CRÓNICA | Diésel: Real Madrid 4 – 1 Valencia

Una crónica de: @MiedoEscenico2

Se presentaba la noche fría para recibir al Valencia en el Santiago Bernabéu, tras una previa de @pepo2204 en estas mismas páginas donde señalaba ese provincianismo rancio de los aficionados valencianistas más descerebrados, representados en la prensa por el diario SuperDepor, que volcaba en portada un desvarío del que no nos queda más a los madridistas que descojonarnos de risa. Ancelotti ponía en liza casi el once de gala, con Courtois de vuelta a la portería, y una línea defensiva formada por Lucas Vázquez, Militao, Alaba y Mendy. El centro del campo clásico, con Casemiro, Kroos y Modrić, y una línea de ataque formada por Asensio, Benzema y el regreso de Vinicius Jr. a la banda izquierda. Sin guardar nada.

El Valencia se presentaba vestido de granate y negro, bajo la dirección de Bordalás, y salió como era de esperar: decidido a pegar y no hacer prisioneros, eso que los demagogos del fútbol televisivo denominan “intensidad” si lo aplican algunos, y “dureza” si lo hace Casemiro. El caso es que fue Casemiro el que se llevó la primera tarjeta del partido, por una jugada como mínimo discutible, al cuarto de hora. Empezó mejor el Valencia, llegando con velocidad, mientras el Madrid volvía a ser ese viejo boxeador encallecido de combates, que va estudiando poco a poco lo que hace el rival, hasta empezar a adivinar sus movimientos. Un buen servicio de Kroos en una falta lateral era rematado con potencia por Militao de cabeza, pero Cillesen lo sacaba bajo palos, en el minuto 6 de partido.

Imagen: realmadrid.com

Desde el minuto 20 en adelante, el partido fue empezando a inclinarse hacia la portería del holandés. Un cabezazo de Vinicius, que salió fuera por poco, fue el punto de partida de un proceso en que el equipo blanco, como un motor diésel, iba calentando poco a poco, y ocupando cada vez mejor el campo, avanzando centímetro a centímetro, y tomando el control. Modric se volvía a subir a su trono de príncipe de los dálmatas, y con su cetro dirigía el ritmo de aceleración, mientras en el otro lado Toni Kroos utilizaba sus prismáticos y su mortero para ir ganando posiciones progresivamente. El Valencia iba intentando salidas cada vez más esporádicas, pero Casemiro y Militao andaban con las tijeras de podar y el sable de gala, y rebanaban cada balón con potencia y colocación, aunque al central un empellón tardío a Gayá, convenientemente exagerado por el valencianista, le costó otra amonestación.

A la media hora, Asensio tocó a la puerta de Cillesen con un derechazo, y el holandés desvió con apuros, pero vio en el gesto del mallorquín que le iban a llegar en oleadas. El motor diésel ya estaba subido de revoluciones, y un cabezazo de Casemiro y un derechazo de Benzema que salieron fuera, supusieron la antesala de un misil lanzado por el príncipe croata al larguero, que lo dejó temblando. El Valencia empezaba a perder los balones en su propio campo, con un Casemiro desatado y buscando interrumpir cada jugada con la misma anticipación que si buscara un bocadillo de calamares. Y, en el minuto 41, se lanzó a por uno de esos bocadillos, lo recogió, y se dirigió como un cohete hacia el área. Antes de entrar en ella, pasó el balón a su derecha, hacia Asensio, y se encontró con Alderete, que contactó con su pierna de apoyo. El árbitro señaló penalti, que no entraremos aquí a decir si fue mucho o si fue poco, pero sí que al community manager del Valencia le hizo descubrirse como también portadista oculto del SuperDeporte. Forofillos toronjas al mando de las redes sociales del club, qué cosas.

Imagen: realmadrid.com

El caso es que Karim Benzema puso el balón en el punto de penalti, mientras que la cadena que retransmitía el partido nos enseñaba que sus cinco últimos penaltis habían ido dentro, y que todos habían sido casi por el mismo sitio. Y como Karim es fiel a las buenas costumbres, clavó un derechazo en la escuadra, también por ahí, haciendo subir el 1-0 al marcador del partido, y el 300 a la colección de muescas de su rifle con el escudo grabado del Real Madrid. Mientras el antimadridismo se indignaba por la decisión arbitral, incluido el capitán del sexto equipo de la Liga, el partido llegaba al descanso con ese resultado, y la sensación de que el cuadro blanco había ido, poco a poco, conquistando territorio hasta ocuparlo de hecho, como un coche diésel de alta gama.

