Raymond Kopa, el Napoleón del fútbol

Un articulo de: Marcos Jesús Barroso 

El día 7 de Enero, Cristiano Ronaldo recogía su cuarto balón de oro que le acreditaba como el mejor jugador del mundo. El Real Madrid tuvo a bien preparar una ceremonia a pie de campo para honrar al astro portugués delante de su afición. Muchos fueron los ilustres que se dieron cita para ese momento, unos le presentaban sus respetos en directo, otros lo hacían desde el videomarcador por motivos laborales. Varias leyendas de este club que fueron merecedores de tal galardón se daban cita en el estadio que les vio ser merecedores de tal privilegio, todo bajo la atenta mirada de Don Alfredo Di Stéfano que desde el cielo seguramente esbozaba una sonrisa.

Don Paco Gento, Presidente de Honor del club, y quizás merecedor de este galardón en su momento le hacía entrega del trofeo, y como espectadores de lujo justo detrás estaban Figo, Ronaldo Nazario, Beckham, Owen, Zidane…. Y un señor mayor con cuerpo de niño. ¿Quién es ese hombre de 1´69 y apariencia frágil que acompaña a todos esos cracks? Señoras y señores, Don Raymond Kopaszewski, Raymond Kopa para el fútbol mundial. Ganador del balón de oro en 1958, integrante de la mejor y más deslumbrante delantera que ha tenido este equipo, y uno de los mejores extremos de la historia.


Duros inicios

La vida de Raymond Kopa no es un camino de rosas. Hijo de inmigrantes polacos, sus padres se establecen en Francia tras huir de Alemania durante la Primera Guerra Mundial, y cambian su apellido de Kopaszewski a Kopa. El lugar donde viene al mundo es Noeux-Les-Mines, población minera del norte de Francia y que marcará duramente su infancia y la de su familia, dedicada en su totalidad a la extracción del carbón. Su padre y su hermano mueren víctimas de la silicosis, y él, apenas siendo un niño ya trabajaba también en la extracción de mineral. A su maltrecha salud, hay que añadirle un accidente cuando empujaba vagones de carbón que casi le cuesta la vida, y que termina con la amputación de su dedo índice.

Pero Kopa decidió ir contracorriente. Era pequeño y débil, pero eso no fue obstáculo para que empezara a despuntar en los juveniles del Noeux-Les-Mines, lo que le valió para acceder a unas pruebas de la Federación Francesa para jóvenes de todo el país. No ganó porque su condición física no convencía, pero las aptitudes demostradas en las pruebas fueron suficientes para que se fijara en él un club de segunda división, el Angers. Esto supuso en parte una decepción, porque su sueño era jugar en uno de los grandes de la época, el Lens o el Lille.

Dos años en segunda con el Angers fueron suficientes para que deslumbrara al país, que ya hablaba de ese pequeño extremo con el balón cosido al pie y al que era imposible quitárselo. Podía jugar en la banda o de delantero centro, poseedor de una visión de juego y clarividencia nunca antes vista, asistente o goleador…. Un genio en ciernes.

El destino era el Stade Reims, equipo que empezaba a forjar su leyenda y que era el actual campeón de copa, y el premio era doble: jugar en primera división y un sueldo de 180 libras de la época que serían suficientes para que no tuviera que volver a la mina. Allí pasó 5 temporadas en las que conquistó 2 ligas y se erigió en el líder de ese equipo cuyo juego bautizaron como “fútbol champagne”, en el que coincidió con Léon Glovacki, Bliard o Henri Michel. En 1953 se hicieron con la Copa Latina, precursora de la Copa de Europa, con un partido espectacular en el que barrieron al Milán por 3-0. De inmediato el equipo italiano le puso un cheque en blanco a Kopa para incorporarle a sus filas, pero el francés desechó la oferta porque según sus palabras, su sueño era jugar en el Real Madrid. Un detalle que habla de la grandeza tanto del extremo francés como del club blanco.


Un fichaje cantado

Su llegada a Madrid se certificó nada más acabar el partido que enfrentaba a su equipo contra el club blanco, y que acabó con la primera de las Copas de Europa en las vitrinas. Santiago Bernabéu no lo dudó un instante y ambas partes llegaron al acuerdo con rapidez, el destino de un grande es jugar con los mejores. El traspaso acordado era récord para la época: 38.000 libras esterlinas, que a día de hoy se antojan irrisorias pero que al club francés le valieron para hacerse con tres cracks de ese tiempo como Just Fontaine, Jean Vincent y Roger Pantoni.

Desde su llegada a la capital siempre dijo que era un admirador de Alfredo Di Stéfano y que lo consideraba el mejor de lejos, pero ya en esa época el diario marca buscaba la polémica. Así nada más llegar se encuentra con un titular en el periódico: “Alfredo Di Stéfano y Raymond Kopa, dos hombres y varios problemas”. El argentino tenías más de 30 años ya y el francés tenía 24, y muchos se apresuraban a verle como su sucesor, ya que en principio ocupaban la misma posición en el campo. Lo que podía parecer una guerra de egos la resolvió Kopa: “Yo estoy a las órdenes del Real Madrid y estoy dispuesto a serle útil como sea. Alfredo es un fenómeno y yo lo que quiero es jugar, donde sea y como sea, no importa la posición”. Años más tarde diría que jugar con él era “como llevar paracaídas cuando viajas en avión”.

Al principio no fue fácil su adaptación, ya que el Madrid cargaba el juego con más asiduidad por la banda izquierda, que tenía de dueño a un tal Paco Gento, pero poco a poco el juego de ataque se fue equilibrando vistas las virtudes del galo. No era para menos: La crítica durante muchos años sólo vio a su altura como extremo derecho a otro genio, Garrincha.

No era un jugador rápido que recorría la banda como Gento, sus virtudes iban más por lo que conocemos de un extremo clásico: Carrera corta y rápida, coronada por ese regate endiablado que le caracterizaba. Siempre desechó el honor, pero se le considera el primer 10 de la historia, y el inventor del regate que se conoce como el 1-2. Marquitos le definía así: “Bastaba con pegarle un pelotazo a Kopa. Él la pisaba, la pisaba y la pisaba y nunca la perdía”.


Una estancia demasiado corta

Su paso por la capital fue fulgurante. Dos Ligas y tres Copas de Europa, coronadas con el balón de oro de 1958, que según sus palabras ha sido el único momento en que ha podido superar a Alfredo Di Stéfano. Todo apuntaba a una estancia indefinida y larga en la capital del que todos consideraban el sucesor natural en el equipo de la Saeta Rubia, pero como decíamos al principio la vida de Kopa fue una lucha constante. Don Santiago Bernabéu preparaba una renovación estelar para el francés que le asentara en el equipo: 5 años con una subida salarial importante. Pero una lesión, la muerte de su hijo por culpa del cáncer y según sus palabras, su mujer que no se adaptó a la vida en España nos privaron de los mejores años del “fransuá”, como le llamaban sus compañeros.

El Napoléon del fútbol regresaba a su casa, el Stade Reims, donde seguiría demostrando que era un jugador excepcional y dejando tras de sí un halo de grandeza que los más viejos de Chamartín siguen recordando. Tuvieron que nacer Zidane y Platini para relegarle al tercer puesto de mejor jugador francés de la historia, y eso habla a las claras del jugador que era para el que no le viera. Que nadie dude que la grandeza del Real Madrid se sustenta en luchadores como Raymond Kopa.