CRÓNICA | Los halcones zurdos: Real Madrid 2 – 0 RB Leipzig

Una crónica de: @MiedoEscenico2

Si hay un término que pueda definir cómo fue la primera parte para el Real Madrid, solamente se nos ocurre uno: incómoda. El RB Leipzig maniató a sus principales bazas ofensivas, le arrebató el balón en algunos tramos, y le obligó a correr detrás de él. Quizá el entusiasmo juvenil de Rodrygo, Camavinga, e incluso Valverde y Tchouameni, les da para hacer ese esfuerzo sin pedir nada a cambio, repleto de generosidad, pero daba la sensación de que era un esfuerzo baldío. El conjunto teutón movía la pelota con soltura, sin especial dificultad, y conseguía llevarlo al campo de los blancos sin muchos problemas, salvo algún error puntual.

En el otro lado, tres cuartos de lo mismo. La defensa del Madrid, repleta de jugadores cuajados y con experiencia, salía de la presión del Leipzig de los primeros minutos sin demasiadas complicaciones, con Carvajal, Rudiger, Nacho y Alaba haciendo circular el balón con fluidez, ayudados por cualquiera de los tres centrocampistas. El problema venía después. Arriba, un Vinicius algo renuente a encarar, y no muy afortunado cuando lo hacía, estaba menos conectado que otros días, Rodrygo aparecía para combinar y se desfondaba corriendo, pero sin éxito en sus incursiones, y Valverde llevaba algún peligro por su banda gracias a su potencia, pero aquello no acababa de estar interconectado. Eran balazos aislados donde hacían falta ráfagas.

Tchouameni estuvo correcto en lo posicional, a pesar de algunas contras peligrosas de los de negro, y Camavinga alternaba momentos de anticipación defensiva con otros de aturullamiento con el balón. Modrić aparecía puntualmente para poner algo de criterio, pero también participaba en las carreras y no está su cuerpo de 37 castañas para esas cosas. Lo cierto es que fue el croata el que más peligro generó en el área rival, primero con un zurdazo que salió algo desviado, y luego recibiendo un empujón que a la gente normal le pareció un penalti evidente, y al árbitro y a los antimadridistas cualquier otra cosa.

Imagen: realmadrid.com

Por parte del conjunto germano, la mejor oportunidad fue una jugada de Werner, en la que puso un pase de la muerte para la entrada de Nkunku, pero el francés llegó tarde al remate. El caso es que el Leipzig mantuvo al Madrid en esta primera parte bailando sobre una cama de fakir, con la sensación de que la añoranza por Benzema empezaba a invadirle, y sin acabar de ver claro por dónde meter mano a los teutones. Cómo sería la cosa, que hasta Ancelotti parecía cabreado. Inverosímil.

El segundo tiempo empezó con una tónica algo parecida, aunque el Madrid decidió adelantar las líneas, ir a buscar al Leipzig y correr ciertos riesgos en defensa. Tenemos que decir que lo de correr riesgos en defensa es una forma de hablar, porque Nacho, que portaba el brazalete de capitán, se había puesto el traje de yerno favorito, con su corbata, su cuello almidonado y sus gemelos, y le dio igual medir la carrera con Werner que sacar el bisturí para extirpar cualquier voluntad de llegar por su lado al área. Al otro lado, Rüdiger, Don Antonio, se mostraba expeditivo y firme, marcándose un partido muy sólido, y se le perdonan los fallos en el remate del balón parado (que él mismo parece no perdonarse), si mantiene este nivel de fiabilidad. Para cuando fallaba alguno de los dos, aparecía ese Carvajal guadianesco, que igual se equivocaba y regalaba un balón a Nkunku, que cortaba en el momento propicio el pase más peligroso de los alemanes en la segunda parte, o bloqueaba con oficio un disparo del punta francés.

