Un articulo de: @resurreccion_93
Coincidían Aristóteles y San Agustín en una percepción de la realidad humana y es que el hombre es un ser social por naturaleza, estamos hechos para vivir rodeados de otros hombres, necesitamos relacionarnos. En la elección de las personas que serán nuestros compañeros de viaje en nuestras vidas radicará en gran parte el devenir de nuestro futuro.
Es cierto que venimos marcados “de fabrica” con unos aspectos que marcan nuestra personalidad, pero estos son maleables dependiendo de quién escojamos para la aventura de vivir. Una persona puede tener tendencias peligrosas y si en su camino se rodea de persona que gustan de vivir en el riesgo, o que por intereses bastardos te incitan a tomar esos riesgos indudablemente estarás abocado a vivir peligrosamente y a tener grandes probabilidades de estrellarte en tus decisiones. Si por el contrario, el destino o la providencia a leja de ti esas personas nocivas y tienes la fortuna de encontrar quien encauce positivamente esa tendencia natural a lo peligroso, sería posible transformar en virtud ese defecto. Quizás es demasiado pronto, pero las sensaciones que tengo con Sergio Ramos son esperanzadoras, ilusionantes.
Llegó joven a Madrid y su personalidad se forjó en un vestuario lleno de caciques, que lo educaron en una estúpida ley de “omertá” según la cual los españoles del vestuario debían ser los que partieran el bacalao, estaban por encima de la entidad, ellos eran el Real Madrid y el club debía plegarse a sus deseos. Con 19 años rodeado de Hierro, Raul, Casillas y con un nivel intelectual manifiestamente mejorable, lo que dijesen esas “figuras” debía ser “Palabra de Dios” para él. Alentado por una prensa contaminada que lo único que buscaba era tener un chivato más en el vestuario, fue haciéndose mayor en esa filosofía siciliana que domina el vestuario blanco desde hace años y que a medida que se ha ido haciendo más fuerte más daño a hecho a nuestro club y peores resultados deportivos nos está dando.
Por el lógico paso de la edad se quedó como segundo, como escudero de un abyecto capitán que ha hecho un daño terrible a la institución. Cuando el otro día oía la rueda de prensa de ese chulo de discoteca amancebado con la cantante colombiana y veía con que tranquilidad contaba el intercambio de “whatsapps” con el capitán del Real Madrid, llegando su buen rollo y complicidad a desearle que le metiera 4 el Atleti, sentí ira ¿Cómo es posible que este individuo haya sido nuestro capitán un solo día? El despreciable independentista se reía contándolo en público lo que muestra bien a las claras que el “Tormento de Móstoles” nunca le había pedido que quedara todo en la intimidad de una relación personal.
Bajo el influjo de esa vergüenza de capitán, Ramos de tendencia descarriada rompió a desastre, animado por la prensa patria y por la estulticia del madridismo pipero y señorial, entendió que ese era el camino del éxito. Nadie le explicó que era realmente el Real Madrid; no había en el vestuario ningún Di Stefano, ningún Juanito, ningún Camacho que explicara a este joven de Camas, que jugaba con la historia y los valores de este club. Solamente recuerdo un arrebato de dignidad cuando en rueda de prensa con la selección recriminó a un periodista por preguntar en catalán. Seguro fue seriamente reprendido por Iker para que no se repitiera nunca más un gesto tan “nazi mourinhista”.
El episodio vergonzoso de su chantaje al club este verano me llevó al pensamiento de que no había solución más adecuada que la venta de “Canelita” y así en un mismo pack librarnos de la cancerígena dupla que regentaba la capitanía del Real Madrid. Como decía al principio, hace apenas un mes de aquellos hechos, poco tiempo, muy poco para cambiar de opinión, efectivamente. Pero moviéndome por sensaciones, barrunto un tiempo nuevo. Sin la letal compañía de Casillas, sin su venenoso influjo, hemos visto como ha sido capaz de recriminar al matón de playa que intenta mofarse del Madrid. Es mucho después de tanto tiempo de oprobio, vergüenza y humillación ¿Suficiente? No. Pero tengo el anhelo de que este turbulento y nefasto tiempo vivido, quede en la historia (negra) del club; que sea un episodio terminado.
Al albor de esas sensaciones he percibido en él incluso una mayor seriedad en el campo, más asentado, más centrado. Influye sin duda el rigor táctico del nuevo entrenador y sobre todo le ayuda muchísimo a él y a la defensa en general que, ahora sí, un portero de verdad aguarda ante un posible fallo de la línea, lo cual da mucha tranquilidad y confianza. Tras una triste etapa es posible que el brazalete haya hecho el efecto que ha tenido históricamente convirtiendo al jugador que lo porta en un tipo que impone respeto al contrario y a los árbitros y que arenga y anima a sus compañeros a luchar dentro y fuera de la cancha para defender hasta el último halo de sus fuerzas el escudo al que representan.
Quizás sean mis deseos de un tiempo mejor, Quizás sea mi ilusión por la vuelta a los orígenes, Quizás sea que soy un iluso…
¡Hala Madrid y nada más!