Un articulo de: @pilisinmas
Érase una vez un estadio…
Un estadio inmenso, grandioso, espectacular, glorioso, con vida propia… Tengo recuerdos de un estadio al que la gente iba a animar, a vibrar y a disfrutar o sufrir, dependía del partido. Recuerdos de camaradería en las inmediaciones, donde te cruzabas con personas como tú, personas a las que unían un mismo sentimiento y una misma ilusión. Recuerdos de cruzarte con jugadores de la plantilla de baloncesto y te sonreían si tú les sonreías. Recuerdos de ver un partido al lado de los miembros de Los Del Río y comentar el juego de forma divertida y amena, más feliz para mí porque ganó el Real Madrid al Betis, lo siento por ellos que me demostraron ser gente muy campechana y divertida. Recuerdos del estadio cayéndose con miles de personas cantando a los campeones con las bufandas en alto… Qué recuerdos aquellos…
Ahora vas al estadio y hay muchas, muchas personas alrededor, pero no se percibe ese sentimiento de ser un día especial, es un día más de partido, uno más, y ese grandísimo estadio se llena de gente que solo tiene un credo: seguir las directrices de lo que digan sus periódicos deportivos de cabecera, pitar al jugador al que estos panfletos consideran oportuno hundir en la miseria esa semana y aplaudir hasta cuando se rasca la rodilla a otros jugadores tocados por la varita mágica de esta prensa infame. Ahora es un estadio lleno de gente pero sin alma, aunque afortunadamente creo que cada vez menos, que vive el madridismo anteponiendo a un jugador que no ha sabido retirarse a tiempo, al club. Que no concibe un Real Madrid global, solo entiende de lo que lee y escucha.
Quizá me pase diciendo esto, aunque realmente pienso que hay que mojarse en esta vida, pero creo firmemente que el estadio actual se llena de gente muy poco inteligente y con muy poco criterio propio. Por regla general el ser humano es un borrego frustrado, todos nos movemos a una, aún queriendo plantarte e intentar ir por un camino diferente, el movimiento popular te arrastra y te devora. Y tú te dejas ir. Mal, muy mal. Si la gran mayoría de estos asistentes al estadio se parasen a pensar y a comparar informaciones, se daría cuenta de lo que es realmente esta prensa, difamadora, mentirosa, poco profesional y creedora de estar en posesión de la única verdad posible. Se darían cuenta de que esta prensa abominable solo tiene intereses ocultos y está compuesta por personajes con muy pocos principios o ninguno y que haría cualquier cosa por estar al frente de la sociedad deportiva. Personajes que se creen más de lo que son y que se creen con derecho a hundir la carrera de un futbolista cualquiera, bastante más profesional que ellos, por cierto.
Tienen los medios, lápiz y papel, o teclado más bien, micrófonos y cámaras de televisión. Y ejercen ese derecho que no sé quién les ha dicho que tienen, para aupar a lo más alto o arrastras por el barro. Todo el mundo tiene una opinión, eso es obvio, pero estas caricaturas del periodismo son, si cabe, más borregos aún que el resto. Me explico, estudias una carrera que te cuesta un esfuerzo importante. Pasas años de tu vida estudiando, con ilusiones y planes de futuro, imagino que soñando una vida feliz laboralmente hablando y estos gnomos mentales pierden todo eso en cuestión de segundos. Venden su alma al diablo, prefieren mentir, inventar, atacar incluso la vida personal de personas que no les han hecho absolutamente nada, antes que decir la verdad, que ser objetivos y de hacer un uso de esos años de estudio y de esfuerzo de forma inteligente. Todo por sus 15 minutos de gloria, a cambio de promesas de personajes del fútbol, o a saber a cambio de qué…
Y les creen, y la masa borreguil les cree, y a todos estos creyentes les ves llenar un estadio que no se merece eso. Siento pena por ello, y no voy al estadio. Ya no me convence lo que vivo allí, no siento esa emoción, y me cabreo cuando empiezan los pitos sin sentido. No he visto nada más estúpido que los pitidos a tus propios jugadores. Pita al contrario gilipollas, que es a quien tienes que pitar. Después del partido puedes poner a caer de un burro a quien quieras, o desahogarte en un podcast o lo que se te ocurra. Pero durante el partido, no pites a los tuyos. Hay que ser tonto. Y más cuando ni siquiera saber por qué pitas, solo sigues instrucciones. Menudo madridismo.
Así que no me queda más que recordar un estadio majestuoso al que acudía feliz y contenta y en el que vivía madridismo del auténtico. Érase una vez un estadio…