Un articulo de: @boticario_81
Queridos madridistas:
En primer lugar, vayan por delante mis felicitaciones a todos los aficionados blancos por la consecución del título de Liga. Somos el equipo con más títulos, y hasta en treinta y cuatro ocasiones hemos celebrado juntos este campeonato. Pero este ha sido especial, marcado por una temporada atípica en la que hubo que hacer un alto en el camino; tuvisteis que encerraros en casa y sufrir las consecuencias de una pandemia que aún azota y que ocasionará que, de momento, no podamos recuperar nuestras vidas tal como las conocíamos
Después de aquel partido en el Villamarín, que tan lejano se ve ya, y en el que perdimos el primer puesto en la clasificación, todo quedó en suspenso, incluido, obviamente, el fútbol. Fueron meses de incertidumbre, de no saber qué iba a pasar con las competiciones deportivas; semanas en las que hubo muchos rumores, en las que algunos incluso, quisieron adjudicarse el título por obra y gracia del espíritu santo.
Pero por suerte, las cosas fueron mejorando y el pasado mes de junio se pudo reanudar la Liga. Por delante quedaban once jornadas en las que no se podía fallar y además, había que esperar a que el rival cometiera, como mínimo, un error. Era difícil, pero para nuestro equipo no hay retos imposibles. Todos desde nuestras casas sufríamos cada partido. Yo, por supuesto, también. Desde mi sillón de siempre y sin más compañía que mis mascotas, disfrutaba de cada victoria que iba llegando. Todas eran un parto, amenazando con más de un infarto en cada balón que rondaba las inmediaciones de Courtois. Aunque mi corazón, por suerte, es de piedra.
No tardamos en volver a hacernos con el liderato. Tras el partido en San Sebastián, nos alzamos a lo más alto de la clasificación. Posteriormente Mallorca, Espanyol, Getafe, Athletic, Alavés y Granada fueron víctimas de un imparable y férreo Real Madrid. El objetivo estaba cada vez más cerca y el partido frente al Villarreal era el primer match ball. Por la calle veía a la gente pasar, de todos los colores, de todas las aficiones; los madridistas me veían y me saludaban, con una sonrisa de oreja a oreja, confiados en que, después de todo lo pasado, ya no se nos iba a escapar el ansiado título.
Y por fin, llegó el día clave. El estadio que ha sido testigo de esta etapa final de la Liga, y que lleva por nombre el de nuestro legendario jugador, Alfredo Di Stéfano, se engalanaba para acoger, por primera vez en su historia, una final del primer equipo. El partido fue controlado por los nuestros de principio a fin, aunque, como ha sido la tónica durante estas once jornadas, no podía faltar el sufrimiento final con el último empujón del rival.
Los nervios me devoraban por dentro durante todo el encuentro. Y no sólo por el resultado, que no pareció peligrar en ningún momento, ya que a la victoria blanca había que sumar que el Barça no conseguía imponerse al Osasuna. Me inquietaba la posterior celebración de la afición madridista. Se habían lanzado mensajes, desde las autoridades y desde el propio club, de que no se saliera a la calle a festejar el título como se suele hacer. Aunque en estas circunstancias nunca sabes qué va a pasar.
Pero afortunadamente, y aunque me duela que fuera así, este año he celebrado yo sola la victoria de nuestro equipo. Nadie vino a verme, ni los propios jugadores, ni los sufridos seguidores. Y aunque me encanta que cada vez que levantamos una copa, todos vengan a mi casa a que lo celebremos juntos, esta vez era mejor así. Con mi bufanda al cuello, el ruido de los coches y los cánticos desde los balcones me sacaron la mejor sonrisa de la noche, disfrutando de una manera muy especial nuestro trigésimo cuarto título de Liga. Tendremos tiempo de volver a juntarnos. Y mientras llega ese día, sigamos disfrutando de nuestro equipo, de nuestro entrenador, de nuestros jugadores. Todo volverá a ser como antes y entonces nos daremos el abrazo más fuerte del mundo.
¡Enhorabuena madridistas!
Fdo. Cibeles.
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