CRÓNICA | Creer en sí mismo: Real Madrid 2 – 1 Eibar

Una crónica de: @MiedoEscenico2

Llegaba la tercera cita liguera en una semana al Santiago Bernabéu, y algunos aficionados no se dieron por enterados, con una entrada de tres cuartos que dio a entender que el interés por estos últimos partidos, ya sin un título en juego, ha decrecido. El frío y la aparición puntual de la lluvia durante el día tampoco habían ayudado mucho. Zidane, para este partido contra el Eibar, había decidido dejar sin convocar a Ramos y Mariano, y tampoco Marcelo se vistió de corto por estar cumpliendo sanción. El once titular estuvo formado por Keylor Navas; Odriozola, Varane, Nacho, Reguilón; Valverde, Modric, Isco; Bale, Benzema y Asensio.

Para ser honestos, el Madrid no empezó del todo mal. Trató de presionar arriba, robó algunos balones y generó peligro, pero sin llegar a rematar, o viendo anulados sus intentos por la señalización de fuera de juego. Así, tras un pase en profundidad de Isco, Bale se plantaba en un mano a mano con Dmitrovic a los cinco minutos de partido, estrellando el balón en el cancerbero serbio, pero el juez de línea esperó a que acabara la jugada para levantar la bandera señalando la infracción, que fue sancionada por González Fuertes. Un par de minutos después, Isco filtraba otro balón en vertical por la izquierda, Bale entraba hasta casi la línea de fondo y ponía un pase de la muerte que Benzema empujó al fondo de la red en un extraño taconazo. De nuevo el línea levantaba la bandera, y de nuevo era anulada la jugada y, con ello, el gol. Ese primer cuarto de hora siguió un mismo patrón: balones en profundidad para la carrera de Gareth Bale que, o bien salía demasiado tarde a por el balón, o lo hacía demasiado pronto, cayendo en fuera de juego. Estas ocasiones fallidas dieron pie a que sus incondicionales de la grada madridista pudieran silbarle, porque parece que esos sí vinieron hoy al campo.

La media hora restante de la primera parte ofreció un panorama algo desolador para el Real Madrid, aparte de un partido inesperado. El Eibar cada vez ganaba mayor dominio del juego y del balón, progresaba a base de toque en el centro del campo, e iba generando llegadas, aunque tampoco hacía remates destacables. ¿Y el Madrid? Con el equipo que tenía en el campo, sorprendentemente agazapado, aculado en tablas, esperando su oportunidad para salir al contraataque. Eran los pajaritos tirando a las escopetas, y el director general sin poder usar su Rolls Royce porque se había apropiado de él el mozo de almacén. Tanto iba el cántaro armero a la fuente, que al final llegó.

Corría el minuto 38 cuando Cucurella recibió el balón de espaldas y lo jugó al primer toque hacia Escalante, superando la presión (ejem) de Odriozola. Escalante, al que Varane miró con mucha atención, pero no hizo nada por robarle el balón, progresó en horizontal por el área, y espero al momento exacto en que se abrieron las puertas del ascensor que había entre Valverde, Nacho y la espalda de Reguilón para filtrar un pase ahí. Que un rival coja la espalda del lateral izquierdo del Madrid empieza a ser una tradición tan establecida como que llueva hacia abajo. Acompañando el movimiento del balón, además, Keylor Navas se acercó a la zona cayendo desequilibrado, con lo que Marc Cardona sólo tuvo que controlar el balón y elevarlo suavemente por encima del portero tico, sentado de culo.

El 0-1 colmó el vaso de la paciencia de los espectadores. Aquí ya los pitos no iban contra un jugador, sino contra el equipo entero. Un intento de remate acrobático de Bale poco antes del descanso fue el último intento de acercamiento del equipo blanco en la primera parte, que finalizó con un total de tres remates en los cuarenta y cinco minutos, los tres fuera. Tampoco es que el Eibar hubiera llegado apenas, pero hizo un solo tiro a puerta y marcó un gol, que es de lo que se trata. El árbitro señaló el descanso, volvieron los pitos y reaparecieron los cánticos de “Florentino, dimisión” por parte de sectores minoritarios. Un lo de siempre de esta temporada, vaya.

