Un articulo de: @Laiguanablog
Como diría el componente de Martes y Trece, Josema Yuste, disfrazado de Elena Santonja en las navidades de hace aproximadamente treinta años: “hablemos de eso” y, ahora, después de pronunciar esas palabras, giraría la muñeca manteniendo extendidos únicamente los dedos índice y corazón, indicándonos que ese “eso” se trataba de un doble sentido. En su caso sexual. En el nuestro se trata de una herramienta. Herramienta novedosa y que, por tanto, necesita unos ajustes para su correcto funcionamiento, porque no deja de ser una herramienta.
Una herramienta que, cuando ha perjudicado a nuestro equipo, el resto de aficiones, con la envidia que les caracteriza, se han hartado a decir eso de “no var no party” y estupideces por el estilo. Nosotros, en cambio, hemos seguido nuestro camino, callando el reproche, por más que nos pese, y luchando contra los elementos que se nos hayan querido poner por delante. Por ultrajante y sangrante que fuera el error contra nuestros colores cometido. Hemos seguido aguantando las patochadas de mendrugos cuya única felicidad, pocas por cierto, es ver cómo el Real Madrid es vencido. Pero, ante innegables y meridianas malas actuaciones pusimos el grito en el cielo. En nuestro caso, lo más alto que llegamos, fue al cielo de nuestras bocas.
Cuando escucharon nuestros lamentos, la patulea antiblanca que puebla cada rincón de esta santa casa que es España, se mofaba, reía, insultaba, aplaudía, brindaba y cantaba por el error cometido contra nosotros. Sin Var, repetían, no podéis cometer esos robos que de toda la vida os caracterizan, así que ahora callad, malditos. Algo así, no son palabras textuales, pero se le aproximan bastante. Pedazo de alcornoque, que el error que hoy me deja a mí sin tres puntos, mañana puede sucederte a ti. Pero ellos disfrutaban la idiotez de lo inmediato. Mientras ahora sea feliz, me da igual lo que pueda suceder mañana.
Hay equipos que llevan más de una temporada y media sin recibir un penalti en contra, pero eso era normal. Nos hacían juegos propios de trileros lingüísticos para justificar semejante atrocidad. Hay equipos que, mientras nosotros hacíamos treinta ocasiones por partido, ellos cometían del orden de treinta faltas por partido (sobretodo si estaban jugando contra la inmaculada elástica). Nos hacían ver que no eran falta las recibidas mientras los piscinazos del rival eran tarjetas amarillas y rojas que lastraban nuestro juego y nuestra capacidad defensiva. Ha habido un jugador contrario que, tras haber recibido una falta en contra, el autor de la misma, tuvo que salir a pedir excusas públicamente y, acto seguido, se tuvo que marchar de España. Ese jugador se llamaba Ujfalusi. Siendo, ésta, una cuestión sin precedentes para mi casi medio siglo de vida.
Pero volvamos a la cuestión que nos ocupa. Hablemos de eso. Hablemos del VAR. Lo que siempre hemos mantenido es que el VAR, como un ordenador, un cuchillo de cocina o un bate de béisbol, son grandes herramientas que, bien usadas, podrían solucionar los problemas que se nos presenten en un terreno de juego de béisbol, en una cocina, en internet o en un campo de fútbol. Pero la premisa es esa: bien utilizados. Cuando se ha usado contra el Real Madrid. Digo bien, contra el Real Madrid, porque no había ni siquiera una explicación plausible de por qué se dejó de pitar determinado penalti o de sacar una tarjeta al rival, producía como hemos comentado, risa, broma, pulla, chanza y chistes por doquier. Nosotros tuvimos que callar.
Imagen: es.besoccer.com
Ahora bien, en un arranque colérico y propio de un gigante herido, el presidente del Real Madrid anunció formalizar una queja cuando nos indicaron por activa, pasiva y hasta en ganés, que el penalti que cometió Rulli, portero de la Real Sociedad, contra Vinicius no fue cometido por el meta argentino, sino por una brizna de hierba más alta de lo natural. La prensa, así en general, arremetió contra el Real Madrid porque esgrimen el estúpido mantra de que: “un grande no puede quejarse de los arbitrajes”. Siempre habrá un imbécil que dirá: “y menos el Madrid”.
Lo triste, como siempre, es comprobar el doble rasero de la prensa y de los supuestos expertos en fútbol. El de los árbitros lo asumimos. Pero el de la prensa y los expertos, es deleznable. Cuando es una acción que al Real Madrid le perjudique buscan el vericueto argumental, la farfulla óptica de ver la sombra del testículo izquierdo del jugador implicado para demostrar que no podía ser agredido con el codo en el paladar porque su testículo izquierdo seguía colgandero. Mientras tanto, esos supuestos expertos y los, aún más dudosos periodistas, revuelven la realidad para demostrar que el codo del jugador rival no puede haber dado en el paladar del jugador madridista porque una tribu congoleña estaba haciendo migas esa tarde y habían quedado a comer con los de la tribu amiga que trajeran pastas para el café posterior.
Ante dichas excusas, el aficionado del Real Madrid se queda callado, mira a otro lado. Suspira. Pide otra cerveza. Se caga en los muertos de los que por tontos nos tratan. Acaricia la cabeza de su hijo mientras apaga la televisión o la radio, dependiendo dónde haya sido visto el partido. Queda mudo ante las inteligentes y naturales preguntas de su hijo. No lo sé, responderá. Mirará atrás alejándose del estadio y verá las luces encendidas del Santiago Bernabéu. Se sentirá herido. Se sentirá ninguneado. Se sentirá engañado por el club de sus amores, que es lo que verdaderamente escuece al madridista medio. Que nuestro club nos deje desnudos en la intemperie. Que no haga llamamientos a unirnos en torno a una defensa coral del club, de nuestra historia, de nuestra tradición, de nuestro orgullo.
Entonces, en un arrebato de orgullo, hará girar la vista a su hijo y le mostrará a lo lejos el Santuario. Quizá se produzca en casa antes de apagar la televisión. Abrazados los dos. Da igual. El caso es que, con un potente latido de su corazón, le dirá a su hijo: Cariño, somos madridistas, porque estamos solos contra todos… y eso nos gusta. Así que, mi niño, tú tranquilo, deja que los mediocres sigan ladrando. Que sigan diciendo idioteces. Que continúen llorando una y otra vez por sus derrotas ante el más grande. Nosotros, sonreiremos un poco, y seguiremos nuestro camino venciendo y restregándoles nuestra victoria por los morros.
Porque es cierto que estamos solos contra pseudoprensa, supuestos expertos, estultos analistas, mediocres exjugadores que fueron arrollados por el transatlántico blanco y exárbitros de la caterva anti, los comentarios de los entrenadores rivales (que se sienten poderosos insultando y mentando al Real Madrid) y, por supuesto, las otras aficiones que se hacen eco de todas las imbecilidades que los anteriores dicen. Pero lo más doloroso de todo, es que estamos solos porque nuestro propio club no nos quiere defender tomando las medidas adecuadas. Así que, el aficionado madridista, se siente más solo que ninguno. Pero más grande que nadie.