Una crónica de: @JAgilminguez

Una famosa película protagonizada por el incomparable Bill Murray, popularizó en nuestra cultura el “día de la marmota”. En dicha película (traducida en nuestro país como “Atrapado en el tiempo”), un locutor de televisión estaba condenado a repetir el mismo día una y otra vez. Para el Real Madrid, en términos arbitrales, todos los días se han convertido en el día de la marmota. En el día en que se cumplen dos años desde que se destapó el affaire Negreira, el conjunto blanco volvió a sufrir en sus carnes otro lamentable arbitraje, perpetrado en ésta ocasión por José Luis Munuera Montero.

En lo meramente futbolístico, Ancelotti se plantó en El Sadar con prácticamente el mismo once que se enfrentó al City en Champions. Las únicas novedades fueron Fran García por Mendy, Modric por Ceballos y Brahim por Rodrygo, a fin de dar descanso a los jugadores. Pocos más cambios se puede permitir el entrenador italiano pensando en el partido del miércoles, debido a las numerosas bajas.

El show arbitral dio comienzo cuando a los dos minutos de partido,  el osasunista Catena rebañaba con la mano un balón de Vinicius dentro del área. Ni el árbitro ni el VAR vieron nada punible en la acción. Poco después, un clarísimo empujón dentro del área de Moncayola a Vinicius, volvió a pasar desapercibido para el equipo arbitral.

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A los quince minutos de partido, una internada de Valverde por banda derecha finalizó con un centro raso a Mbappé, que consiguió batir al guardameta Herrera. El astro francés volvía a ser el jugador que abría el marcador. El conjunto blanco estaba desarrollando un buen fútbol, aunque lastrado por el juego duro que exhibía el equipo rojillo. La primera ocasión del conjunto local no tuvo lugar hasta los veinte minutos, con un disparo alto de Aimar.

Una nueva mano dentro del área de Osasuna fue protestada por Ancelotti, siendo a continuación amonestado con tarjeta amarilla por Munuera Montero. Parecía que el árbitro ya había recuperado la visión perdida en lances anteriores, dada la rapidez con la que se dirigió al banquillo visitante.

La acción más peligrosa de Osasuna en toda la primera parte fue un disparo raso de Aimar que salvó Courtois. A pesar de ésta acción aislada, el equipo blanco seguía atacando la portería de Osasuna y estuvo a punto de aumentar la distancia en una acción entre Mbappé y Vini, que acabó con un mal remate del brasileño a pase del francés, que era objeto de continuas faltas por parte de los jugadores locales, todas ellas sin sanción, y constantemente consentidas por el árbitro.

Un árbitro que estaba decidido a pasar a la historia con su actuación, cuando a poco de finalizar el primer tiempo expulsó a Jude Bellingham por unas palabras que cuando finalizó el encuentro, se demostró que no había dicho. Precisamente el inglés había sido el jugador señalado durante la semana por buena parte de prensa, que ya se había encargado de generar el caldo de cultivo necesario para ir a por él.

La primera parte finalizaría con un empujón de Areso a Fran García, que acabó con el lateral blanco lanzado por encima de las vallas publicitarias. Tampoco hubo sanción. Incomprensiblemente, Osasuna finalizó esa primera mitad con sólo cuatro faltas pitadas (que no cometidas). Las mismas que el Real Madrid.

La encerrona que estaba sufriendo el  Real Madrid no será olvidada en años. Ahora es más fácil comprender por qué se han ganado 6 títulos continentales en 10 años y sólo 3 títulos ligueros en ese mismo período. Para el conjunto blanco, conseguir dos títulos ligueros consecutivos es una heroicidad. Algo que no consigue desde hace casi 20 años. En cambio, sí ha podido repetir varias veces entorchado continental. Competir bajo estas circunstancias hace imposible exigir a este equipo que lleve el título a las vitrinas del Santiago Bernabéu.

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Visto lo visto en la primera parte, se vienen a la memoria las palabras del nuevo Presidente de la RFEF, cuando hace unos días afirmó que había que hacer ver al Real Madrid que por esa vía (la famosa carta), no iba a conseguir nada. La realidad demuestra que el club se quedó corto con sus denuncias.

Comenzada la segunda parte, se produce otra acción que aumentó la indignación en la afición merengue. Thibaut Courtois despejó un disparo de Moncayola a bocajarro y el rechace es aprovechado por Budimir, quien disparó fuera. Después de realizada esta acción, Camavinga, que había ido a taponar el disparo, pisa al atacante. El  VAR esta vez sí estuvo raudo y veloz para revisar la acción. Una jugada residual acabó con un penalti inexistente en contra del Real Madrid, que sería transformado por Budimir.

El Real Madrid se veía con diez jugadores y con la necesidad de hacer un sobreesfuerzo en el partido para intentar llevarse la victoria. A ello hay que añadir que volverá a jugar el miércoles un decisivo partido contra el Manchester City. El club blanco lo intentó de todas las formas posibles, con un inconmensurable Vinicius. Ancelotti dio entrada a Rodrygo por Brahim, pero lo deportivo ya había pasado a un segundo plano. Es más, efectuar cualquier comentario futbolístico de lo sucedido en la segunda parte supone estar colaborando con todo lo que queremos erradicar.

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Mientras tanto, en la grada, la afición rojilla celebraba el punto conseguido, merced al MVP de su equipo (Munuera Montero).

De cara a los siguientes encuentros, el Real Madrid, una vez asegurada su clasificación para la siguiente edición de la Champions League, debería plantearse reservar todos los jugadores posibles, dado que el título liguero no viajará con total seguridad este año a Concha Espina. Todo parece indicar que por tierra, mar o aire se va a impedir que el equipo blanco revalide su título.

Es más, quizá hoy era el día en que debería haber dado un puñetazo sobre la mesa y haber escuchado a sus aficionados, quienes han hecho arder las redes sociales pidiendo (cuando no exigiendo) la retirada del equipo del terreno de juego. Parafraseando la frase que popularizó la folclórica más célebre de nuestro país: SI ME QUERÉIS, IRSE…