Dos hermanos muy distintos

Un articulo de: @soyvikinga

¿Cuántas veces hemos escuchado a una madre decir eso de “son tan distintos estos hermanos… Y eso que yo los he criado igual a los dos”? Yo siempre les digo que puedes quererlos igual a ambos pero que aunque sea de forma inconsciente, nunca se trata igual a todos los hijos. Tiene que ver el carácter de cada uno, lo que esperemos de él e incluso el lugar que ocupa en la familia. No es lo mismo ser el hermano mayor, que el de en medio o el pequeño. A uno lo proteges más porque lo ves más débil, a otro le exiges menos porque esperas menos de él y otras maneras de actuar de las que no somos conscientes pero que sin querer van moldeando la personalidad que tendrán, que tenemos de adultos.

Pues bien, he aquí dos hermanos, hijos del Real Madrid. Uno es el equipo de baloncesto y otro el de fútbol. Hermanos y sin embargo, ¡tan distintos! Uno es el hijo mimado, el sobreprotegido; el otro es el independiente, el que lleva el cartel de responsable, de trabajador.  Ambos responden a las etiquetas que les han colgado, como hacen los niños y también hacemos los adultos.

Siempre que veo jugar a nuestro equipo de baloncesto no puedo evitar la comparación con su hermano. No es bueno hacer comparaciones entre los hijos, pero en este caso, como digo, no puedo evitarlo. Y siempre me pasa que los chicos a los que ahora entrena Rafa Benítez salen mal parados en esta confrontación. Sobre todo en actitud.

Últimamente nos hemos preguntado por qué teniendo a los mejores jugadores del mundo, hemos ganado tan poco en los últimos años. Y sí, muchas han sido las circunstancias que nos han llevado a tal sequía: el habernos encontrado con el mejor Barcelona, la mala suerte, las lesiones, etc… Sin embargo, para mi, la principal explicación es que falta unidad como equipo y que falta actitud de grupo ganador. No sé si es por el endiosamiento al que los hemos conducido, por tener que lidiar continuamente con un foco puesto sobre sus personas o porque tienen el ego demasiado inflado. Lo cierto es que ese hambre, esas ganas de ganarlo todo, esa infatigabilidad, ese ser un equipo, no lo veo en los chicos del fútbol. Sí en los gigantes del básket.

Jamás oiremos a los soldados de Laso eso de “creíamos que lo teníamos ganado” o “nos faltó actitud” porque esas circunstancias jamás se darán. Ellos nunca bajan los brazos y la actitud jamás les falta. Una actitud que los ha llevado a ganar este año todo lo ganable, con lucha, con casta, vaciándose por dentro, peleando con árbitros, estamentos, lesiones y hasta con ellos mismos. Les ha dado igual el cansancio, el haber tenido que luchar obstinadamente hasta conseguir también coronarse en lo más alto con la selección, venir de jugar al otro lado del mundo. Todas estas circunstancias no fueron impedimento para alcanzar la gloria, porque igual se dejan la piel, el alma y hasta la salud por el triunfo. Sólo así se logra campeonar. Sólo si se cree en la victoria llega la victoria. Luego estarán las vicisitudes, los obstáculos y las trabas que nos ponen por el camino, pero sin actitud no hay gloria. Y si se pierde que sea porque el equipo contrario ha sido mejor, no porque hayan pensado que lo tenían todo hecho.

Han caído en la supercopa ante el Unicaja de Málaga porque ellos fueron mejores y porque no son invencibles, ni de otro planeta, por más que casi siempre así lo parezca. Y hay quiénes piensan que no hicieron lo suficiente, que cayeron sin honor, incluso que hicieron el ridículo. A todos esos que sólo exigen a los que evidentemente más les dan, les diría que quizás no seamos conscientes de lo que estos chicos han logrado y seguramente no volvamos a vivir algo parecido en nuestra vida de madridista. Así que les pediría que por favor valoráramos estos logros como se merecen: como algo extraordinario, épico y único. También les diría que cuando me pongo delante de la pantalla dispuesta a ver a esos grandullones lo hago sabiendo que nunca me defraudarán. Sin saber si ganarán o no, lo que sé sin ningún género de duda es que lo darán todo. No hay espacio para el miedo a la desilusión. Y que esa certeza, además de en la cancha, la tengo cuando les ponen un micrófono delante. Y da igual quién sea el encargado de dar explicaciones. Felipe o alguno de los Sergios, Jaycee o Rudy, Ayón o Maciulis ¿Podemos decir lo mismo de sus hermanos futbolistas? ¿Hace falta responder a eso? Creo que no. Echo de menos ver la sangre en los ojos que tiene Llull en cada canasta en Sergio Ramos en el túnel de vestuarios cuando se enfrenta al Barcelona, por ejemplo, o un gesto como alguno de los del Chapu en Benzemá. Les falta eso: sangre en los ojos, aunque a veces también en las venas.

Sé que estoy siendo dura con los futbolistas pero lo hago porque como he dicho otras veces, sólo desde la exigencia viene la excelencia y yo quiero un equipo excelente. Si quisieran podrían serlo. Y porque también me gustaría ver alguna vez una “perfect season” sobre un césped además de sobre una cancha de baloncesto.

Un equipo ninguneado por el presidente, hace poco próximo a la desaparición, sumido en una depresión del que pensábamos que no podría salir, no sólo sale y resurge de sus cenizas, sino que lo hace arrasando por donde pasa como lo hacían los vikingos que representan nuestro escudo. ¿Y tengo que cargar contra ellos porque no me dieron una supercopa? ¿No será que nos tienen muy mal acostumbrados? Lo siento, pero yo no puedo. Yo les doy las gracias a los que hicieron posible que el Madrid de baloncesto esté dónde está ahora, que no haya desaparecido y que nos llene de un orgullo que teníamos oxidado y sin lustre y que ahora brilla más que nunca.

Ellos deberían ser el ejemplo y el modelo en el que fijarse los laureados por todo, mimados por el presidente y encantados de haberse conocido a ellos mismos. Si miraran un poco más al Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid y un poco menos a sus propios ombligos, quizás la historia fuera algo diferente. Quizás no acudirían a los brazos de papá buscando su protección cada vez que un entrenador les exigiera lo que todos sabemos que pueden dar pero que no les inculcaron darlo. Y no quiero ser injusta con los que no lo merecen, pero lo que escribo es lo que siento y sí, seguramente cuando se escribe con el sentimiento se sea algo injusto. Es lo que toca.

Y hoy lo que también toca decir es que yo vi jugar a Felipe Reyes, a Chacho, a Llull, a Nocioni, a Rudy, a Carroll, … Yo vi jugar al Real Madrid de Pablo Laso. Ellos sí me representan. Siempre. “El que no quiera seguir ganando no es digno del Madrid”. Lo decía El Chapu esta semana y no pudo haber dicho algo que ilustre más y mejor lo que significa jugar en este equipo. Lo que debería significar jugar en este equipo.  Los chicos del baloncesto representan mejor que nadie la idiosincrasia del madridismo. Honor a los dignos del Madrid. Honor a nuestro equipo de baloncesto…

A los de fútbol, decirles que quererlos los quiero exactamente igual. A pesar de todo.