La inoperancia del equipo blanco se estaba poniendo de manifiesto en un partido que ni controlaba, ni dominaba, ni ganaba. Era de esperar que, en la segunda parte, los jugadores madridistas salieran a revertir la situación. Y lo cierto es que trataron de hacerlo. Un disparo raso de Modric abrió las hostilidades, detenido por Dmitrovic. A los seis minutos de este segundo periodo, cayó lesionado Iván Ramis, que tuvo que ser sustituido por Orellana. Este cambio supuso cierta modificación en los planes iniciales del conjunto armero. En el minuto 54, ante un pase de Gareth Bale para Benzema, chocaron Oliveira y Dmitrovic, rechazando el balón, flojo a la frontal del área. El francés, que había continuado la jugada sin mucha fe, se apropió del rechace y envió el balón a la red. Primero el juez de línea y después el VAR se encargaron de decir que era fuera de juego y, con ello, volver a anular otra jugada de gol blanco.

Marco Asensio comenzó a cogerle el aire a la posición en banda derecha –a diferencia de la primera parte, en que estuvo situado en el lado contrario-, empezó a entenderse con Odrozola, y el Madrid encontró un filón. Comenzó a percutir por ese sector y, en una jugada de éstas, allá por el minuto 58,  Asensio puso un centro magnífico con la derecha al corazón del área, donde apareció Karim Benzema para rematar picado a gol y establecer el empate. Y, aunque probablemente ya se estaban viendo mejoras en los minutos previos, a partir de ese momento, la última media hora fue completamente blanca. Tanto el tándem Asensio-Odriozola como Reguilón-Bale, con la ayuda de Benzema por el otro lado, comenzaron a hacer resquebrajarse el sistema defensivo del cuadro de Mendilíbar, castigando ambas bandas, y generando cada vez más peligro, aunque sin remate. Mientras tanto, el Eibar hacía pequeños intentos de llegar al área madridista, pero sin apenas éxito.

A falta de un cuarto de hora, Zidane decidió mover el banquillo, e introdujo a Lucas Vázquez y a Kroos por Bale, nuevamente pitado, y Modric. Lucas ocupó, directamente, el flanco izquierdo, y la verdad es que jugó bastante mejor que en partidos anteriores. En el caso del alemán, parece que la pausa que le concedió el entrenador no convocándole en el anterior partido, y dándole entrada como suplente en éste, le vinieron bien: en el cuarto de hora final volvió a ser un panzer preciso, abriendo el juego con su cañón de largo alcance, y peleando balones. Fuere o no a consecuencia de los cambios, el caso es que, en el minuto 80, Kroos sacó un córner en corto para Asensio, éste se la devolvió, y el alemán puso un centro preciso en el área, donde se elevó un Benzema majestuoso, lleno de potencia y técnica, para cabecear el balón al fondo de la red otra vez.

El 2-1 obligó al Eibar a abrirse, y permitió al Madrid relamerse y lanzarse a por más goles. Y es que Asensio disparó alto en la primera oportunidad que tuvo para perfilarse hacia su lado bueno y disparar. Y Lucas dio un pase atrás para el uno contra uno de Benzema, que disparó contra el muñeco. Y Lucas volvió a cederla a Benzema en la frontal del área pequeña, pero el hoy capitán madridista la mandó a la grada por encima de un defensa y del larguero. Y Lucas puso el balón en el área, y Varane remató, pero paró Dmitrovic. Todo esto en apenas cuatro minutos, en que el Madrid volvió a creer en sí mismo. En el minuto 89, Brahim sustituía a Isco, que en la segunda parte había vuelto a demostrar que necesita mejorar físicamente y jugar más fácil. González Fuertes dio cinco minutos de descuento, y todavía hubo otra oportunidad que Benzema lanzó, en un disparo con efecto, al poste izquierdo de la portería del Eibar, y aún otra de Asensio. El árbitro pitó el final, con el 2-1 final en el marcador, en la primera oportunidad en que el equipo madridista remonta un partido habiéndose ido perdiendo al descanso. Un dato que dice mucho de lo que había perdido el equipo hasta hoy.

Como resumen del partido, la clave estuvo en que el Madrid, a partir de un determinado momento, volvió a creer en sí mismo. En la primera parte seguía mostrando ese tono vital del que está deprimido, al que le cuesta un mundo hacer lo más mínimo. En la segunda, se sacudió esa sombra que le cargaba los hombros y le limitaba, y volvió, especialmente en el último cuarto de hora, a ser el de siempre. El Madrid que todos queremos: serio atrás, bullidor en las bandas, ofensivo en el medio, ese equipo que nunca se rinde. Recuperar ese cromosoma ganador es la primera necesidad de Zidane y, especialmente, del equipo, y hoy volvió a asomar esa posibilidad. Queremos un equipo que crea en sí mismo, y que vuelva a ser el nuestro. Hágase.


Imagenes: realmadrid.com