Una crónica de: Manuel Pérez Abascal
Se esperaba el clásico como una oportunidad única para reengancharse a la liga. Un haz de luz, un rayo de esperanza que mostrara al madridismo que creer es poder. Pero lejos de encontrar un motivo de júbilo para decir… somos el Real Madrid, y pese a todos los condicionantes esgrimidos en jornadas anteriores, el Madrid de topó con un baño de realidades.
El partido fue el fiel reflejo de lo que está viviendo el equipo futbolísticamente hablando, durante este curso. Un primer tiempo con un Madrid decidido en la presión y en la posesión del balón, adelantado las líneas y desconectando a Messi con un trabajo de Kovacić tan poco agradecido como efectivo, adelantar la posición de Kroos con Modrić pegado a Casemiro para ayudar en la salida de balón. Esa fue la aportación táctica de Zidane, recordando el buen trabajo realizado por el croata allá por el mes de agosto, cuando todo eran vino y rosas, dejando a Isco como sacrificada carne de banquillo. Equilibrar las fuerzas en medio campo y anular al argentino. Y funcionó.
El Madrid se mostraba seguro, compacto, serio y sólido, aunque con poca llegada y menor poder de definición. El mal endémico del Madrid este año, justo lo contrario del equipo de Valverde, que lejos de preciosismo de antaño, ha construido un equipo sólido y efectivo, todo girando entorno a 3 figuras: Ter Stegen, Busquets y Messi. Su columna vertebral. El Barça remata menos y marca más. El Madrid remata el doble y define la mitad. No todo termina ahí, la diferencia en la tabla no se acaba y empieza en el remate, pero en el fútbol es gol es definitivo. Y el Madrid siendo superior en los primeros cuarenta y cinco minutos se iba al descanso empatando a cero. Algo descorazonado y a expensas de que el equipo de Zidane concediera un error, algo tampoco desdeñable sabiendo el expediente defensivo del equipo este año.
Y todo se precipitó en una pájara que duró veinte minutos. Una de las míticas desconexiones, una de tantas que le han hecho al Madrid perder el control de los partidos y casi la liga. En ese tramo del partido, el equipo se descosió concediendo un gol mal leído defensivamente por Kovacić que pasó de decisión interesante a discutida, un penalti más expulsión de Carvajal y alguna que otra llegada con peligro. El fin. Lo demás era la crónica de una muerte anunciada. Veinticinco minutos por jugar, 0-2 y un hombre menos, un río arriba imposible de remontar. Ya con Asensio y Bale en liza por un Benzema que ha terminado definitivamente con la paciencia del respetable.
Lo que sucedió tras el 0-2 fue una sensación de impotencia. La certeza de que al Madrid se le escapaba el último aliento en esta competición. Quizás incluso se haya perdido el último tren… pero si hay algo que me ha enseñado este equipo a lo largo de estos años es a levantarme en momentos duros. El Madrid es irreductible y sabiendo que la empresa es casi imposible, no dudo que los muchachos seguirán intentándolo. Es lo que tiene vestir ese escudo, te obliga a esforzarte y no rendirte jamás y el Barcelona mal haría en pensar que el Madrid está eliminado de la ecuación, quizás fuera ese su principio del fin. Pero no debemos por ello, no alejarnos de la realidad y saber que para perseguir ese sueño, tenemos que dar nuestra mejor versión. Si eso ocurre, que nadie dude de este equipo.
Hoy es un día negro y amargo, toca autocrítica, reflexión y apretar los dientes para sacar este barco adelante. ¡HALA MADRID!