CRÓNICA | Un partido peligrosamente preparado: RCD Mallorca 1-0 Real Madrid

Una crónica de: @MiedoEscenico2

Hoy voy a empezar por el final, para que alguno que no haya visto el partido, o no sepa el resultado, no sufra innecesariamente. El Madrid ha perdido 1-0, con Hernández Hernández señalando el final en el minuto 99. Eso le pone a, no se sabe con certeza a la hora de escribir estas líneas, unos posibles ocho puntos del Barcelona en la Liga, salvo que el decadente Sevilla de esta temporada haga algo inesperado. Y lo peor es que era altamente probable que sucediera, teniendo en cuenta las variables.

En la última media hora del partido, el Madrid trató de alcanzar el gol y establecer el empate, pero todos sus esfuerzos, basados casi en exclusiva en centros a la olla y disparos lejanos, fueron estériles. Unos remates salieron fuera y otros fueron bloqueados por una defensa bien organizada, numerosa y disciplinada tácticamente, que aprovechaba cualquier momento para simular una terrible dolencia y parar el partido unos minutos. Había entrado Kroos, había entrado Modrić, había entrado hasta Mariano, háganse cargo. Y ni así. El delantero de la cesta de huevos en la cabeza tuvo un remate de volea al que llegó forzado y un testarazo para equilibrar el partido, pero ambos remates salieron fuera. Lo del cabezazo desviado no era de extrañar, hasta las gallinas lo saben.

Al igual que en el resto del partido, el ritmo era entrecortado, no había fluidez en el juego del Madrid, pero es que es difícil que puedas dar cuatro pases seguidos, cuando te hacen prácticamente una falta cada dos minutos, y cuando el árbitro tolera la reiteración y la simulación. Que riman, curiosamente, con prevaricación. En el césped se veían los rastros de los cepos, las estacas y las piedras utilizadas por el cuadro bermellón para que se jugara lo menos posible al fútbol. “Ah, es el otro fútbol”, dicen algunos. Bueno, les recordamos que, en general, ese “otro fútbol” se va a tomar por saco en cuanto arbitra un colegiado con carácter y decidida imparcialidad. Pero de eso que les hable Nilo Campo en la Crónica Arbitral, que a mí se me hincha la vena.

Imagen: realmadrid.com

El equipo madridista había mejorado relativamente en el inicio de la segunda parte, con algo más de presencia en campo rival, Vinicius más suelto y Rodrygo algo más activo, pero el centro del campo no carburaba: Tchouameni estaba todavía desoxidándose, Valverde sigue intentando recuperar su identidad –y no da con ello- y Ceballos estuvo voluntarioso, pero no tan inspirado como partidos de atrás. Todo ello no puede obviar el hecho que de que casi siempre recibieron en condiciones hostiles, y que, a cada pase que dieron a un compañero, le siguió una tarascada a posteriori de algún jugador del cuadro mallorquín. Rudiger andaba algo disperso, y tampoco ayudaba un Carvajal que ni para adelante ni para atrás daba prestaciones más allá de lo vulgar. Al otro lado, Nacho se peleaba contra Muriqi, y no conseguía triunfar en algunas ocasiones, mientras Camavinga le apoyaba tanto a él como a Vinicius, pero también recibía mensajitos de los bermellones.

De Asensio no hemos dicho nada, pero quizá se merece un párrafo para él solo. Más allá de que fallara el penalti que podría haber supuesto el empate, allá por el minuto 58, su presencia en el campo –es un decir- fue de todo menos funcional. Desapareció en buena parte del choque, algo esperable teniendo en cuenta que el Mallorca tenía barra libre para dar las hostias que quisiera y, cuando aparecía, era casi peor. Parece que tiró el penalti porque se lo dijo Ancelotti, pero lo que no queda claro es por qué trató de colocar un remate blando al lado derecho, en vez de pegarle como cuando tira de lejos, buscando el lado izquierdo con ese golpeo suyo seco y recto. El caso es que sólo sirvió para que recibiera las maldiciones habituales, algo redobladas, en las redes sociales madridistas.

