a un “grande”, aunque éste no dedique todo su empeño en ganar, tienes que ser muy valiente y efectivo. Zaragoza dentro de sus posibilidades, lo fue.
La muestra de que el Madrid no tenía intención de esforzarse en defensa, la vamos encontrando en los parciales que encajaba. 31 puntos en el primer cuarto, 21 en el segundo y 22 en el tercer y cuarto parcial, demostrando, tras encajar 96 puntos al final del choque, que lo que se proyectaba en el Wizink se asemejaba más a un All Star donde el ataque y por ende, el espectáculo, primaban sobre los rigores tácticos, al menos, los referidos a evitar que el rival anotase.
Con esa fragilidad defensiva auto-impuesta, el Madrid aguantaba el chaparrón anotador maño, donde Seibutis, Okoye, Vázquez o Nacho Martín se presentaban como los más atinados de entre los de rojo. Por el contrario, el Madrid no respondía aumentando su nivel e intensidad defensiva, sino volcándose aún más sobre el aro rival, con un descomunal Ayón, que con 20 puntos y 12 rebotes (7 def. + 5 of.), se postulaba como mejor jugador de la jornada gracias a una valoración de 31. En ese festival ofensivo, los brotes verdes los presentaba Llull, desatinado en los últimos choques y que acabó con un 50% en los tiros desde el triple.
El partido no se rompía pese a que ambos equipos lograban ventajas, que por el contrario, eran rápidamente neutralizadas. Así se llegó a los instantes finales, donde Seibutis empató el partido con un triplazo. Llull quiso rememorar tiempos mejores y en una penetración puso a los suyos dos arriba, pero otro error defensivo blanco permitió que Okoye recorriera toda la cancha para empatarlo a 96 de nuevo. En el ataque final, Llull, crecido por la acción ofensiva anterior, volvió a disfrazarse de héroe buscando esa canasta ganadora que en el Madrid casi siempre llevó su firma y digo casi siempre porque al menos esta vez y sin que sirva de precedente, el de Mahón falló y cuando todos atisbábamos los cinco minutos extras de la prórroga, apareció Randolph gritando aquello de “adelante Gadgeto-brazo” para palmear el fallo de Llull e introducir el balón en el aro del Tecnyconta Zaragoza, dándole así a su equipo la victoria por un “enebeaico” 98 -96.
Un partido raro donde el que perdió se va con muy buenas sensaciones y el que ganó deja otra vez, muchas dudas sobre su compromiso en una liga donde cada vez le cuesta más encontrar la motivación necesaria para competir al menos, como lo hace en Europa.
Imagenes: realmadrid.com