El inicio de la segunda parte mantuvo el tono de lo visto al final de la primera pero, ahora, con un Vinicius Jr. echando chispas de sus patines eléctricos. Es decir, justo lo que le faltaba al Valencia para echarse a llorar. En la primera que el chico enganchó y salió zumbando, obligó a Piccini a echarle el guante a la camiseta y al hombro, lo que le llevó a ver una amarilla. Al minuto siguiente, el joven extremo brasileño taladraba el área a lo largo, hacía una pared con Benzema, que se la devolvía, y se encontraba, al final, frente al portero valencianista y con toda la portería para él, no se sabe muy bien cómo. Con ese instinto asesino que ha desarrollado, puso el balón con ternura en el fondo de la red, sin esfuerzo, y mandó el segundo gol al marcador. Corría el minuto 52 y la sensación era la de que cada subida del Valencia invitaba al Madrid a sacar el turbodiésel inyección al contraataque. En una de ésas, Musah vio amarilla por parar a Casemiro, que iba como un toro loco hacia arriba y, al menos, paró el asalto. Pero, en la siguiente, Benzema llegó a la frontal del área y puso la pelota a su derecha para que Asensio fusilara a Cillesen; el guardameta holandés consiguió meter una mano salvadora, pero el rechace subió y subió, y cayó y cayó, y a la cabeza de Vinicius llegó, para meter el 3-0 que dejaba bastante claro el desenlace.

Imagen: realmadrid.com

El Valencia, con todo perdido, dio un paso adelante, y Wass largó dos pepinazos impresionantes, uno de ellos desviado con un paradón por Thibaut Courtois, y el otro recogido por uno de la grada, porque salió algo desviado. Bordalás movió el banquillo, Ancelotti también, para que entraran Camavinga y Ceballos en el lugar de Casemiro y Modrić, y se abrió un encuentro diferente. Hay, dentro del madridismo y del periodismo, una tendencia muy evidente a cargar contra Casemiro, aduciendo que no está en forma y demás. Pero algunos ya hemos llegado a conclusión evidente de que el brasileño es ese elemento que se nota especialmente… cuando no está. El Valencia, no sabríamos decir si por eso o por otra cosa, se plantó en campo rival, empezó a dominar más, y el Madrid dejó de tener tan claro dónde ir y qué llevarse. Pérdidas del equipo blanco, el motor medio gripado, y llegadas de los de granate, hasta el momento fatídico.

Mendy agarraba del brazo a Marcos André dentro del área, el árbitro pitaba penalti, y Guedes lo lanzaba con saña. Courtois, en una intervención meritoria, lo paraba, pero su desvío llegaba a la cabeza del propio portugués, que lo mandaba, esta vez sí, al fondo de las mallas. El 3-1, faltando un cuarto de hora, le dio aún más brío al equipo valencianista, y el Madrid apenas conseguía mantener el tipo. Ancelotti se desesperaba con lo que pasaba, y metía a Nacho y a Valverde por Lucas Vázquez y Vinicius Jr, a falta de 3 minutos. El equipo blanco tuvo una última arrancada de reprise, con las últimas gotas de diésel, y lanzó un par de contraataques deslumbrantes, y al minuto de hacer los cambios, Mendy centró desde la izquierda, estampó el balón en un rival, Kroos volvió a dársela para intentarlo y, esta vez sí, le salió un pase decente al punto de penalti.

Imagen: realmadrid.com

Allí, Karim Benzema, con su frac y su violín, comenzó a tocar un vals recibiendo la pelota, y girándose al compás de las notas, largó, tras una maniobra plena de clase, un derechazo ajustado al palo que suponía el cuarto gol madridista, para culminar la noche. En el minuto 90, Isco relevaba al francés para que se llevara una merecida ovación del Bernabéu, y ya solamente dio tiempo a ver cómo Camavinga tumbaba a dos rivales con una sola entrada, lo cual da idea de que la batería de este chico es de una intensidad fuera de lo común.

El Madrid se va a Arabia con la sensación de haber superado la crisis (?) de la derrota de Getafe, y con la ventaja suficiente en Liga como para competir sin otros asuntos que le distraigan de intentar alcanzar el primer éxito de la temporada. La Supercopa de España es un título menor, de esos que no te dan mucha gloria si los ganas, pero sí que le dan munición a los enemigos para ponerte a parir si la pierdes. No les deis pie, Carletto, y volved con ella. Gasolina o diésel, nos da igual.