El conjunto local iba llegando poco a poco, pero atravesar líneas costaba un huevo y parte del otro, con los defensas rivales bien escalonados y desactivando las pequeñas bombas que trataban de introducir, tanto Rodrygo como Vinicius, al interior de su área. Tras un primer cuarto de hora en que lo más destacable fue ver a Rodrygo encarándose, con desparpajo, con un tipo que le sacaba una cabeza, y lanzar una falta directa a la lona de detrás de la portería, Ancelotti sorprendió a todo el mundo retirando a Camavinga, no demasiado brillante, y dando entrada a Marco Asensio al campo, pasando Valverde a una posición teóricamente más retrasada.

Imagen: realmadrid.com

Faltando veinte minutos, comprendimos que da igual lo retrasada que sea la posición de Valverde: cuando echa a volar, llega hasta donde quiere. Un contraataque lanzado por Asensio desde atrás encontró al uruguayo en el centro del campo, y su vuelo le llevó al punto de penalti, imparable tras una fantástica pared con Rodrygo. El balón le llegó a Vinicius, que remató contra Gulácsi, y el balón salió rechazado, pero se empezó a ver que al Leipzig se le encendían las luces rojas, y que el Madrid empezaba a entrar en ese tramo de los partidos en que huele sangre y se pone como un chacal. Entonces, Marco Rose introdujo cambios en el cuadro alemán, que le revitalizaron en el centro del campo, pero supusieron su perdición: la entrada de Henrichs por Simakan (que ya había salido tocado del partido contra el Dortmund) fue recibida con alborozo por Vinicius, que, en el minuto 80, llevó a cabo su ritual particular de evaluación de caderas del rival.

Las de Henrichs aguantaron los dos primeros recortes, pero del tercero salió el brasileño con ventaja y una buena perspectiva de la frontal: puso un pase horizontal hacia Rodrygo pero éste, que sabe más que los ratones coloraos, pasó por encima del balón y dejó que éste llegara al Halcón Valverde, que apareció revoloteando en el área prácticamente solo, gracias al arrastre previo de Asensio. El charrúa amagó con el disparo con la pierna derecha, recortó hacia el otro lado (su lado malo, dicen) y, con un zurdazo colocado, como el pasado domingo, mandó el balón al fondo de la portería de Gulácsi, al fin, para establecer el 1-0, y nos hizo emocionar a todos con una celebración repleta de intensidad y pasión. Este chico va a ser uno di noi hasta que nos jubile a todos. Y nos moriremos sin saber si es un halcón zurdo o diestro.

Como no podía ser de otra forma, el Leipzig trató de reaccionar ante la desventaja. Rose introdujo a Poulsen y a André Silva en el campo para intentar alcanzar el empate cargando el área madridista. Pero, en cada centro al área, apareció Thibaut Courtois para desactivar las intenciones de los teutones, cazando cada balón aéreo como si estuviera coleccionando mariposas. Ancelotti, al que se la trae al pairo lo que piense el resto del mundo respecto a quien debería o no jugar, introdujo en el campo primero a Kroos y a Mendy en el lugar de Modrić y Alaba, y después, en un acto final de chulería, a Ceballos y a Mariano para sustituir a la dupla brasileña de delanteros.

Imagen: realmadrid.com

Fue ya en el descuento cuando Kroos, sacando una falta lateral cometida sobre Mendy en un exceso de cariño de un centrocampista alemán, puso, en una suerte de jugada ensayada, un balón raso y templado a la frontal del área. Y allí apareció Marco Asensio para, con su zurda de oro, largar un disparo a puerta, colocado, que entró junto al palo contrario y ante el que Gulácsi solamente pudo mirar. El 0-2 cerró definitivamente las persianas del partido, a pesar de un último intento del Leipzig, y certificó que el conjunto madridista llega a la parte final de esta primera etapa de temporada con muchos jugadores dispuestos a que la nostalgia por los que no están -o no aparecen- no cunda en los corazones de los aficionados.

Ocho partidos oficiales, ocho victorias. Vamos el domingo al campo del Atlético, se llame como se llame, a buscar la novena.