Un articulo de: Marcos Jesús Barroso
Terminaba la temporada 77/78 con aires de cambio en la casa blanca. Tras acabar novenos en la liga parecía más que probable la salida de Miljan Miljanic del banquillo. Desde la directiva madridista consideraron imprescindible renovar la plantilla en todas las posiciones, y llegaron refuerzos de la talla de Juanito, Wolf o Isidro Diaz.
En la búsqueda de un centrocampista que sustituyera a Paul Breitner, fueron Santiago Bernabéu y Agustín Domínguez, secretario general, a Alemania, a presenciar un partido del por entonces dominador Borussia Moenchengladbach. La intención inicial de la comitiva blanca era presenciar en directo las semifinales de la Copa de Europa que enfrentaba al Gladbach y al Dínamo de Kiev, y su objetivo era el internacional alemán Herbert Wimmer.
Pero cosas del destino, quedaron prendados de otro jugador que hacía gala de un despliegue físico espectacular. “¿Cómo se llama ese del bigote con tan mala leche?” Preguntó Bernabéu. Uli Stielike. “Fíchalo, van 10 minutos y ya anda a hostias con dos”. Dicho y hecho. El alemán se convertía en el último gran acierto del presidente antes de su fallecimiento por la cantidad de 75 millones de pesetas.
Le tuvimos por estos lares durante ocho temporadas, y a pesar de las dudas que generó inicialmente por alguna lesión, pronto se hizo con el cariño de Chamartín, que le espoleaba al grito de ¡Uli, Uli, Uli!. Su polivalencia le permitía jugar tanto de medio centro como de líbero, pero su gusto por el contacto con el balón hacía del centro del campo su parcela favorita. Poseía un disparo lejano envidiable y en su primera temporada hizo 13 goles, sólo superado por Santillana. Sus llegadas al borde del área llenas de fuerza al más puro estilo alemán, fueron definidas a la perfección por el gran Héctor del Mar, que le apodó “el tanque”.
Fueron tres ligas consecutivas con un doblete incluído su carta de presentación en España, pero Europa seguía siendo una cuenta pendiente para el conjunto blanco. Las finales perdidas en Copa de Europa contra Liverpool y Recopa contra el Aberdeen, acentuaban el infortunio que mantenía el alemán en los partidos decisivos.
Su relación con Juanito
El ADN del Real Madrid exige constantemente ser competitivo y lograr títulos. No vale llegar a las finales, sino que es imperativo ganarlas. Reconoce Uli que en el equipo blanco actuó bajo una constante presión, lo que le provocó un desgaste psíquico. Esa constante ansiedad la sufrió especialmente la temporada 82/83. Con Di Stéfano al mando, el equipo afrontaba un año en el que disputaba cinco títulos, y el balance fue de cuatro finales perdidas y también la Liga. La pujanza de los equipos vascos y el envejecimiento de jugadores clave eran un lastre.
El carácter de Stielike era bastante fuerte, y era frecuente verle discutir con sus compañeros, especialmente con una leyenda del madridismo como Juanito. Tras la final perdida contra el Aberdeen de Ferguson, declaró que “con ese espíritu no se puede jugar una final”, lo que le distanció de varios pesos pesados del vestuario, en especial del de Fuengirola. Dos años más tarde de esa derrota, hubo una discusión entre ambos que terminó por deteriorar la relación.
Con Ramón Mendoza al mando de la nave, llegaron los fichajes estelares de Gordillo, Maceda y Hugo Sánchez, que cambiaba de equipo en la capital. En esa época sólo se podían inscribir dos extranjeros, y el Madrid contaba además del mejicano, con Valdano y Uli. Había la norma de renovar de año en año a los jugadores que alcanzaban la treintena, y Stielike tenía buenas ofertas de Francia, Alemania y Suiza, lo que le hizo decantarse por el Neuchatel suizo.
La casualidad quiso que el primer año de Stielike el bombo emparejara al Madrid con su nuevo equipo. La superioridad del equipo blanco quedó eclipsada por la batalla que libraron en el campo él y Juanito. Una entrada a la altura de la cabeza, empujones, insultos y un escupitajo del madridista fueron algunas de las lindezas que se dedicaron. El estadio empezó aplaudiendo a Stielike pero le terminó abroncando en cada una de sus intervenciones. Años más tarde tras el fatal desenlace de Juanito y con lágrimas en los ojos reconocería que hicieron las paces en una playa de Fuengirola. Dos genios de carácter que han quedado grabados a fuego en la leyenda de nuestro club.
Reconoció Stielike sentirse dolido por su salida del Real Madrid, pero no guarda rencor a la entidad. “En el Real Madrid me hice hombre. Llegué con 22 años y 6 meses de casado cuando cualquier chaval soñaba con jugar en el club. Me dejaron soñar y ningún malentendido podrá cambiar mi opinión sobre el club blanco. El Madrid es para mí una filosofía, una manera de hacer”.