También se merecen un parrafito los Raíllo y los Maffeo de la vida: por circunstancias de la vida, son jugadores de fútbol, pero bien podrían estar en un polígono dedicados a otras labores, o trabajando como estibadores en un puerto de mar. Intentaron provocar a Vinicius de todas las maneras posibles, ayudados por un Giovanni González al que le gustó eso de poder empujar, dar patadas, agarrar y sujetar al rival, sin que el árbitro hiciera algo más que mirar para otro lado. Vinicius acabó con diez faltas señaladas sobre él, pero le hicieron unas cuantas más, perseguido por estos matones de discoteca que hablan fuera del campo y pegan dentro. No les deseamos nada malo, salvo que encuentren el destino que merecen. SI el karma existe, será más que suficiente.

Imagen: realmadrid.com

Para el intermedio del encuentro, el cuadro madridista llevaba más tarjetas que el rival, que, sin embargo, había hecho más del doble de faltas. Y se había ido al descanso dejando una sensación en el campo enormemente pobre. Decíamos el otro día que Ancelotti había acabado el partido contra el Valencia con un equipo pleno de dinamismo, actividad, pero poco control. En la primera parte del partido de hoy, no tuvo ni unas cosas ni otras. Anduvo timorato con el balón, incómodo con el jardín de cactus, cardos borriqueros y zarzas que le había preparado el Mallorca en el centro del campo y la defensa, y algo remiso a la hora de entrar a la batalla para devolver golpe por golpe. Probablemente, el criterio sancionador del canario del apellido al cuadrado fue un elemento relevante, tomando conciencia muy pronto de que casi todas las faltas de los de blanco serían señaladas, y probablemente amonestadas, mientras que los de rojo pegaban sin contemplaciones, y sin consecuencias disciplinarias.

Y es que había empezado el partido con el público silbando cada intervención de Vinicius (premio para los envenenadores de la prensa y el estibador Maíllo), el Mallorca presionando en bloque medio y bajo muy fuerte, rascando en cada cruce, y tratando de sacar de sus casillas a los madridistas. En el minuto 13, cuál si no, un centro desde la izquierda de Dani Rodríguez fue despejado hacia atrás por Nacho de cabeza, con la triste desgracia de que saliera hacia la escuadra de un Lunin algo adelantado, estableciendo el 1-0 que luego se haría inamovible. Y es que estaba Lunin bajo palos porque Courtois, en pleno calentamiento, tuvo que irse con algún tipo de molestia que le impidió jugar el partido. Si alguno de nuestros lectores localiza al tuerto que miró al autobús del Real Madrid, le invitamos cortésmente a que le devuelva una de las tarascadas que Raíllo repartió cuando pudo.

Ancelotti había diseñado un equipo inicial para el choque físico, con Tchouameni, Valverde y Ceballos en el centro del campo, una defensa formada por Carvajal, Rudiger, Nacho y Camavinga, y una línea de ataque con Asensio, Rodrygo y Vinicius. Pero no sirvió para eso, ni para ganar por calidad.

Imagen: realmadrid.com

Así que éste es el partido –sospechamos que no será el último en que se intentará, desafortunadamente- que han ganado el Mallorca, los medios de comunicación, el Comité Técnico de Árbitros y hasta Javier Tebas, al Real Madrid. Tiene su mérito que hayan tenido que juntarse todos ellos para ganarlo, no se crean. Cada uno ha puesto lo suyo y, para acabar de rematarlo, han mandado al tuerto al Luis Sitjar, o como se llame ahora el campo del cuadro balear.

Y es que no era muy normal que la Liga programara el partido del equipo blanco a las dos de la tarde, habiendo jugado el jueves por la noche, mientras que otros partidos se jugaban después con equipos que habían descansado más. Y es que no era muy normal que De Burgos Bengoechea, en el VAR, y Hernández Hernández en el campo (por tercera vez en esta temporada) fueran los designados por el CTA. Y es que no es muy normal que el colegiado canario haya tolerado lo que hemos relatado unas líneas más arriba. Y es que no era muy normal que los medios aprovecharan para calentar el ambiente entrevistando a Raíllo sobre su opinión respecto a Vinicius en los días previos. Y es que no era muy normal que la afición balear mostrara esa animadversión contra el brasileño y contra el actual campeón de Europa. Pero, entre todos, han conseguido lo que querían: que se jugara un partido peligrosamente preparado para que perdiera el Madrid. O una puta encerrona, si lo prefieren.