Un articulo de: @malofeoycaro
Lo confieso, oigo cosas. Sí, parece que he sobrepasado ese umbral. Son cantos de sirena, más concretamente. Cantos que intentan adormecerme, que intentan aplacar mi espíritu crítico, decirme que esta vez sí, que él es el elegido, que va a ser el flautista y esos multimillonarios precoces van a seguirle al ritmo de su contagiosa melodía, que va a ser el Guardiola blanco… un segundo, ¿Cómo? ¿He oído bien? ¿En serio? ¿El Guardiola blanco? «Too much soy», que diría algún tuitero, lo que podría traducirse en nuestro caso como «Demasiado As, compañeros, demasiado».
El otro día, hablando con un compañero, seducido por el reverso happy del madridismo (como tantos, por desgracia), la discusión derivó en «La Pregunta»: ¿Es que no confías en Zidane?… Sí, le espeté, pero me quedé con una sensación extraña. Era un ‘sí’, pero seguido de un ‘pero’, ‘pero’ que he podido desarrollar con el paso de las semanas. No es que no confíe, es que simplemente no sé por qué tengo que liarme la manta a la cabeza y confiar ciegamente, tirarme al monte como el resto. Hay una frase que se le atribuye a Mark Twain que me sirve de guía en este asunto: «Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es momento de hacer una pausa y reflexionar».
Uno va teniendo una edad (me acerco lenta pero inexorablemente a los 30). Mi saco ya ha adquirido cierto peso desde el primer recuerdo madridista que tengo, cuando vi la final del Amsterdam Arena, partido que acabó con 32 años de sequía y esquivó las apuestas que hacía media Europa sobre que la Juve de Zidane se iba a hacer con su tercera Champions. He sido testigo de lo mejor y de lo peor, de grandes gestas como la liga del «clavo ardiendo», la de «los récords», el taconazo de Redondo, el fichaje de Figo, el gol del mago en Glasgow, la exhibición de Ronnie en Old Trafford, el 1-3 al Barcelona en copa, la galopada de Bale en Mestalla, el repaso histórico al Bayern allí y aquí, el cabezazo de Ramos… Por nombrar los primeros que me vienen a la cabeza. Pero también ha habido mucho, mucho, mucho fracaso, demasiado: el 2-6, el fichaje de Faubert, las cenas de conjura, el esperpento de Cádiz, el centenariazo, la no-liga de Queiroz, al alcorconazo, los 7 años seguidos sin pasar de octavos de final de Shempions, la chapuza de traer a Lass y Huntelaar en Navidad y sólo poder inscribir a uno de los 2 en la máxima competición o el chorreo de Boluda. Son todos los que están pero no están todos los que son; será por aquello que se dice de que el cerebro borra aquello que le hace daño.
Hace años que me cansé de pasarlo mal. No lo merecen, no lo merezco. Supongo que nos ha sucedido a todos. Llegas a casa del bar y piensas que ellos ganan millones, que tienen la vida resuelta, y que al final el fútbol es un simple juego, que hay cosas más importantes, como el examen de mañana. Pero, a los 15 días a lo sumo, ya te tienen enganchado otra vez. «Esto es la liga, no tiene nada que ver con aquello». Te animas, vuelves a creer, encadenan 4/5 victorias ante rivales de medio pelo (esto me suena…) y llega el Sevilla de turno. ¡Fawn! Un empate con suerte. Otra vez se nos escapa el Barcelona. También está la variante: Barça empata a las siete, todos pensamos que los jugadores van a salir enchufadísimos, que le vamos a recortar 2 puntos al equipo del país pequeñito de ahí arriba, empezamos a hacer cábalas teniendo en cuenta que todavía hay que ir a jugar allí (haciendo caso omiso a la estadística de victorias del Madrid en el Camp Nou) y… ¡Booooooooom! Otra vez me han hecho la tres catorce. ¡No! ¿Por qué a mí?.
¿Cuándo? ¿Cuándo? me vuelvo a preguntar. ¿Cuándo perdimos el rumbo? ¿Cuándo el Real Madrid esculpido, golpe a golpe, por Don Santiago Bernabéu, Don Alfredo di Stéfano y Don Miguel Muñoz dejó de ser la referencia?. Para quien no lo sepa, el Real Madrid, en colaboración con L´Équipe, fundó la «Coupe des Champions Européens», a la que actualmente se conoce como «UEFA Champions League». En una época como la actual, ¿Por qué estamos encorsetados bajos las normas de instituciones como la LFP, la RFEF, la UEFA o la FIFA? ¿Por qué no estamos jugando en una NBA del fútbol europeo, donde los equipos sean los dueños de la competición y partan el bacalao? ¿Durante cuánto tiempo tendremos que seguir soportando fases previas de 32 equipos, donde la mayoría de partidos grandes se juegan de febrero a mayo? ¿Por qué el Madrid tiene que negociar sus derechos televisivos de forma conjunta con equipos como Real Sociedad (Vamos, jugamos gratis para ayudarles económicamente pero luego se remiten a la cláusula de rescisión en el fichaje de Illarramendi), Valencia (Desde Mijatovic, nos tienen la cruz echada y cualquier intento de fichaje se convierte poco menos que en una cuestión de Estado, como en los casos de Villa, Ayala, Gayà u Otamendi), Atlético (Florentino no ficha a Agüero ni a Falcao, entre otros, por el pacto de no agresión)…
El problema del Real Madrid, con o sin Zidane, tiene difícil solución si primero no se va a la raíz del asunto. No puede ser que se haga una temporada mediocre y la solución sea fichar mediapuntas reconvertidos a mediocentros, mantener a una defensa que, en esencia, es la misma que ha conseguido una liga de las últimas 7 y hacer giras que nos permiten aumentar el presupuesto, presupuesto que luego se va en pagar auténticas morteradas por jugadores como Isco o Danilo, renovaciones como la de Ramos o Marcelo y traspasos como los de Raúl o Casillas, donde el Madrid no ve un duro y además paga parte del sueldo en el equipo de destino.
¡Ah, sí! el señorío. Esa doctrina que parece consistir en que te den patadas en el paladar, sin que te quejes y además des las gracias. Oh, qué gran invento, al nivel del de la rueda o del descubrimiento de la penicilina. ¿En qué nos hemos convertido? Quiero a mi Madrid, confío en Zidane, pero también soy realista: el antiguo 5 blanco está entre los mejores de la historia, pero esto es una competición diferente, sabemos que la historia no gana partidos. Maradona, otrora fuera de serie sobre el verde, tiene un título que lo acredita como entrenador, como Valdano, Koeman, Míchel… Casos como los de Simeone o Guardiola son raras avis dentro del mundo del balompié. El problema es cuando queremos creer porque estamos inmersos en una ciclotimia de caballo, con títulos puntuales tras los que el equipo se echa a dormir (al revés que nuestro máximo rival, que lleva más de una década casi ininterrumpida rellenando sus vitrinas), alelados por los medios de comunicación, acomplejados por aquellos que nos dicen que Mourinho estaba destruyendo una selección que a mí, a título personal, no me representa.
Pese a todo, sí, confío en ZZ. Un hombre que renuncia a un año de contrato me merece el mayor respeto y admiración en los tiempos abyectos que vivimos. Espero y deseo que gane, que me haga saltar, que nos lleve de vuelta a nuestro hogar… ¡La historia!
¡Hala Madrid!